∆Cincuenta y uno∆

12.6K 1.2K 33
                                    

María Isabel

Mi cuerpo y mente descansan como nunca antes gracias a lo bien que salió la cena, claro que no voy a minimizar el momento de tristeza cuando Ibrahim les relató la misma historia que a mí, nada fue diferente, hasta el más pequeño detalle coincidió.

Vi el alivio en los ojos de Ibrahim cuando tres de cinco le creyeron al terminar, solo quedaban los más duros con él, Amin y Burak.

Mis gemelos se apoyaron en mis hombros a la hora de  llorar minutos después de llegar a la mansión, decidí ir con ellos a dormir porque Burak necesitaba estar solo y repetir la narración en su mente hasta entender un poco más que su hermano no es el monstruo que creyó.

Amin durmió dentro de su despacho, supongo que investigando más sobre Morindia Analdi y su padre, alguien todavía desconocido para mí. Brauk fue el que más me preocupó, no se quedó aquí anoche y eso que ya son horas de desayunar porque los cinco deben partir a la empresa.

Ya es la tercera noche que no duerme en la mansión, no quiere decirnos a dónde va o quién se ve. No desconfío de él, es un hombre honesto y sé que me ama, pero ¿Y si alguien le hace algo? Con lo que contó Ibrahim las sospechas de que alguien desea hundir a los Abad es innegable, por eso creo que lo mejor es permanecer juntos lo más que se pueda.

Estoy segura de que si Morindia no dudó en destruir la relación de hermanos, nada la detendría que aumentar la apuesta a algo más riesgoso que implique la vida de alguno.

¿Qué es lo que quieren? Ya se sabe que destruir a los Abad, pero no entiendo bien el contexto de eso, algo más hay detrás y solo lo sabremos cuando encontremos al padre de esa perra que casualmente viajó a Francia hace dos días.

Preparar el desayuno era una tarea que disfrutaba mucho, comer con ellas antes de verlos partir hasta el mediodía y a veces hasta la noche; hoy no es así, estoy desanimada por no poder hacer nada para ayudar, sentirme inútil e impotente no pasaba desde que veía a mi madre beber hasta perderse.

— Mierda — susurro cuando por poco meto la mano en el horno a la hora de hornear las galletas — Doble mierda — los huevos se queman — ¡Triple mierda! — esa última fue por mi estrepitosa caída de culo al suelo, hace un rato salpiqué un poco de agua y olvidé secarlo.

Les diré que desayunemos fuera hoy, es eso o morir a mis manos por no concentrarme en la comida. 

Suspiro sin levantarme, al contrario, recuesto el resto de mi cuerpo para descansar algo, anoche no dormí por los nervios y la incertidumbre, pensando en cómo llegar a Morindia sin que ella se lo espere o que me eche apenas me vea.

Esa máscara de niña buena que no lastima una mosca sólo puede ser sacudida por mi, no se controla cuando ve que alguien la superó en algo y en mi caso fue enloquecer a los cinco Abad que ella deseaba.

Voy a ser su peor pesadilla, el que me subestime es algo que usaré a mi favor.

— ¿Linda vista? Siempre me gustó el techo de la cocina, pero no tanto como para quedarme acostado mirando — Baruk por fin recuerda que tiene casa.

Oh Dios, soné igual a mi abu cuando llegaba tarde.

— ¿Si? Porque últimamente dudo mucho que seas capaz de hasta entrar a la cocina — juro que recriminar era lo último que quería, pero fue espontáneo.

— ¿Hablamos? Es hora de que por lo menos sea honesto contigo — una enorme bandera roja queda sobre mí, salto del susto al creer que era una imaginación mía.  — Oh, no te preocupes por la bandera, la compré a pedido de Burak.

No voy a preguntar la razón, estoy segura que es una broma para Amin.

— ¿No vas a mentirme? Porque es lo que has hecho estos días — se lo pregunté directamente más de tres veces en los seis días que pasó fuera de la mansión, siempre es lo mismo.

Foto internacional (TMHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora