∆Treinta∆

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María Isabel

Sigo colgada del como un jodido mono, intenté calmar ese impulso violento que siempre me trajo problemas, pero no pude al ver como mis gemelos temblaban al tenerlo frente a ellos y al hablar tan casualmente de que deseaba volver a sus vidas.

Es que no me explico cómo alguien puede ser tan hipócrita de volver a la vida de los seres que tenía que cuidar.

No voy a calmarme hasta escucharlo gritar por piedad, posiblemente lo haga o si no voy a seguir hasta que mis brazos se cansen y mis piernas pierden fuerza.

— ¡María! Amor, ya está — me sorprende que Amin sea el que me detenga.

Alto ¿No era yo la que debía controlarlo? Ups, es que la emoción me superó.

— ¡Todavía no termino! Dame cinco minutos más y es todo tuyo — es complicado soltarme de los brazos de Amin, son como dos trozos de hierro.

¿Así de bueno estará ahí abajo? ¡Dios! ¿En qué estoy pensando? Claro que estará bueno, no me cabe duda.

Ese tal Ibrahim se levantar del suelo con cuidado, gimiendo de dolor por mis golpes y los Burak, la esquina de su llanto izquierdo está rojo por la sangre y morado por lo rápido que tomó color.
Mi contribución se ve en su ojo derecho, a penas puede abrirlo sin volver a cerrarlo.

— ¡Y fui suave! — grito cuando Amin me guía fuera del despacho, me preparo por el regaño que viene ahora por mi mal comportamiento — ¡Lo siento! Sé que estuve mal y me comporté como una absolu… — un sonido igual al de un sollozo hace que voltee para verlo — ¿Amin? — se gira cuando me acerco a él, no me deja verlo y eso me preocupa ante más sollozos — Cariño, por favor ¿Qué ocurre? — ay mierda, es mi culpa que esté llorando — Per… Perdón, no sabía que estaba haciendo mal — si lo sabía, pero él no tiene que saberlo.

— N...no es eso — casi caigo de culo al verlo llorar — Muchas gracias, María — dejo de acariciarlo ante esa sorpresa — No, por favor, me gusta sentir tu tacto, es suave — se restriega como un cachorrito en busca de cariño.

— ¿Por qué me agradeces? Si mi abuela viera a la mona que casi mata a tu primo tendría la marca de su familia sandalia en mi cara — un escalofrío me eriza la piel, mi abuela es un ángel que rápidamente muta a demonio.

— Gracias por lo que haces, no hablo de los golpes sino de cómo nos cuidas a todos, de tu preocupación por los gemelos y de tu tan jodido carácter que cada día hace que me gustes más — los latidos de mi corazón deben oírse hasta Chile.

Es que, Amin es un hombre fascinante que necesita de estudio médico ¿De la nada puede convertirse en un hombre... así? Es una real sorpresa, conocí esa otra faceta de hombre cariñoso, pero aún no que está llorando así esconderse, es nuevo.

— No hace falta agradecer, lo hago con gusto, odio ver a los gemelos tristes y a ustedes enojados todo el tiempo, deseo que esos hombres simpáticos — arquea una ceja — A excepción de tí, regresen — no aguanta la risa.

Es el sonido más perfecto del mundo.

— Adoro que seas así, aunque hay días en que en serio pienso como mandarte al otro mundo sin que sientas dolor — mi risa muere ahí ¿Ha pensando cómo matarme — No puedes ofenderte, es muy seguro que tú también te hayas imaginado diferentes escenarios donde colgar mi cabeza.

No voy a discutir eso, hasta lo imaginé siendo tragado por una ballena.

— Amin… ¿Qué sigue ahora? Tú primo quiere volver ¿Van a permitirlo? — no voy a dar mi opinión ya que no soy nadie dentro de la familia todavía.

Foto internacional (TMHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora