Delirio nihilista

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Desperté, ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Siquiera estoy viva? Solo veo a un hombre de gabardina negra mirándome desde la esquina de esta habitación llena de musgo y paredes rotas, ¡ESPEREN!
Sí me esperaron, qué buenos son.
Las oigo, voces en mi cabeza que no paran de gritar y suplicar, ¿Las asesiné? ¿O acaso me asesinaron? Me siento muerta en vida, pero con más energía que nunca.

- Al fin despiertas.

- Ay, mierda, estás vivo.

Por un momento, creí que ese hombre tan misterioso y seductor solo era una alucinación mía, pero parece ser mucho más que eso, ¿Mi ángel de la guarda?

- Tu nombre es...

- Nycte, lo sé.

¿Cómo lo sé? Nunca había conocido a alguien que se llame así, es más, nunca había conocido a nadie, ¿Pero a quién le importa? Mi nombre es genial.

- No, de hecho...

- Ese es mi nombre, ¿Tienes un problema, cabeza de pino?

- Ninguno, es solo que no era el que te había escogido.

- ¿Eres mi papá?

- Para nada, soy solo un amigo tuyo.

- ¡Amigo! Genial, ¿Cómo te llamas?

- La personas me dicen Cazador.

- Eso es un oficio, bobito. Ya sé, te llamaré Hamilton.

Tampoco he conocido a un Hamilton en mi vida, pero el nombre se le vino a la mente de solo verle la cara.

- Para eso, mejor te digo un nombre que me guste.

- Soy toda oídos, metafóricamente.

- No hacía falta la aclaración.

- ¡Ya sé! Bruno Díaz.

- ¡No! Llámame Orión.

- Entendido, Orinón.

Este sujeto cree que no sé nada de mitología como para pensar que no conozco a los dioses de todo el mundo; le seguiré su juego porque no se ve que tenga malas intenciones.

- ¿Y bien? ¿Qué hacemos aquí, Ori?

- Estamos a millones de kilómetros de la ciudad más cercana, te traje para que pudieras despertar sin molestia alguna.

- ¿Abusaste de mí?

Mi magia reaccionó de inmediato, invocando raíces plagadas de agujas por todos lados; lo sostuve sin querer con todos esos tallos, clavándole múltiples jeringas por su cuerpo muy bien ejercitado.

- ¡Nunca caería tan bajo! Solo te traje para que no te despertara el ruido de la ciudad.

- Bueno, si es así, te perdono, Orinón.

Lo solté de inmediato, a lo que él se regeneró casi de manera instantánea; sea quien sea, no parece débil en lo absoluto. Después de que me contara un poco de todo lo que había pasado y sobre lo que teníamos que hacer, entendí muchas cosas: existe un Códice malvado que quiere matar a los humanos, lo llaman el Códice de la Eternidad (realmente suena como alguien malvado). Me confesó que él no tiene la capacidad de matarlo, ya que su magia es demasiado débil para eso; sin embargo, la razón de mi despertar fue en específico para acabar con el maldito de la Eternidad.

- ¿Y cómo sé que tú no eres el de la Eternidad?

- ¿Por qué te mandaría a matarme?

- No sé, mi loco, podría ser un plan de suicidio perfecto. Una chica hermosa acaba contigo como un último deseo, ¿Hay algo más macho?

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora