El sol se alzaba sobre el circuito, iluminando el día con una promesa de adrenalina y competencia. Emma, piloto talentosa y tenaz, y su equipo estaban listos para una nueva jornada de entrenamientos y preparativos. Sin embargo, un oscuro presagio se cernía sobre ellos, anticipando cambios inesperados y desafíos imprevistos.
En el paddock, el ambiente era vibrante. Los motores rugían y el sonido de herramientas resonaba mientras los mecánicos trabajaban con precisión y rapidez. Emma ajustaba su casco, una pieza que se había convertido en su segunda piel, y revisaba los detalles finales con su ingeniero principal, Julián. Habían trabajado juntos durante años, desarrollando una comunicación que no necesitaba muchas palabras. Julián podía percibir la más mínima variación en la voz de Emma para saber si algo iba mal, y Emma confiaba ciegamente en las decisiones estratégicas de Julián.
—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó Julián, mientras repasaba las estadísticas en su tablet.
—Lista para devorar la pista —respondió Emma con una sonrisa confiada, aunque en el fondo sentía una inquietud que no lograba definir.
Mientras Emma se preparaba para salir a la pista, algo llamó su atención. A pocos metros, Mario y Alejandro, dos de sus mecánicos más experimentados, conversaban en voz baja con una expresión de preocupación que no pasaba desapercibida. Emma, quien había desarrollado un sexto sentido para identificar problemas en el equipo, se acercó a ellos.
—¿Qué sucede, chicos? —preguntó Emma, notando la incomodidad en sus rostros—. ¿Hay algún problema con el coche?
Mario y Alejandro intercambiaron una mirada antes de responder. La tensión en sus cuerpos era palpable, y Emma sintió un nudo en el estómago.
—Emma, tenemos que hablar contigo sobre algo importante —dijo Mario, con una voz tensa—. No es sobre el coche, es... sobre nosotros.
Emma sintió cómo se aceleraba su pulso. No eran palabras que quisiera escuchar antes de un día de entrenamientos cruciales.
—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su mente ya empezaba a generar escenarios catastróficos.
Alejandro, visiblemente incómodo, tomó la palabra.
—Nos han hecho una oferta, Emma. Una oferta que no pudimos rechazar. Viper Racing nos ha contratado. Nos ofrecen un salario mucho mayor y mejores condiciones de trabajo.
Emma se quedó en silencio, procesando la noticia que cayó como una losa sobre ella. Viper Racing, uno de sus principales competidores, había dado un golpe maestro al contratar a dos de sus mejores mecánicos. Esto no solo debilitaba a su equipo, sino que también fortalecía a sus competidores directos, que no dudaban en usar estrategias cuestionables para ganar ventaja.
—No puedo creerlo —dijo finalmente, con una mezcla de decepción y comprensión—. ¿Cuándo se supone que se van?
—Inmediatamente —respondió Mario, con pesar—. Lo sentimos mucho, Emma. No queríamos dejarte así, pero la oferta era demasiado buena para rechazarla.
Emma asintió lentamente, sintiendo la pérdida de dos valiosos miembros de su equipo. Mario y Alejandro no eran solo mecánicos; eran parte de la familia que habían construido juntos, viviendo triunfos y derrotas. Emma entendía la lógica de su decisión, pero eso no hacía que doliera menos.
—Entiendo. No los culpo por tomar una oportunidad mejor. Les deseo lo mejor en su nuevo equipo —dijo Emma, tratando de mantener la calma—. Pero esto no será fácil para nosotros.
Después de despedirse de Mario y Alejandro, Emma fue a buscar a Julián. Sabía que necesitaba informarle de inmediato y encontrar una solución para el vacío que quedaba en su equipo. Las ausencias de Mario y Alejandro dejarían un agujero difícil de llenar, especialmente a tan pocos días de la próxima carrera.
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Pistas Cruzadas - Alexia Putellas
FanficLa apasionante vida de Emma, una piloto de Fórmula 1, y Alexia, una estrella del fútbol, se entrelaza en una historia de amor, desafíos y triunfos. Desde las pistas de carreras en Barcelona hasta los estadios de fútbol más prestigiosos del mundo, am...