Capítulo 76: El Viaje a la Playa

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Después de la intensa temporada, tanto en el automovilismo como en el fútbol, Alexia y Emma decidieron que era momento de tomarse un merecido descanso. La victoria épica de Emma antes del parón de temporada les brindó la excusa perfecta para escapar de la rutina y disfrutar de unos días de tranquilidad juntas. Eligieron una playa tranquila y aislada, lejos de las multitudes y los paparazzi, un lugar donde pudieran desconectarse del mundo y simplemente disfrutar de la compañía mutua.

El sol de la tarde bañaba el paisaje en tonos dorados cuando el coche de Alexia se detuvo frente a una pequeña casa frente al mar. La brisa marina acariciaba sus rostros mientras bajaban las maletas y se dirigían a la acogedora casa de playa que habían alquilado.

—Este lugar es perfecto, Alexia. Justo lo que necesitábamos —dijo Emma, respirando profundamente el aire salado y sintiendo la paz que emanaba del entorno.

Alexia sonrió, feliz de ver a Emma relajada y contenta.

—Sabía que te gustaría, amor. Tenemos todo el fin de semana para nosotras, sin preocupaciones, solo tú y yo —respondió, dándole un suave beso en la mejilla.

La primera mañana en la playa comenzó con un despertar lento y perezoso. Sin alarmas ni horarios que cumplir, ambas se quedaron en la cama, disfrutando de la calidez del sol que entraba por la ventana. Alexia, siempre madrugadora, fue la primera en levantarse y preparar un desayuno especial: panqueques con frutas frescas y miel, acompañados de café recién hecho.

—Buenos días, hermosa —dijo Alexia, colocando la bandeja en la cama frente a Emma.

Emma, aún adormilada, se incorporó y sonrió al ver el delicioso desayuno.

—Eres la mejor, Alexia. No sé cómo podría empezar el día sin ti —dijo, antes de inclinarse para darle un beso en los labios.

Después del desayuno, se pusieron sus trajes de baño y se dirigieron a la playa. El agua cristalina y la arena blanca se extendían ante ellas, ofreciéndoles un paraíso privado. Pasaron la mañana nadando, jugando en las olas y tomando el sol. Emma, en un momento de travesura, tomó un puñado de arena y la arrojó a Alexia, provocando una batalla de risas y juegos que terminó con ambas rodando por la arena.

—Nunca cambiarás, ¿verdad? —dijo Alexia entre risas, limpiando la arena de su rostro.

—Nunca —respondió Emma, abrazándola fuertemente.

Después de un almuerzo ligero en la casa de playa, decidieron explorar los alrededores. Caminando de la mano por la orilla, encontraron una pequeña cala oculta, donde las rocas formaban piscinas naturales llenas de vida marina. Se sentaron en una de las rocas, observando los pequeños peces y cangrejos que se movían en el agua.

—Este lugar es mágico —murmuró Emma, recostándose en el pecho de Alexia.

—Sí, lo es. Y es aún más especial porque estás aquí conmigo —respondió Alexia, acariciando suavemente el cabello de Emma.

La primera noche decidieron hacer una cena romántica. Alexia había preparado un menú especial para sorprender a Emma: ensalada Caprese como entrada, salmón en costra de hierbas con puré de patatas y espárragos al grill como plato principal, y fondue de chocolate con frutas frescas de postre.

—Esto es increíble, Alexia. No puedo creer que hayas hecho todo esto —dijo Emma, admirando la mesa decorada con velas y flores.

—Quería que nuestra primera noche aquí fuera perfecta, como tú —respondió Alexia, sirviendo la ensalada.

Durante la cena, hablaron de sus sueños y planes para el futuro, riendo y compartiendo recuerdos. Cada vez que Alexia veía a Emma sonreír, su corazón se llenaba de amor.

Después de la cena, se dirigieron a la terraza con una copa de vino cada una. La luna llena iluminaba el mar y las estrellas brillaban en el cielo. Se acurrucaron en una manta, disfrutando de la tranquilidad y el silencio, roto solo por el suave murmullo de las olas.

—Emma, quiero que sepas cuánto te amo. Estos días contigo han sido perfectos, y no puedo imaginar mi vida sin ti —dijo Alexia, mirándola a los ojos.

—Yo también te amo, Alexia. Eres todo lo que siempre soñé y más —respondió Emma, inclinándose para besarla suavemente.

Los besos se volvieron más apasionados, y las manos de Alexia comenzaron a explorar el cuerpo de Emma con ternura. La noche se llenó de susurros y promesas de amor eterno, mientras se entregaban completamente la una a la otra.

El segundo día siguió lleno de momentos felices y relajados. Pasaron la mañana haciendo paddle surf y la tarde en una hamaca doble, leyendo y disfrutando de la compañía mutua. Alexia no podía evitar besar a Emma constantemente, adorando cada momento que compartían.

—No quiero que estos días terminen —dijo Emma, acurrucándose más cerca de Alexia.

—No terminarán. Siempre tendremos recuerdos como estos y muchas más aventuras por vivir juntas —respondió Alexia, besándola en la frente.

El tercer día, Alexia sorprendió a Emma con un paseo en barco. Habían alquilado un pequeño yate privado para pasar el día navegando por la costa. La brisa del mar acariciaba sus rostros mientras el barco se deslizaba sobre las olas. Emma se recostó en los cojines del barco, dejando que el sol calentara su piel.

—Esto es increíble, Alexia. No puedo creer que hayas planeado todo esto —dijo Emma, admirando el paisaje marino.

—Solo quiero que tengas los mejores recuerdos de estos días, amor. Te lo mereces —respondió Alexia, acercándose para besarla suavemente.

Pasaron el día nadando en aguas cristalinas, explorando calas escondidas y disfrutando de un picnic a bordo. Alexia, siempre atenta, no dejaba de abrazar y besar a Emma, creando una atmósfera de amor y devoción.

El cuarto día lo dedicaron al relax total. Visitaron un spa cercano donde disfrutaron de masajes y tratamientos de belleza. Alexia no podía dejar de admirar lo hermosa que se veía Emma, con su piel resplandeciente y una sonrisa de pura felicidad.

—Eres preciosa, Emma. No puedo dejar de mirarte —dijo Alexia, mientras descansaban en una piscina de hidromasaje.

—Y tú eres mi pilar, Alexia. Me haces sentir tan amada y cuidada —respondió Emma, acariciando la mejilla de Alexia antes de besarla.

Esa noche, de regreso en la casa de playa, Alexia preparó una cena ligera. Decidieron llevar una manta y una botella de vino a la playa para disfrutar de la noche estrellada. Se acostaron juntas, mirando el cielo infinito.

—Sabes, Alexia, nunca me había sentido tan feliz como en estos días contigo. Siento que todo es perfecto cuando estamos juntas —dijo Emma, acurrucándose contra Alexia.

—Es porque estamos hechas la una para la otra, Emma. Eres mi alma gemela, y quiero pasar el resto de mi vida haciendo que te sientas así de feliz —respondió Alexia, besándola profundamente.

El último día en la playa llegó demasiado rápido. Mientras empaquetaban sus cosas, ambas sentían una mezcla de tristeza y gratitud por los momentos compartidos. Antes de partir, se tomaron un último paseo por la playa, mano a mano.

—Prométeme que siempre tendremos estos momentos, Alexia. Que no importa cuán ocupadas estemos, siempre encontraremos tiempo para nosotras —dijo Emma, con los ojos llenos de emoción.

—Lo prometo, amor. Este es solo el comienzo de todas nuestras aventuras juntas —respondió Alexia, abrazándola fuertemente.

Subieron al coche, dejando atrás la casa de playa, pero llevando consigo recuerdos imborrables de amor y felicidad. Mientras se alejaban, ambas sabían que no importaba lo que el futuro les deparara, siempre tendrían esos días perfectos en la playa como testimonio de su amor inquebrantable.

Pistas Cruzadas - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora