Un secreto bien guardado

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Una vez subieron hasta la azotea del hospital, Gunnar lo soltó y empezó a explicarle lo que estaba sucediendo.

– Tu Códice exige intercambiar partes de tu cuerpo con las de los Desaparecidos. –

– ¿Pero por qué ahora? No lo había hecho antes. –

– Quizá porque ya no le estás suministrando conocimiento, genio. –

– Buen punto, pero, ¿por qué quiere cambiar partes de mi cuerpo? –

– Mientras más partes de otros Desparecidos lleves encima, más fácil será para el Códice controlarte. –

– ¿Controlarme? ¿Por qué haría algo así? –

– Porque eres el único con la capacidad de soportarlo, por eso. –

Khalil se quedó perplejo, intentando procesar y analizar todo lo que estaba sucediendo.

– Aceptaste a uno de los Desaparecidos, mientras más sean, peor será para tu mente. –

– Eso no pasará. –

– Sí, eso dicen todos. –

Gunnar se dio la vuelta y se preparó para saltar del edificio y desaparecer, pero esta vez, Khalil lo detuvo al sujetarlo del hombro.

– Quédate, Gunnar, te necesito. –

– No pienso formar parte del ejército, nunca. –

– ¿Por qué? Hay muchas cosas buenas que tiene. –

– No me des ese discurso otra vez. – dijo en voz baja.

– Salvan personas, pelean por la libertad y...

– Y ayudan al país, lo sé. –

– ¿Entonces por qué no te unes? Podrías ser un Nix junto a Nycte y a mí. –

– Prefiero mantenerme lejos de ellos, y tú también deberías. –

Gunnar desapareció frente a Khalil, aprovechando su parpadeo para irse; el joven no entendía el odio que Gunnar tenía hacia los militares, pero tampoco quería seguir insistiendo con eso, por lo que decidió regresar a su habitación del hospital después de la plática que habían tenido. Al entrar de vuelta al hospital, Arkadya estaba haciendo una escena gigantesca al estar gritando por todos lados cuál era el paradero de Khalil.

– Hey, aquí estoy. –

– ¡Khalil! ¡No deberías estarte moviendo! –

Ella se acercó a él, lo tomó de la espalda y las piernas, y lo alzó como si de una princesa se tratara.

– Casi gastas toda tu magia con el tiro de tu arco, debes descansar. –

– Tranquila, ya estoy bien. –

– No te exijas demasiado, no pienso dejar que te pase algo. –

Al ver los ojos de preocupación de Arkadya, Khalil no pudo evitar tener esa misma sensación de cuando Gunnar se le acercó demasiado, con la diferencia de que Arkadya logró acelerar el corazón de Khalil a mil por hora.

– Por hoy, tu entrenamiento acabó, pero ve a verme en el campo de tiro al dar medianoche. –

– ¿Por qué? –

– Solo hazlo. –

– ¿Qué no hay toque de queda? –

– Los Nix no tenemos esa y muchas más restricciones. –

Ella le regaló una sonrisa a Khalil, mientras que él se sintió libre al escuchar eso.

– Por cierto, tenías razón, Nycte logró salir del Duat una segunda vez. –

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora