Laboratorio

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En medio de una de las calles por las que los tres amigos corrían en búsqueda de las personas atrapadas, un Infectado con la apariencia de un niño los interceptó; el pequeño estaba temblando, con la cara pálida y una respiración agitada. La Infectada que los acompañaba se puso a la defensiva: mostrando sus garras y dientes hacia el callejón por el cual había corrido con anterioridad aquel infante; de la calle oscura y llena de neblina, un segundo Infectado apareció: con un aspecto más bien descuidado y desaliñado, tenía la vista fija en el pequeño.

– ¿Quién es ese?

– Hombre malo, quiere comer al niño.

Cindy empezó a gruñir para alejar al sujeto, pero este no retrocedió. En contra de todo pronóstico, la pelea fue evitada gracias a la velocidad con la que Khalil reaccionó; dejó impresionada incluso a Nycte con ese movimiento tan ágil: Faez había rebanado la cabeza del hombre en dos y de inmediato lo incineró desde dentro. La regeneración del Infectado no pudo contrarrestar el ataque de Khalil, provocando que cayera muerto en el asfalto

– No tenemos tiempo qué perder, acaben con cualquiera que intente detenernos.

Cindy vio a Khalil con una enorme admiración hacia su fuerza inhumana y su bondad.

– ¿De quién es el niño? – preguntó confusa.

El Infectado pequeño estaba llorando mientras agarraba a Nycte de su traje.

– ¿Es de fiar?

Khalil se acercó al niño y lo agarró de su cabeza; preparó un ataque con su magia de fuego, listo para incinerar al pequeño en caso de ser una amenaza. Sin embargo, Cindy detuvo a los dos amigos para que no acaben con él; ella mostró una vez más sus dientes y garras, lista para desgarrar a cualquiera que intentara dañar al infante.

– Es un niño, no es malo.

– No lo sé, uno ya no puede confiar tan a la ligera de las personas, menos en este país lleno de locos.

– Nadie toca a los niños. – dijo furiosa.

Cindy no paraba de gruñirle a Khalil, mostrando una parte de ella tan humana que incluso hizo cuestionarse a Faez si realmente era una Infectada. La manera en la que protegía al niño, su desesperación por verlo bien, y aquella forma de plantarse frente a Khalil, hizo a los dos compañeros bajar su hostilidad; el pequeño dejó de llorar en cuanto sintió cómo las cosas se calmaron, fijándose mejor en dónde estaba. El Infectado infantil quiso salir corriendo en cuanto notó que la única de su especie era Cindy, pero esta última no lo dejó irse.

– Tranquilo, son buenos.

El niño lo entendió a la perfección, pero no quiso separarse de Cindy bajo ningún concepto. Una vez que se calmó, el pequeño empezó a hablar con la Infectada; Khalil y Nycte no entendieron absolutamente nada de lo que estaban diciendo, pero el verlos tan amistosos, los relajó un poco.

– Su mamá murió.

– ¿Los Infectados tienen padres?

– Recuerdo haber leído algo así en el libro de mi padre, decía algo de que asocian figuras paternas y maternas así como nosotros; después de todo, son creados a base de humanos.

– Eso tiene mucho sentido, la verdad.

– Lo que no tiene sentido, es que este niño sea capaz de sentir afecto.

Khalil no dudó en volver a alzar la mano tras decir esas palabras, asustando al pequeño y alterando a Cindy.

– Basta, Khalil, lo mejor será ir al laboratorio de tu padre para entender; dudo que sepas más de ellos que él.

Sin lugar en ningún ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora