Capítulo 3: El Debut de Emma

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El amanecer bañaba el circuito con una luz dorada, prometiendo un día lleno de emociones y adrenalina. El bullicio del equipo llenaba el aire mientras se preparaban para la carrera, cada sonido se mezclaba con la tensión palpable que impregnaba el ambiente. Para Emma García, este día representaba más que un simple debut; era la culminación de años de sacrificio, dedicación y lucha contra las expectativas propias y ajenas. Era el momento de demostrar que todo el esfuerzo y las largas horas de entrenamiento valían la pena. Sin embargo, bajo su fachada de calma y entusiasmo, se escondía una lucha interna con la falta de confianza que amenazaba con socavar su rendimiento.

Las semanas de preparación habían sido extenuantes, tanto física como mentalmente. El peso de las expectativas se sentía como un yunque sobre sus hombros, y aunque Emma había demostrado tener el talento y la determinación para estar allí, su mente estaba plagada de dudas. Había trabajado incansablemente para llegar a este punto: las prácticas, los simuladores, las reuniones tácticas, cada pequeño detalle había sido minuciosamente planificado y ejecutado. Pero en esos minutos previos a la carrera, todo ese trabajo se sentía insignificante frente al miedo que crecía dentro de ella.

Emma se encontraba en el garaje del equipo, observando cómo los mecánicos ajustaban los últimos detalles de su coche. El rugido de los motores resonaba en sus oídos, un sonido familiar y a la vez intimidante. Se pasó una mano por el pelo, tratando de calmar los nervios que bullían en su interior.A su alrededor, los ingenieros revisaban los datos de última hora en las pantallas, los mecánicos apretaban tornillos y verificaban la presión de los neumáticos. El ambiente era una mezcla de concentración y tensión, cada persona inmersa en sus tareas específicas, sabiendo que cualquier error, por mínimo que fuera, podría costarles la carrera. Emma intentaba empaparse de la confianza que emanaba de su equipo, pero sentía que el miedo se infiltraba en su mente como un veneno lento.

—¿Lista, Emma? —preguntó Luis, uno de los mecánicos, con una sonrisa alentador. Era uno de los más conocía bien a Emma. Había visto cómo evolucionaba desde sus días en las categorías inferiores, siempre destacando por su habilidad y perseverancia. Luis había sido testigo de los triunfos y caídas de Emma, de cómo se levantaba una y otra vez después de cada fracaso, pero también conocía sus miedos, esas dudas que la asaltaban en los momentos más inesperados.

—Sí, lo estoy —respondió Emma, intentando que su voz no temblara.Asintió y se forzó a sonreír, aunque por dentro todo era un torbellino de emociones. Se esforzaba por mantener la compostura, pero sentía como si su corazón latiera a mil por hora, cada pulsación retumbando en sus oídos como un recordatorio constante de la presión que sentía. Trató de recordar sus sesiones de entrenamiento, las largas horas de simulador, las charlas motivacionales con el psicólogo del equipo. Pero en ese instante, nada de eso parecía suficiente. Sentía como si estuviera a punto de saltar al vacío sin paracaídas.

La verdad era que no se sentía lista en absoluto. Las expectativas eran altas, no solo de su equipo, sino también de ella misma. Sabía que su debut no solo era una oportunidad de brillar, sino también de demostrar que tenía lo necesario para estar en ese nivel, compitiendo con los mejores pilotos del mundo. El apoyo de su familia, amigos y seguidores estaba presente, pero también era una carga adicional que la obligaba a querer ser perfecta. Cada mensaje de ánimo que había recibido en los días previos, cada palabra de aliento de su familia, se mezclaba con la presión que ella misma se imponía, creando una tormenta de emociones difíciles de manejar. La presencia de Alexia Putellas, una figura imponente y reconocida, solo añadía presión. Emma sabía que este debut no era solo sobre ella, sino también sobre demostrar que el proyecto del equipo de F1 Academy tenía un futuro prometedor. Todo el trabajo en equipo, la confianza depositada en ella, y la visibilidad de tener a una figura como Alexia observándola, le recordaban que el fracaso no era una opción.

Pistas Cruzadas - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora