∆Cuarenta y uno∆

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Amin

No soy admirador de las sorpresas, no las odio pero tampoco las espero, sin embargo María ha hecho de mi cumpleaños el mejor con una fiesta que es muy divertida.

El día empezó de lo peor, temprano ya estaba rumbo a la empresa para solucionar un fraude que seguimos desde hace seis meses, alguien nos ha robado más de cinco millones de euros y creemos estar cerca de obtener la cabeza de ese traidor desagradecido.

Es tanto lo que tengo en la cabeza con Ibrahim y Esteban Ortiz que mi propia fecha de nacimiento pasó por alto, no lo recordé hasta entrar en la mansión y ver a mi familia reunida.

Ahora entiendo la insistencia de mi abuelo de comer con él, el bastardo guiaba a mi primo y hermano para alejarme cada vez más de la mansión, nos faltó poco para llegar a los límites de la ciudad.

Honestamente pensé que me estaban secuestrando, ninguno decía nada y lo poco que soltaban eran monosílabos sin mirarme a los ojos, rápidamente los descubriría si volteaban a mirarme.

Soy tan intimidante que hasta mi abuelo habla como loro cuando lo miro por unos minutos.

Mi trasero no abandonó la puta silla en dos horas, la reunión se extendió por culpa de las interrupciones de Baruk que por poco me hacen golpearlo para ver si su cerebro volvía a funcionar con normalidad.

Burak tampoco se quedaba atrás, en tres ocasiones fue al baño, al preguntarle dijo a viva voz que tenía diarrea y que su salud era más importante que una reunión.

Los socios lo miraban como a una payaso, no pareció pensar de inmediato en las consecuencias de ese dicho ya que varios de ellos le preguntaban cada tanto cómo se sentía, me alegró un poco ver su rostro rojo debido a la vergüenza.

Mi felicidad me duró muy poco porque terminada con esa reunión surgieron dos más ¡Seis horas en total! Siempre distribuí muy bien mis tiempos para no ahogarme en trabajo, mi salud mental es una prioridad desde que aquello pasó y casi destruye nuestra familia.

Las cosas no hicieron más que empeorar en el transcurso de la mañana, recibí la visita de Esteban Ortiz, enojado y gritando que no podíamos alejarlo de su hija.

No lo saqué a golpes porque me importa muchísimo mi imagen ante los empleados y el público en general, ese hombre no merece consideración ni un trato educado.

Esperaba llegar a la mansión, darme una ducha larga, buscar a mi María y dormir junto a su cálido cuerpo. Me reconforta tenerla en mi cama, duermo sin que las pesadillas me atormenten y lo mejor es que disfruto de pasar tiempo junto a ella.

Hermosa sorpresa me llevé al ver a mi familia reunida, la sala decorada con cientos de globos y una gran pancarta revitalizaron mi día, me alegré como hace años no pasaba.

María Isabel Álvarez, ella es la mujer que mejoró mi día como nadie más, soporta los comentarios de mi madre, unos que yo también ignoro o voy a arruinar mi propia fiesta.

— ¿Dónde nos escondemos? — me pregunta riéndose como una niña escapando de una travesura.

Y si, ni siquiera en mi niñez jugué a las escondidas, mi madre no lo permitía porque le parecía tonto e infantil.

— Ven, solo el abuelo y yo conocemos esto — nos agachamos cuando Anás pasa cerca de nosotros, por poco y nos ve, sostengo la mano de mi chica y con la otra aprieto un botón muy bien escondido detrás de las escaleras.

— ¿Un pasadizo secreto? ¡Está de coña! — entramos cuando ella grita.

— Mi amor, no levantes la voz o van a descubrirnos — asiente emocionada o eso creo ya que estamos en la oscuridad, para solucionar eso aprieto la perilla de la luz.
Me encanta ver la sonrisa de María, es la más genuina que he visto.

Foto internacional (TMHA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora