Resplandece en algún lugar

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Luchando con gran ferocidad, aferrado a sus convicciones y con una voluntad inquebrantable, el Bastet luchaba codo a codo con su equipo; sin embargo, un escalofrío lo hizo detenerse de manera súbita. De las ruinas de lo que alguna vez fue KhalInc, una figura de largo vestido salió entre todo el desastre: portando una corona de jeringas y un vestido con las rosas más bonitas y filosas; la única con la capacidad de causar tal catástrofe solo podía ser su amiga.

– ¡La Dama!

La directora de la organización de tecnomagos luchaba contra varios monstruos, sin darse cuenta del peligro que acechaba detrás de ella; Kishibe quiso advertirle del monstruo que ahora iba por su cabeza, pero La Dama no reaccionó a tiempo: un gran ramo de espinas y agujas se incrustaron por la espalda de la directora, punzando su espina dorsal mientras inyectaba un veneno tan letal como para acabar con cientos de elefantes.

– La segunda mayor problemática, lo lamento.

Una explosión interna hizo que La Dama esparciera sus órganos por todo el lugar; a la par, Nycte llamó a sus monstruos para devorar los restos de la mujer.

– ¡Maldita perra! –gritó furioso.

Kishibe arremetió contra ella, empuñando su bate para golpearla sin cesar; aún con su movimiento rápido, la velocidad de Nycte estaba muy por encima, dejando atrás al beisbolista. La Princesa de la Calamidad no iba tras el Bastet, sino por alguien de mayor importancia táctica.

– ¡Ten cuidado, Calli!

Kishibe quiso correr hacia su amiga, pero las bestias de Nycte lo hicieron retroceder. La Princesa continuó acercándose a la portadora de la Maldición más poderosa, sin alguna pizca de pacifismo; a pesar de su acercamiento veloz, la mujer gato logró golpear a la Calamidad con sus tentáculos de oscuridad.

– ¡No dejaré que le hagas nada!

– Lo siento, pero el problema no es contigo.

La Princesa creó tallos debajo de Guppy, inyectando en las plantas de sus pies un veneno paralizante; la mujer gato apenas y sentía sus músculos, pero su magia aún permanecía funcional. De un latigazo aún más potente que el anterior, logró alejar a Nycte de su objetivo.

– Tú no estabas en la lista de él, pero estás dando muchos problemas.

Usando solo una mano, la Portadora de la Calamidad intentó arrancarle el corazón a la mujer gato; sin embargo, su desesperación por matar a la joven la hizo perder de vista a su objetivo.

– Abaddon, devora.

La Maldición tomó a Nycte de lo pies y empezó a arrastrarla por toda la ciudad, mientras intentaba comerla viva.

– ¿Estás bien? Las jeringas parecen llevar veneno.

– Sí, ya lo noté.

La oscuridad de Guppy detuvo que las toxinas siguieran esparciéndose por su torrente sanguíneo; una vez liberada de la parálisis, las dos amigas corrieron para reunirse con el Bastet lo antes posible. Kishibe había destrozado todas las bestias mientras empuñaba el arma de La Dama en una mano y su bate en otra.

– Kishibe, ¿Alguna idea?

– Deben encontrar a Mei y huir en busca de ayuda.

– ¿Y tú qué piensas hacer?

– ¿No es obvio? Le pondré fin a esa perra.

– Pero ella es demasiado poderosa.

– Yo lo soy aún más.

El Bastet extendió su bate de metal, cargándolo con energía atómica por cada parte de él.

– Huyan, salven a Mei y busquen a Khalil, yo me ocupo de ella.

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora