Compras, boda y piratas

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Las niñas ardilla corrían por toda la tienda departamental, subiéndose a los juegos de la plaza junto a los niños que también pasaban por ahí; mientras Gunnar y Ketz pasaban tiempo de calidad juntos, sus miradas no dejaban de cruzarse cada que uno hablaba de algo importante.

– Te tengo una pregunta, anciano. –

– Claro, dime, hija mía –mencionó burlón.

Molestando a la serpiente como era costumbre, a Gunnar le encantaba verla molesta.

– ¿Por qué empezaste a salvar gente? –

– Es una larga historia, pero si pudiera resumirlo, diría que por amor. –

– Sé más específico, siento como si te importara un bledo hablar conmigo. –

– Me enamoré de una persona maldita por un Códice hace cientos de años. –

– ¿Qué no los Códices son incapaces de enamorarse? –

– Al contrario, son los que más amor sienten, debido a que son magia pura acumulada. –

Ella se quedó sorprendida del dato, mientras una extraña sensación le llegaba al ver tan de cerca a Gunnar, calentando su cuerpo.

– ¿Y cuál es la maldición que tanto te ha dañado? –

– Esa persona debe morir y revivir hasta que mi magia se agote. –

– Hey, eso es bastante horrible, en verdad. –

– Lo fue al inicio, me adapté al poco tiempo y ahora es menos doloroso. –

– ¿Cómo soportas perder a alguien que amas tanto? –

– Amando más de lo que la tristeza pueda golpear. –

Admirando la valentía y fuerza emocional de Gunnar, ella sabía que estaba frente a alguien digno de su admiración.

– ¿Y las niñas? –

Gunnar apuntó hacia los juegos para menores, mostrando que ellas ya no estaban ahí; Ketz, preocupada a más no poder, se empezó a comportar cual mamá histérica, buscando a sus pequeñas por todo el centro comercial.

– Ellas no tienen magia, si algún fan acosador les hace algo, no me lo perdonaré. –

Dispuesta a destruir toda la plaza para encontrarlas, Gunnar la detuvo antes de que provocara una catástrofe. Evighet las rastreó con su magia, consiguiendo la información casi de inmediato.

– Están en las máquinas de peluches. –

– Deben haber visto algo muy tierno o muy feo. –

Gunnar tomó a Ketz de la mano, moviéndose juntos a la velocidad del rayo hasta las niñas.
En la peor situación que pudieron imaginar, Sussy no paraba de llorar con gran intensidad, mientras su hermana la asustaba con un peluche horrible de un conejo sanguinario.

– Sally, ¿Qué te dije de estar metiéndole ideas a tu hermanita? –

– No es mi culpa que sea tan débil de la mente. –

La mirada de Ketz decía todo, obligando a Sally detener su actuación terrorífica hacia su hermana; las niñas se calmaron en cuanto abrazaron a la serpiente, felices de que haya llegado.

– Pareces su madre. –

– ¿Quién crees que las crió? –

– Ahora entiendo por qué están traumadas. –

Las dos pequeñas se soltaron de Ketz, corriendo hacia Gunnar para entregarle el peluche del conejo a él; Evighet tomó al afelpado amigo con mucho gusto, sin darse cuenta de lo que había hecho.

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora