Cada día traía consigo una mezcla de pequeños avances y grandes desafíos para Alexia, mientras atravesaba uno de los momentos más difíciles de su carrera. La sala de fisioterapia se había convertido en su segunda casa: un lugar que combinaba dolor, sudor y esfuerzo, pero también esperanza y un profundo deseo de superación. La rutina de ejercicios parecía interminable; desde levantar pequeñas pesas hasta estirar sus músculos rígidos, cada movimiento era una lucha constante contra las limitaciones de su cuerpo lesionado.
Emma siempre estaba a su lado, animándola en cada sesión, asegurándose de que Alexia no perdiera la motivación ni se rindiera. Su presencia era una mezcla de apoyo silencioso y palabras de aliento, proporcionando la estabilidad emocional que Alexia necesitaba. Sin embargo, a pesar de su fortaleza, los días malos superaban a los buenos. Las lágrimas brotaban fácilmente, ya fuera por la frustración de no poder hacer lo que antes resultaba sencillo, o por el miedo constante de que su carrera podría terminar antes de lo esperado.
Una tarde, mientras Alexia intentaba completar una serie de estiramientos de piernas, su mirada se fijó en la puerta de la sala. La concentración se rompió cuando una figura alta y familiar apareció en el umbral. Emma, que estaba ayudando a Alexia a corregir su postura, también se detuvo al ver la expresión de sorpresa en el rostro de Alexia.
—¡Alexia! —exclamó la figura, con una voz cálida y llena de cariño. Era Jenni, una antigua compañera de equipo y amiga de Alexia, con quien había compartido algunas de las etapas más importantes de su carrera en el Barcelona.
Alexia soltó la banda elástica que sostenía con sus manos y se quedó mirando a Jenni, sin poder creer que realmente estaba ahí. El rostro de Alexia se iluminó al verla, una chispa de alegría que no había mostrado en semanas.
—¿Jenni? ¿Qué haces aquí? —preguntó, sorprendida pero visiblemente emocionada.
Jenni se acercó y la abrazó con suavidad, cuidando de no lastimarla. A pesar de la distancia y del tiempo que había pasado desde la última vez que se vieron, el vínculo entre ellas seguía intacto.
—Me enteré de lo que te pasó y supe que tenía que venir. No podía quedarme sin hacer nada mientras mi mejor amiga atravesaba algo así —explicó Jenni con una sonrisa, su tono lleno de firmeza y calidez.
La presencia de Jenni trajo un nuevo aire a la sala. Alexia y Jenni habían sido más que compañeras de equipo; habían sido confidentes en los momentos difíciles, apoyándose mutuamente en sus respectivas luchas dentro y fuera del campo. Emma, que había estado observando el reencuentro con una mezcla de curiosidad y alivio, se presentó con una sonrisa.
—Hola, soy Emma —dijo, extendiendo la mano.
Jenni la estrechó con entusiasmo. —Jenni, un placer conocerte. Alexia me ha hablado mucho de ti —respondió con sinceridad.
A medida que pasaban los días, Jenni se instaló en Barcelona para estar cerca de Alexia durante su recuperación. Aunque ya no jugaban juntas, su conexión seguía siendo tan fuerte como siempre. Jenni sabía exactamente lo que Alexia estaba atravesando; ella misma había enfrentado una grave lesión en su carrera y había vivido los altibajos emocionales de la rehabilitación. Fue esa experiencia la que la impulsó a quedarse, a ser un apoyo adicional para Alexia cuando más lo necesitaba.
—Recuerdo cuando me lesioné —contó Jenni un día, mientras acompañaba a Alexia en sus ejercicios de rehabilitación—. Pensé que nunca volvería a jugar al nivel que quería. Los días malos me superaban, y sentía que mi carrera había terminado. Pero una cosa aprendí: la recuperación no es solo física. También es mental y emocional. Hay que creer en una misma, incluso cuando el cuerpo no responde como antes.
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Pistas Cruzadas - Alexia Putellas
FanfictionLa apasionante vida de Emma, una piloto de Fórmula 1, y Alexia, una estrella del fútbol, se entrelaza en una historia de amor, desafíos y triunfos. Desde las pistas de carreras en Barcelona hasta los estadios de fútbol más prestigiosos del mundo, am...