∆Treinta y uno∆

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Baruk

Si antes teníamos que separar a María de Ibrahim, ahora debemos hacerlo de mamá.

Pero esta vez María fue la atacada, mi madre no soportó que dijera un comentario sobre lo que significa la familia, al no tomarlo muy bien se colgó de los cabellos de mi novia y ahora seguimos luchando por separarlas mientras que María le devuelve algunos golpes en la cara y el estómago.

Juro por Allah que es la escena más bochornosa de la cual mi madre fue protagonista y causante. Siempre se comporta como la mejor esposa y madre, ahora mismo parece una de esas mujeres salvajes que todo quiere solucionarlo a través de los golpes. 

Si alguien la viera definitivamente no la reconocería, sus actitudes siempre son tan impecable y sus modales tan refinados que la mayoría de las personas que presenciaran un momento tan avergonzante, dirían que es una gemela suya por el parecido físico.

Mis padres quedaron levemente en shock hasta que por fin y gracias a los gritos de los gemelos, deciden intervenir y tirar de ella hasta separarla de María, el problema es que sus dedos se enredaron con el cabello.
— ¡Vieja loca!— no tengo que aclarar quién es la que grita eso.

Sigo sin entender porque mi madre se tomó tan a pecho un simple comentario que ni siquiera fue provocador.

"Soy de ellos y ellos son míos, tengo todo el derecho de estar aquí para apoyarlos ¿Se puede decir lo mismo de usted? No, porque quién más le importa es Ibrahim".

Sentía orgullo al escuchar la seguridad con la que lo dijo, fue reconfortante saber que nos apoya sin importar nada. La sonrisa me duró muy poco gracias al egoísmo de mi madre.

— ¡Vete de nuestras vidas! — el único que se mantiene alejado para preservar su seguridad es Ibrahim, no interviene ni con una ni con otra.

Tengo miedo a la reacción que pueda tener María cuando mamá la suelte, demostró con Ibrahim que sus puños son bastantes certeros, sí esas marcas dejó en él no me imagino lo que le hará a ella.

— ¡¡Hurrem, detente!! — es imposible separarlas, es peor que una pelea de perros.

— ¡Por el amor de dios, madre! — ese es Amin sosteniendo a María de la cintura para evitar una caída.

Por lo menos una mínima de suerte seguimos conservando, el abuelo no está aquí gracias a la señora Simmons, en ese caso la echaría por completo de la familia sin pensar en mis padres o en nosotros.

— ¡¿Qué demonios está pasando aquí?!— debemos separarnos un poco más de María, hasta su mala suerte se nos está pegando de tanto tiempo juntos.

La abuela de María no se detiene a mirar cómo maltratan a su nieta, empuja mis padres y tira del cabello de mi madre hasta separarla por completo, en sus dedos se logran ver algunos mechones del castaño oscuro natural de mi chica.

— ¡¿Quién es esta loca?! — y el peor enemigo de María hace acto de presencia, la sandalia — ¡Nadie toca a mi María! Ahora te voy a enseñar a respetar — efectivamente ahora es mi madre la que sufre el castigo.

¿Cómo es que pasamos del dolor de enfrentar a Ibrahim a una sesión de lucha libre?

— ¡Alto, por favor! Es mi esposa — pero no escucha razones, le sigue dando con la sandalia.

— Abuelo, detenla — ese es Abdil, raro que él mismo no intervenga.

Seguramente cree que mamá se lo merece, y no podría estar más de acuerdo con él.

— ¡Dale más fuerte!— alejamos al abuelo para que deje de dar aliento a más violencia.

— Nadie — golpe — se mete — otro más — con mi María — y no paran hasta que es la misma María la que interviene.

Foto internacional (TMHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora