Capítulo 55: Apoyo Incondicional

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Alexia había estado planeando la sorpresa durante días. Sabía que Emma estaba pasando por un momento difícil, entre las intensas prácticas de la Fórmula 1 y la presión constante de su equipo. Quería recordarle cuánto la amaba y demostrarle que, pase lo que pase, siempre estaría a su lado. Desde muy temprano esa mañana, Alexia se levantó con una energía especial y una lista de cosas por hacer en su cabeza. Tenía la intención de crear una noche mágica, algo que ayudara a Emma a olvidar, aunque fuera por unas horas, las tensiones y preocupaciones que tanto la agobiaban últimamente.

Primero, Alexia comenzó por arreglar la casa. No quería que fuera solo una sorpresa común; quería que todo estuviera perfecto, que cada rincón de su hogar reflejara el amor y la dedicación que había puesto en los preparativos. Limpiaba cada habitación con esmero, asegurándose de que todo estuviera impecable. Luego, pasó a la decoración. Sabía que Emma adoraba los pequeños detalles, así que se esmeró en crear un ambiente íntimo y acogedor. Puso velas aromáticas en cada esquina, sus aromas suaves llenando la casa con notas de vainilla y jazmín, los favoritos de Emma. A lo largo de la sala y el comedor, Alexia colgó luces cálidas y suaves, que proyectaban un resplandor tenue y romántico en las paredes.

Los pétalos de rosa no podían faltar. Alexia los dispersó con cuidado, creando un camino desde la entrada hasta el comedor. Todo estaba pensado al milímetro; cada pétalo, cada vela, cada luz tenía un propósito. Quería que Emma sintiera que entraba en un lugar especial, diseñado solo para ellas dos.

El toque final fue la música. Alexia preparó una lista de reproducción de las canciones favoritas de Emma, aquellas que habían sonado en momentos importantes de su relación: la canción que sonaba en su primer viaje juntas, la que habían escuchado en el auto camino a la playa, y aquella que se convirtió en su tema no oficial porque siempre lograba arrancarles una sonrisa. Con la lista lista, probó el sonido, ajustando el volumen justo para que se escuchara de fondo, lo suficientemente alto para llenar el silencio, pero no tanto como para interrumpir la intimidad de la conversación que esperaba tener con Emma.

Luego, Alexia se dedicó a cocinar. Sabía que Emma amaba la buena comida, y cocinar se había convertido en una de sus formas favoritas de expresar amor. Se pasó la tarde en la cocina, preparando los platos con dedicación y amor. Empezó por una entrada ligera, una ensalada de espinacas frescas, nueces caramelizadas y queso de cabra, aderezada con una vinagreta casera de miel y mostaza. Era uno de los platos favoritos de Emma, simple pero lleno de sabor. Para el plato principal, optó por algo más elaborado: un salmón en costra de hierbas con puré de papas cremoso y espárragos al grill. Sabía que a Emma le encantaba el pescado, y este plato era una mezcla perfecta de texturas y sabores que no solo se vería espectacular, sino que también deleitaría el paladar de Emma.

Para el postre, Alexia decidió hacer tiramisú, el favorito de Emma. Pasó varios minutos montando la crema, asegurándose de que la mezcla de café y licor tuviera el equilibrio perfecto. Al colocar el postre en el refrigerador, no pudo evitar sonreír al imaginar la expresión de Emma al probarlo. Todos esos pequeños detalles, la comida, la decoración, la música, eran un esfuerzo consciente por hacer que esa noche fuera inolvidable.

Finalmente, la hora llegó. Emma regresó a casa agotada después de un largo día de entrenamiento y reuniones. Todavía con el casco en la mano y los pensamientos de la pista corriendo en su mente, apenas notó las luces tenues que brillaban desde el interior de la casa. Al abrir la puerta, fue recibida por una suave melodía y un delicado aroma a rosas y vainilla. Emma levantó la vista, sorprendida por lo que veía.

—Alexia, ¿qué es todo esto? —preguntó, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y emoción.

Alexia sonrió con ternura, acercándose a Emma con pasos suaves. —Cierra los ojos, amor —dijo, tomando delicadamente las manos de Emma. Emma la miró con una mezcla de diversión y curiosidad, pero cerró los ojos, confiando plenamente en su pareja.

Alexia, con cuidado, colocó una venda suave sobre los ojos de Emma, ajustándola con un nudo ligero. —Confía en mí, te va a gustar —dijo, guiando a Emma por la casa. Emma siguió los pasos de Alexia, sintiendo el suave crujir de los pétalos bajo sus pies descalzos. El olor de la comida recién preparada flotaba en el aire, y la música suave resonaba en el fondo, creando un ambiente que se sentía como sacado de un sueño.

Cuando finalmente llegaron al comedor, Alexia retiró la venda con delicadeza, ansiosa por ver la reacción de Emma. —¡Sorpresa! —exclamó, con una sonrisa de oreja a oreja.

Emma abrió los ojos y quedó completamente asombrada. Ante ella, la mesa estaba elegantemente puesta, adornada con velas y flores frescas. Las luces suaves y cálidas creaban una atmósfera íntima y romántica que envolvía la habitación en un resplandor acogedor. Emma llevó una mano a su boca, claramente emocionada por la sorpresa.

—Esto es… increíble, Alexia. No esperaba nada de esto. Es hermoso. Gracias, de verdad —dijo Emma, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. Alexia la observaba con ternura, sintiéndose plena al ver la alegría en el rostro de Emma.

Se sentaron a la mesa, y Alexia comenzó a servir la comida. Emma probó la ensalada primero, disfrutando del contraste entre el queso de cabra cremoso y las nueces crujientes. —Esto está delicioso, Alexia. Has superado todas mis expectativas. No sé cómo haces para siempre sorprenderme —dijo Emma, mirando a Alexia con admiración.

—No tienes que agradecerme, amor. Solo quiero verte feliz. Sé que has estado pasando por un momento difícil, y quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre —respondió Alexia, apretando suavemente la mano de Emma a través de la mesa. Se podía ver en los ojos de Alexia cuánto significaba para ella hacer a Emma sentir amada y apoyada.

A medida que la cena avanzaba, la conversación fluía con facilidad. Hablaron de todo excepto de las carreras y los partidos, dejando a un lado las presiones de sus mundos profesionales para centrarse solo en ellas. Compartieron anécdotas, rieron de cosas tontas y recordaron momentos divertidos del pasado. Alexia se dio cuenta de cuánto necesitaban ambos ese respiro, un momento para reconectar y disfrutar de la compañía mutua sin preocupaciones.

Cuando llegó el momento del postre, Emma probó el tiramisú con una expresión de pura felicidad. —Está perfecto, como siempre. No sabes cuánto necesitaba esto, Alexia. Ha sido una semana dura, y estar contigo, así, hace que todo valga la pena.

—Tenerte a mi lado también me hace sentir así. Eres mi persona favorita en el mundo, Emma —respondió Alexia, inclinándose para darle un beso suave en los labios.

Después de la cena, Alexia llevó a Emma al sofá, donde había preparado la última sorpresa de la noche. Había elegido una película romántica que ambas habían querido ver juntas, pero que nunca encontraban el tiempo para disfrutar. —Pensé que podríamos terminar la noche con algo relajante —dijo Alexia, acurrucándose junto a Emma.

Emma se acomodó junto a Alexia, dejándose envolver por el calor de su abrazo. —Me parece perfecto. Eres increíble, Alexia. No sé cómo logras hacerme sentir así de especial —dijo Emma, besando suavemente la frente de Alexia.

Mientras la película avanzaba, las dos se sumergieron en la historia, aunque sus pensamientos estaban más en el momento que compartían que en lo que ocurría en la pantalla. Emma acariciaba el brazo de Alexia, sintiendo la suavidad de su piel, mientras Alexia dejaba pequeños besos en el cuello de Emma, cada uno provocando una sonrisa y un leve estremecimiento. La conexión entre ellas se sentía palpable, una mezcla de amor, deseo y complicidad que solo ellas podían entender.

—Me encantas, hermosa —susurró Alexia, deteniendo sus caricias por un momento para mirar profundamente a los ojos de Emma.

—Y tú a mí, preciosa —respondió Emma, besando a Alexia profundamente, un beso lleno de amor y gratitud.

Justo cuando la película alcanzaba su punto culminante, un golpe en la puerta rompió el momento, interrumpiendo la noche perfecta que Alexia había preparado con tanto esmero. Alexia se levantó, aún sintiendo la calidez de los labios de Emma en los suyos, y miró hacia la puerta, sorprendida por la interrupción.

—Quédate aquí, amor. Voy a ver quién es —dijo Alexia, caminando hacia la puerta con una mezcla de curiosidad y cautela.

Emma observó cómo Alexia se alejaba, su figura desapareciendo por el pasillo mientras una ligera sensación de inquietud la invadía. La noche había sido perfecta hasta ese momento, y una parte de ella temía que esa visita inesperada pudiera alterar la magia que Alexia había creado.

Pistas Cruzadas - Alexia Putellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora