Condena eterna

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Khalil, tienes que despertar, tu madre aún está viva, tienes que encontrarla; su cuerpo no apareció por un motivo en específico, porque no había forma de demostrar su muerte.

- Eso es cierto. -

El joven abrió sus ojos de golpe, sorprendido por la voz en su cabeza que le había hablado en sus sueños.

- Si su cuerpo no está, significa que sigue viva. -

Tomó todos sus materiales para asistir a la escuela, vistió rápidamente su uniforme de combate, y corrió en busca del transporte público; en todo su trayecto de camino a la academia, su emoción y entusiasmo por encontrar a su madre viva fueron floreciendo con cada segundo que pasaba.

- ¡Háganse a un lado! -

Khalil fue empujando a todo mundo, rebasando incluso a los mismos vehículos de la ciudad, con el único fin de llegar lo antes posible a su aula. Una vez que llegó a la academia, se dio cuenta que no habían abierto las puertas para acceder, pues apenas eran las cuatro de la mañana.

- Aún falta una hora para que abran, maldita sea. -

Sin autorización, él saltó por los tejados de la academia para lograr entrar a los recintos, y así poder acceder a la biblioteca de la escuela.

- ¡Por aquí deben estar! -

Después de un rato de búsqueda en las librerías, encontró ese libro que necesitaba.

- "Desapariciones espontáneas", una de las interrogantes más grandes de todo Barmyr. -

Leyó, leyó, y leyó lo más rápido que podía, absorbiendo tanta información como una esponja; su inteligencia era tan gigante como su determinación, de eso no había duda, pero su inocencia también era del mismo tamaño.

- Khalil, ¿Qué haces aquí? -

Una voz afeminada le había llamado, sorprendida y hasta cierto punto asustada.

- ¡La chica de ayer! -

- ¿Cómo sabes que yo...? -

- Tengo memoria fotográfica, al igual que me aprendo el rostro humano de una sola vista. -

Sin dejar de leer, Khalil siguió hablando con Kenny, sin siquiera darle una mirada.

- ¿Qué haces aquí? -

- Leyendo, ¿no es obvio? -

- Pero tus clases inician hasta las ocho de la mañana. -

- Sí, y las tuyas hasta las nueve. -

- Pero yo soy la encargada de la biblioteca. -

Al escuchar eso, ahora sí, Khalil dejó a un lado su libro, se acercó bruscamente a Kenny, y con una mirada profunda preguntó:

- ¿Hay algún libro sobre desaparecidos? -

Ella estaba temblando de tenerlo tan cerca, su corazoncito no iba aguantar a tanta presión.

- Sin incluir el que tienes, creo que solo hay uno más. -

- ¡Excelente! Lo necesito. -

- Pero es de la bodega prohibida, no puedo acceder a él. -

- Eres la encargada, ¿no? -

- Pero también soy alumna, no me van a dar tantas libertades. -

- Tendré que robarlo, entonces. -

- ¡No! Veré qué puedo hacer. -

- Gracias... ¿cómo te llamas? -

- En serio no me recuerdas - susurró molesta. -. Me llamo Kenny, no lo vayas a olvidar. -

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora