∆Treinta y nueve∆

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María Isabel

No tengo fuerzas para levantarme de la cama, hace meses que no me sentía derrotada, nunca me permití estarlo porque sencillamente nadie en el mundo merece influir en mi ánimo o deseos de seguir, pero mi padre es un caso único y especial.  

Es que no puedo creer que tenga la cara para volver, años pasaron desde que le rogué de rodillas que no se fuera. 

Era una niña que amaba a su padre, uno que nunca le demostró amor pero que ingenuamente creyó se trataba por lo cansado de su día, trabajar hasta muy entrada la noche era lo que yo misma usaba de excusa para justificar sus palabras hirientes.

Cientos de mis dibujos paraban en el fuego de la chimenea por su cabreo, gritaba tan fuerte que en dos ocasiones recibimos la visita de los policías que me veían con lástima, sabían de que él era violento aun así no hacían nada. 

Esa es la justicia que mira para otro lado ante lo que debería combatir.

Dolia, el que tu propio padre te ignore o insulte, es tan traumático que hasta mis dieciocho años de vida frecuentaba tres veces a la semana al psicólogo, salir de allí con el rostro empañado en lágrimas era un día común, hasta la secretaria llevaba un paquete de pañuelos exclusivos para mi. 

Odiaba dar lastima, pero el psicólogo era donde me permitía liberarme de la pesada carga que yo misma no dejaba de cargar, saliendo del consultorio volvía a ser la mujer fuerte que pisaba sin dudar.

Antonio aparece en escena en mi segundo año de universidad, fue un gran apoyo como amigo, no imagine que de un confidente se transformaría en el amor de mi vida, se aprovechó de mi débil estado mental para enamorarme, pero no lo culpo a él, lo hago a mi misma por caer en una red que sabía me condenaría a sufrir.

No ocurrió por los Abad, llegaron a mi vida para borrar todo rastro de tristeza que Antonio originó con su egoísmo y falta de compromiso, mediante ellos entendí mi enorme dependencia emocional por un hombre que en lugar de sumar cosas a mi vida, las restó.

Siguen recostados junto a mí, ninguno se ha movido un solo centímetro, les pedí que vinieran conmigo y no dudaron en dejarlo todo para cumplirlo. Les conte una pequeñísima parte de mi pasado, la razón por la continuamente rechazaba su idea del matrimonio. 

¿No es esa una demostración fiel de cariño? Porque de algo estoy segura, sus corazones ya sienten algo por mi, un sentimiento que comparto de igual manera con ellos.

— La amo — esas tiernas palabras me dejaron sin aliento, por poco me delato al querer gritar por la impresion. 

— Nosotros también la amamos — los gemelos detienen mi corazón por una milésima de segundo.

Si seguimos así moriré de un ataque cardíaco. 

— Me vuelve loco, hay días en que quiero atarla a un avión y enviarla de regreso a España, pero mi vida volvería a ser la monotonía de antes, su sonrisa me devuelve la alegría y la esperanza de formar una familia — definitivamente morí y estoy en el cielo. 

Baruk es cariñoso, solo conmigo porque con sus primos la cosa cambia.

— Lindo discurso y todo pero ¿La amas o no? Me confundí — aguanto la risa ante el quejido de dolor de Anás, seguramente lo golpeó. 

— Si, la amo ¿Ahora sí entiendes o te hago un diagrama? — me encanta que sea sarcástico, es una de las cosas que compartimos.  

Me inquieto internamente cuando Amin no responde, es como si meditara aquellas palabras que por alguna razón mi corazón ansiaba oír. 

Foto internacional (TMHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora