Orates

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Gunnar caminó hacia las instalaciones, sin ningún tipo de miedo a que lo vieran entrar; una vez dio un paso dentro, Khalil corrió por los laterales para empezar su infiltración hacia lo más profundo.
Los Orates no tardaron en notar la presencia de Gunnar en las instalaciones, sintiendo nervios incluso en su locura, sudando frío, y conscientes de que no la tendrían fácil. La parte frontal del gulag vacía dejaba ver la silueta imponente del joven Desertor caminando a la entrada principal; todos los Orates vigías empezaron a llamar refuerzos para hacerle frente, pero ni con todos los que habían en la instalación serían suficientes.
El viento soplaba como de costumbre, Gunnar se quedó quieto a unos cuántos metros de la entrada, poniendo de los nervios a los Orates, quienes no dejaban de esperar a que hiciera su primer movimiento; él tomó una bocanada de aire, expulsándolo lentamente mientras todos lo veían.

– ¿Van a salir a jugar? ¿O van esperar a que yo entre por ustedes? –

Los Orates mantuvieron su posición, asustados y nerviosos, pero el Códice del Alma los obligó a salir; todos los controlados corrieron hacia Gunnar, quien sacó un reloj de arena de su bolsillo y lo asentó tranquilamente en el suelo, dándole la vuelta para que empezara el conteo.
Mientras tanto, Khalil se había logrado colar en las instalaciones, viendo cómo no dejaban de salir corriendo uno tras otro los Orates que custodiaban las zonas más interiores.

– ¿Estará bien que lo deje solo? Solo espero que los distraiga y no intente enfrentarlos, se ven muy peligrosos. –

Con todo y su preocupación, no pudo hacer nada más que continuar avanzando por el lugar. En su camino, encontró pedazos de humanos que habían sido brutalmente desmembrados y con marcas de dientes por todas sus extremidades; las cosas no se ponían mejores conforme más se adentraba, sino todo lo contrario, encontró cabezas de personas colgando en ganchos de carnicería, sin duda era un lugar horrible para los más sensibles.

– ¿Dónde está el Códice? –

Se siguió adentrando, hasta que finalmente pudo sentir la magia de un Códice cerca, enfriando el aire y creando un aura de misterio y terror por los pasillos largos y estrechos de aquellas instalaciones abandonadas. En uno de esos pasillos, Khalil se asomó en una esquina que conectaba con una sala bastante más extensa, encontrándose con la amarga sorpresa de ver al sujeto que había partido a la mitad a su profesor hace unos días.

– Ese maldito. –

Khalil quiso acercarse de manera sigilosa, pero el hombre extraño miró directo hacia él, ya que había sentido la presencia de un segundo Códice.

– Mierda, tengo que irme. –

Quiso correr, pero el sujeto no tardó en usar un ataque de viento que atravesó todas las paredes en un segundo, llevando a Khalil hasta el patio del gulag, donde otros tres Orates lo esperaban ansiosos de sangre fresca.

– Mierda, no esperaba esto. –

Los tres Orates usaron su fuerza para intentar golpear a Khalil con sus puños, pero él logró escapar de entre todos los golpes, escabulléndose hasta una posición donde pudiera ver a los tres en cuerpo completo.

– Hora de hacerlos mierda. –

Khalil cargó su puño de fuego, corriendo hacia el Orate más cercano que tenía; esquivando sus golpes lentos, el joven solo necesitó de un puñetazo ascendente para destrozarle la mandíbula; seguido de eso, una explosión de fuego desintegró al primer Orate. Los otros dos quisieron escapar, pero el Códice nuevamente los obligó a continuar, volteando hacia Khalil y corriendo para atacarlo.

– ¿No lo están haciendo a voluntad? –

Él vio el momento en que ambos fueron obligados a regresar, por lo que intentó no asesinarlos esta vez; al primero lo esquivó y lo derribó por encima de su hombro, cual judoca; el segundo quiso tomar al joven por la espalda, pero Khalil se logró liberar del agarre, moviéndose de inmediato detrás de él y noqueándolo de un puñetazo simple.

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora