Milityum

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Ese mismo día, desde la cabaña abandonada de Khalil, Gunnar llegó a visitar a su amigo con un montón de comida basura y bebidas gaseosas poco saludables.

- ¡Khalil! Hoy podemos tomarnos el día libre, ¿Y si vemos...? -

Gunnar únicamente vio a una Nycte sentada frente al televisor, masticando una bota.

- ¡Gun! Menos mal que llegas, ¡secuestraron a mi Khairiñito hermoso! -

Ella se lanzó a los pies del inexpresivo Gunnar, quien solo la veía con rareza.

- ¿Quién lo secuestró? -

- Esos sujetos malvados. -

Gunnar alzó su mirada, encontrándose con pedazos de militares siendo devorados por plantas carnívoras y algunos siendo consumidos por hongos de lo más raros.

- No me digas que tú hiciste esto. -

- Yo solita, soy muy fuerte por si no sabías. -

- ¿Por qué matar a todo un escuadrón de militares? -

- Entraron a la casa y se pusieron a revisar mis cosas, entonces pensé que eran ladrones. -

- Los ladrones no usan botas y mucho menos ropa camuflada, ¡IDIOTA! -

Gunnar dejó las bolsas de todo lo que llevó, y seguido de eso, le dio un tremendo golpe a Nycte que la hizo llorar del dolor.

- Ahora estamos en muchísimos más problemas. -

- ¿Por qué? ¿Son personas importantes? -

- Son militares, eso es aún peor a que fueran importantes. -

- ¿Mandarán a Bastet por nosotros? -

- Tampoco son para tanto, pero tenemos que irnos de aquí lo antes posible. -

- ¡Oki Doki! -

Ella ya tenía lista sus maletas desde hace unas cuántas horas, dejando a Gunnar sorprendido.

- Puedo seguir el rastro de magia de Khalil, así que vamos, si lo secuestraron, habrá que ir a salvarlo. -

- ¡Buena idea! Mi Khairiño debe estar asustado. -

- Conociéndolo, me preocupa más lo que tenga por decir que por hacer. -

Ambos agarraron sus cosas y se fueron a toda velocidad en busca de su amigo, no sin antes llevarse todas las golosinas en sus manos.
Mientras tanto, Khalil estaba organizando su habitación cuando una mujer gritó desde la puerta cuando lo vio:

- ¿Quién dejó entrar a un vagabundo? -

Khalil se dio la vuelta encontrando cara a cara con su compañera de habitación: una chica pálida que desbordaba confianza sobre sí misma a montones, derrochaba ego y expulsaba soberbia en cada palabra que salía de su boca.

- ¿Disculpa? -

- Te disculpo, cariño, pero ten cuidado de no manchar de pobreza mi cama. -

Ella pasó a la habitación, tomó su uniforme y entró al baño para cambiarse.

- ¿Por qué me tocó a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto? - pensó irritado.

Al salir del baño, el uniforme que usaba era muy diferente al que había visto en los campos de prueba, el de ella llevaba una mascarilla de metal que cubría su nariz y boca.

- ¿No eres de infantería? -

- ¿Qué? ¿De infantería yo? ¿Me ves de color centavo o qué? -

- Era más que obvio que no, olvida la pregunta. -

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora