Capítulo 89. La Terapia

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La lesión de Alexia había sido un golpe devastador no solo para ella sino también para Emma, su equipo y sus seguidores. Las primeras semanas después del diagnóstico fueron una montaña rusa de emociones: miedo, esperanza, frustración, la visita de jenni, y una profunda incertidumbre sobre el futuro. A medida que Alexia comenzaba su proceso de rehabilitación, se dio cuenta de que el camino hacia la recuperación sería largo y lleno de obstáculos.

Los primeros días en la clínica de rehabilitación fueron los más duros. Alexia, acostumbrada a la intensidad del entrenamiento y la competencia, ahora se enfrentaba a la realidad de su fragilidad. Los ejercicios eran dolorosos y limitados, y la progresión parecía desesperantemente lenta.

—No puedo hacer esto, Emma. Siento que estoy retrocediendo en lugar de avanzar —dijo Alexia, exasperada, después de una sesión particularmente difícil.

Emma, siempre la voz de la razón y el apoyo, trató de calmarla.

—Es solo el comienzo, Alexia. Necesitas darte tiempo. Los médicos dijeron que esto es normal —respondió, sosteniendo la mano de Alexia.

Pero las palabras de Emma, aunque reconfortantes, no siempre lograban aliviar la frustración creciente de Alexia.

A medida que las semanas avanzaban, la lucha no era solo física sino también mental. Alexia empezó a cuestionar su capacidad para regresar a las canchas. La ansiedad y el miedo de no poder volver a su mejor forma la consumían.

—¿Y si nunca vuelvo a ser la misma? —confesó Alexia durante una sesión de terapia con su fisioterapeuta, Susana.

—Esa es una preocupación válida, Alexia. Pero la recuperación es un proceso y cada pequeño avance cuenta. Necesitas creer en ti misma tanto como nosotros creemos en ti —le dijo Susana, tratando de infundirle ánimo.

Emma, por su parte, hacía todo lo posible para estar a su lado, pero la tensión empezaba a pasar factura en su relación. Las discusiones se volvieron más frecuentes, principalmente debido a la frustración de Alexia y su incapacidad para manejar el estrés.

—No entiendes lo que estoy pasando, Emma. Esto es mi vida, mi carrera. No puedo soportar la idea de no volver a jugar —le gritó Alexia una noche, después de que Emma tratara de animarla con una cena especial.

—¡Estoy aquí tratando de ayudarte! No eres la única que está sufriendo. Esto también es difícil para mí, pero estoy haciendo todo lo que puedo —respondió Emma, con lágrimas en los ojos.

La presión de la rehabilitación y las expectativas de todos empezaron a pesar más. Alexia se volvió más irritable y distante. Había días en los que simplemente no quería levantarse de la cama.

—No puedo más, Emma. Siento que estoy atrapada en un ciclo sin fin de dolor y decepción —admitió Alexia, su voz quebrada por el llanto.

Emma abrazó a Alexia, sintiendo su propia desesperación pero sin perder la esperanza.

—Vamos a superarlo juntas. Un día a la vez, Alexia. Necesitamos mantenernos fuertes —le dijo, tratando de infundirle algo de su propia fortaleza.

Las sesiones con Susana continuaron, y aunque había pequeños progresos, parecían insignificantes comparados con el esfuerzo y el dolor invertido. Alexia comenzó a cuestionar si valía la pena seguir adelante.

Una tarde, durante una sesión particularmente intensa, Alexia se derrumbó. Había intentado un nuevo ejercicio de resistencia que resultó ser demasiado doloroso. Susana intentó motivarla, pero Alexia, abatida, se desplomó en el suelo.

—¡Ya no puedo más! ¡Estoy cansada de esto! —gritó Alexia, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Susana se arrodilló a su lado y la miró fijamente.

—Escucha, Alexia. Nadie dijo que esto sería fácil. Pero sé lo fuerte que eres. Has superado obstáculos antes, y este es solo otro que vas a conquistar. No te rindas ahora —dijo Susana con firmeza, sosteniéndola por los hombros.

Emma, que había llegado justo en ese momento, corrió hacia Alexia y la abrazó con fuerza.

—Lo lograremos, Alexia. Lo prometo —dijo Emma, con voz quebrada pero decidida.

Poco a poco, con el apoyo inquebrantable de Emma y la guía experta de Susana, Alexia empezó a notar mejoras significativas. Aunque el progreso era lento, cada pequeño avance le devolvía un poco de la confianza perdida.

—Hoy lo hiciste mucho mejor, Alexia. Estoy realmente impresionada —dijo Susana al final de una sesión en la que Alexia había logrado completar un ejercicio sin dolor.

—Gracias, Susana. No podría haber llegado hasta aquí sin tu ayuda —respondió Alexia, con una sonrisa de gratitud.

Emma también notaba el cambio. Las noches de llanto y frustración fueron reemplazadas lentamente por conversaciones más optimistas y momentos de risa.

Sin embargo, a medida que Alexia comenzaba a sentir algo de mejoría, su carácter también comenzó a cambiar. Volvió a ser la persona terca y arrogante que había sido antes de su relación con Emma. Cada pequeño éxito en su recuperación parecía inflar su ego y disminuir su gratitud hacia los que la habían apoyado.

—Sabía que lo lograría. Siempre he sido la mejor —declaró Alexia, después de completar un ejercicio particularmente desafiante.

Emma, aunque feliz por los avances de Alexia, comenzaba a sentirse inquieta. La arrogancia de Alexia volvía a emerger, y sus comentarios despectivos y falta de reconocimiento por el apoyo recibido empezaban a crear una nueva tensión entre ellas.

—Alexia, todos estamos aquí para ayudarte. Esto no es solo tu logro, es un esfuerzo conjunto —le recordó Emma, tratando de mantener la armonía.

—Claro, Emma, pero al final soy yo la que tiene que hacerlo. Nadie más puede —respondió Alexia con un tono que desbordaba autosuficiencia.

Finalmente, después unas semanas de arduo trabajo y dedicación, llegó el día de la evaluación médica final. Alexia estaba nerviosa, pero también sentía una nueva confianza en sí misma. Susana y Emma la acompañaron al hospital.

El médico revisó sus informes, la evaluó minuciosamente y, después de un tenso silencio, sonrió.

—Alexia, me complace decirte que has hecho un progreso notable. Estás oficialmente dada de alta para comenzar a entrenar de nuevo. Pero recuerda, esto es solo el comienzo. Necesitarás seguir cuidándote y entrenando con cuidado —dijo el médico.

Las lágrimas de alegría brotaron de los ojos de Alexia. Emma la abrazó fuertemente, ambas llorando de alivio y felicidad.

—Lo hiciste, Alexia. Sabía que lo lograrías —dijo Emma, su voz llena de emoción.

—No podría haberlo hecho sin ti. Gracias por no dejarme rendir —respondió Alexia, besándola.

Aunque las palabras de Alexia eran agradecidas, Emma sentía que la gratitud no era tan sincera como antes. El camino hacia la recuperación de Alexia había sido duro, pero la verdadera prueba para ambas aún estaba por venir: manejar el regreso de la arrogancia de Alexia y redescubrir su humildad y gratitud.

Pistas Cruzadas - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora