Capítulo 45: La Crisis de Confianza

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El sol se asomaba apenas en el horizonte cuando Emma se levantó, sintiendo un peso abrumador en su pecho. La presión de las últimas carreras perdidas y la constante atención de los medios estaban afectando su confianza. A pesar del apoyo incondicional de Alexia, Emma comenzaba a dudar de sus habilidades como piloto. Cada mañana era más difícil levantarse de la cama y enfrentar un mundo que parecía siempre demandar más de ella, un mundo donde sus fracasos se amplificaban mientras sus logros se desvanecían rápidamente.

Emma se sentó en la cama, mirando su reflejo en el espejo. Sus ojos mostraban el cansancio acumulado y la incertidumbre que la consumía. Había dedicado su vida al automovilismo, pero ahora sentía que todo se estaba desmoronando. La falta de buenos resultados en las últimas carreras había dejado una huella profunda en su espíritu. Las derrotas no solo representaban puntos perdidos; eran golpes directos a su confianza, a su identidad como piloto. En cada vuelta, cada curva mal tomada, sentía cómo su sueño se alejaba un poco más.

—No puedo seguir así —murmuró para sí misma, sintiendo una ola de desesperación mientras pasaba una mano temblorosa por su cabello desordenado.

El día comenzó como cualquier otro, con un desayuno rápido y una visita al garaje. Emma intentaba concentrarse en los ajustes del coche, pero su mente estaba en otra parte. Las herramientas, los neumáticos, y el zumbido constante del equipo trabajando se volvían un ruido de fondo casi insoportable. La relación falsa con Alexia, que inicialmente parecía una solución temporal para mantener a raya a los medios y desviar la atención de sus fallos en la pista, se había convertido en una carga adicional. La constante actuación frente a los medios y el público era agotadora, y cada sonrisa forzada le recordaba la distancia entre su vida pública y su verdad personal.

Alexia, consciente del estado de ánimo de Emma, intentaba animarla siempre que podía. Se había convertido en su refugio, en su única vía de escape de la presión abrumadora. Sin embargo, la presión de mantener las apariencias en su relación falsa también comenzaba a afectarla. Las bromas y los momentos de ternura que compartían en público parecían vacíos, y la tensión entre ellas aumentaba. A pesar de las risas ensayadas y los gestos calculados para las cámaras, la soledad y la incomodidad crecían en los momentos en los que no había nadie observándolas.

En el garaje, el equipo de Emma notó su falta de concentración. Durante una sesión de práctica, cometió varios errores que no eran característicos de ella: frenadas demasiado tardías, giros imprecisos y una falta de agresividad que antes era su sello distintivo. Alex, el ingeniero jefe, un hombre experimentado y paciente que había visto a muchos pilotos atravesar altibajos, decidió hablar con ella.

—Emma, ¿podemos hablar un momento? —preguntó Alex, señalando un rincón tranquilo del garaje, lejos del ruido ensordecedor de los motores y del bullicio del equipo.

Emma asintió, sintiendo el nudo en su estómago apretarse aún más. Se apartó del coche, sus manos aún manchadas de grasa, y se dirigió hacia Alex con los hombros caídos, como si llevara el peso del mundo sobre ellos.

—Sé que las cosas han sido difíciles últimamente, pero necesitamos que estés en tu mejor forma. Eres una de las mejores pilotos que hemos tenido, y no podemos permitirnos más errores —dijo Alex, con una mezcla de firmeza y preocupación en su voz.

Emma asintió, pero las palabras de Alex solo aumentaron su ansiedad. Sabía que su equipo confiaba en ella, pero esa confianza se sentía como una carga insoportable cuando sus propios miedos y dudas la paralizaban.

—Lo sé, Alex. Estoy haciendo todo lo posible, pero siento que estoy fallando en todo —admitió Emma, con la voz quebrada. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se las tragó, incapaz de permitirse esa vulnerabilidad delante de los demás.

Pistas Cruzadas - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora