Capítulo 15: Rivales

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El sol comenzaba a ponerse sobre el circuito, tiñendo el cielo de tonos naranjas y púrpuras. Los motores rugían a lo lejos mientras los mecánicos realizaban los últimos ajustes en los autos, y el murmullo del paddock se mezclaba con el aroma a neumáticos y gasolina. Emma se sentía atrapada en un remolino de emociones mientras ajustaba su casco y miraba de reojo a Leah Rossi, la exnovia cuya sombra parecía alargarse sobre cada rincón de su vida y de la pista.

Leah Rossi, era una piloto talentosa y conocida por su agresividad en la pista, había sido fichada recientemente por el Scuderia Leon. Pero su relación con el equipo, y especialmente con Emma, iba más allá de la competición. Leah era la exnovia de Emma, y su llegada prometía añadir una capa adicional de tensión a las ya de por sí intensas carreras.

Emma y Leah habían tenido una relación apasionada pero tumultuosa. Se conocieron en el circuito de carreras cuando ambas eran prometedoras novatas. Su conexión había sido inmediata, basada en su amor compartido por el automovilismo y su ambición desmedida. Sin embargo, sus personalidades fuertes y competitivas a menudo chocaban, y su relación finalmente se desmoronó bajo el peso de sus diferencias y la presión de la competición.

Ahora, años después, Leah había regresado a la vida de Emma, no como pareja, sino como rival directa en la pista. Cuando Emma se enteró de que Leah se unía al Scuderia Leon, sintió una mezcla de sorpresa y aprensión.

Emma respiró hondo, centramndo su atención en su auto, pero el ruido de los pasos firmes de Leah le hizo levantar la mirada. Leah se acercó con la misma sonrisa desafiante que recordaba tan bien, esa que era mitad burla, mitad admiración.

—Hola, Emma. Parece que volvemos a encontrarnos en la pista, ¿eh? —dijo Leah, con un tono cargado de intenciones ambiguas.

Emma intentó mantener la compostura. No quería que Leah viera ni un atisbo de las emociones revueltas que la presencia de su exnovia le causaba.

—Hola, Leah. Supongo que las cosas nunca cambian, ¿verdad? —contestó Emma, con una sonrisa tensa que no llegaba a sus ojos.

Leah se encogió de hombros, como si el pasado entre ellas fuera algo tan fácil de dejar atrás como un casco viejo.

—Depende de cómo lo mires. Estoy aquí para ganar, como siempre. Espero que estés lista para una competencia real. Lo de hoy fue solo suerte.

Las palabras de Leah calaron hondo, pero Emma no estaba dispuesta a mostrarse afectada. Había trabajado demasiado duro para llegar a donde estaba, y no permitiría que nadie —ni siquiera Leah— le hiciera dudar de su capacidad.

—Siempre estoy lista, Leah. Veremos quién sigue cruzando la línea de meta primero.

Leah mantuvo la mirada por un instante, y aunque sus ojos mostraban la misma competitividad que siempre, también había algo más: un destello de reconocimiento, de respeto mutuo, tal vez incluso de arrepentimiento. Sin embargo, no había tiempo para sentimientos complicados en la pista. Leah asintió ligeramente antes de dar media vuelta y alejarse hacia su equipo, dejando a Emma con el ruido de sus pensamientos y el eco de los recuerdos.

Sin decir más, Leah se alejó hacia su equipo, dejando a Emma sola con sus pensamientos. La rivalidad entre ellas seguía intacta, pero también había un atisbo de comprensión mutua, una conexión forjada en la ardiente pasión de la competencia.

La tensión entre ambas no pasó desapercibida para nadie. El paddock entero parecía respirar en ese silencio incómodo que quedaba tras sus interacciones. Julián, el ingeniero jefe del equipo de Emma y uno de sus amigos más cercanos, no pudo evitar acercarse después de presenciar la breve conversación.

—¿Estás bien? —preguntó Julián, con preocupación en su voz.

Emma asintió, aunque sus ojos traicionaban una mezcla de emociones.

—Sí, estoy bien. Solo tengo que mantenerme concentrada en la próxima carrera. Leah es solo otra rival en la pista.

Pero ambos sabían que Leah no era simplemente “otra rival.” Ella conocía a Emma más allá de la pista, conocía sus fortalezas, sus debilidades, y esa conexión emocional que una vez las unió ahora se sentía como una amenaza latente. Emma intentaba convencerse de que todo estaba bajo control, pero la realidad era que Leah tenía una capacidad única para meterse bajo su piel.

Mientras intentaba centrarse de nuevo en los ajustes de su auto, Emma sintió una presencia a su lado. Se volvió y vio a Alexia Putellas, la estrella del equipo de fútbol y su inesperada compañera de apoyo en estos tiempos complicados. Alexia había estado siguiendo de cerca las carreras y las dinámicas del equipo, especialmente desde que se enteró de la incorporación de Leah. Aunque los deportes que practicaban eran diferentes, el espíritu de competencia y la presión constante eran algo que las unía más allá de sus mundos separados.

—¿Estás bien? —preguntó Alexia, su voz llena de preocupación genuina—. Vi la carrera, y parecías estar luchando ahí afuera.

Emma agradeció la preocupación de Alexia, aunque no quería mostrar ninguna vulnerabilidad. Sabía que Leah era un tema delicado y no quería que esa vieja historia interfiriera en su desempeño.

—Estoy bien, Alexia. Fue una carrera difícil, pero logramos mantenernos en la pista. Y gracias por estar al tanto.

Alexia asintió, pero Emma pudo ver la preocupación en sus ojos.

—Sí, estuve siguiendo la carrera de cerca. Y también estoy al tanto de lo que está pasando con el equipo, en especial contigo. No tienes que enfrentar esto sola, Emma. Somos un equipo, ¿recuerdas?

Emma asintió, sintiendo una mezcla de gratitud y alivio. Sabía que tenía el apoyo de Alexia y el resto del equipo, incluso en los momentos más difíciles.

—Gracias, Alexia. Significa mucho para mí.

Emma observó a Alexia mientras esta se alejaba hacia el resto del equipo, dejando tras de sí un aura de compañerismo y lealtad que Emma necesitaba desesperadamente en ese momento. A medida que la silueta de Alexia se desvanecía entre la multitud del paddock, Emma sintió que algo cambiaba dentro de ella. La conversación con Leah había sido un recordatorio de todo lo que había dejado atrás, pero también de lo mucho que había crecido desde entonces.

Esa noche, en su habitación de hotel, Emma se recostó en la cama y dejó que los recuerdos inundaran su mente. Pensó en las largas noches en las que ella y Leah solían planificar sus carreras, en los momentos en los que sus manos se entrelazaban en la oscuridad y en las peleas que siempre parecían terminar en reconciliaciones apasionadas. Ahora, todo eso pertenecía a otro tiempo, a otra vida. Emma se giró hacia la ventana y observó las luces de la ciudad parpadeando en la distancia. Sabía que tenía que dejar el pasado atrás y concentrarse en lo que estaba por venir.

La siguiente carrera se acercaba y, con ella, la oportunidad de demostrar no solo su habilidad, sino también su determinación para superar cualquier obstáculo, incluso los fantasmas del pasado. Emma se preparó mentalmente para enfrentarse no solo a la pista, sino también a las emociones que Leah había reavivado. Había algo catártico en cada vuelta, en cada maniobra, como si con cada movimiento dejara atrás un poco más del peso de su historia compartida con Leah.

Pistas Cruzadas - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora