80.

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— ¿Qué pasa? ¿Te siente superior ahora? ¿No te acuerdas de la basura que eras antes? ¿No te acuerdas que obligabas a las chicas a que se acostaran contigo? ¿A que eras un maldito monstruo? —Le preguntó bruscamente.

No iba a dejar que él la tratara como a una estúpida. Ella también podía jugar el juego.

Ella se metió en el ascensor y sintió el empujón que Adam le daba. Él prácticamente la pegó de la pared del ascensor. —No me provoques —le dijo a centímetros de sus labios. No lo hagas, ya bastante enojado estoy por saber que lo engañaste.

Nirvana sonrió. —Suéltame, Adam —le dijo mirándolo a los ojos—. No te tengo miedo.

Él la dejó libre y ella presionó la numeración del apartamento. Cuando entró, escuchó el llanto de Sarah, Susana la tenía en sus brazos calmándola. —Llegaste temprano —dijo la señora.

Nirvana asintió, tomó a la niña en sus brazos y la acurrucó contra su pecho. —Ya estoy aquí —dijo lentamente sentándose en la cama.

Adam se acercó a la niña y le dio un beso en la mejilla. — ¿Cómo está mi niña? —Le preguntó acariciando su pelo rojo.

Sarah se acercó a nirvana y se acurrucó en sus brazos. —Bien, ya la viste —dijo ella parándose de la cama con la bebé—. Ahora largo de mi casa.

Él se quedó observándola por unos segundos. — Nunca pensé que tú —empezó a decir.

—Cállate —dijo nirvana lentamente—. Justin también ha cometido errores, tú solo estás viendo los míos.

—Él te ama —dijo él con el ceño fruncido—. Él adora a esa niña.

Ella se quedó en silencio unos segundos. Apretó los ojos con fuerza y luego los abrió. Realmente no tenía nada que decir a eso. —Adiós Adam —dijo lentamente volviendo a su habitación.

No pudo dormir en lo que restó de la noche. Miró su aspecto en la mañana, se veía mal, muy mal. Se quedó en la cama, no quería ir al trabajo, había recibido llamadas de Omar, pero ella simplemente las eliminó de su móvil, no le interesaba hablar con nadie.

Le pidió a Susana que no se quedara en casa, no quería a ningún extraño cerca de ella, no como estaba. La niña había estado inquieta en todo el día. Lucía le habló, avisándole que Justin iba de camino a casa. Miró el reloj, ya había anochecido.

Cuando escuchó el timbre se paralizó. Respiró hondo. Le daba miedo abrir la puerta y verlo, pero lo que más le aterraba era ver su rechazo. Lo había hecho mal. Muy mal. Estaba realmente apenada, y no es que lo considerara a él la persona más perfecta, él también la había engañado. Pero eso no significaba que ella tenía que pagarle con la misma moneda, ella no debió hacer lo mismo. Porque aunque lo quisiera justificar en su interior como algún tipo de venganza privada, al final del día se sentía horriblemente mal.

Sarah estiró sus pequeñas piernas al piso. Nirvana abrió la puerta de la habitación y la vio correr hasta la entrada. Ella sonrió al ver a Justin y extendió sus pequeñas manos para que él la alzara en sus brazos, pero él ni siquiera la observaba. Él miraba en cualquier otra dirección, la estaba esquivando tanto a ella, como a Sarah.

—Ven aquí, amor —dijo lucía tomándola en sus brazos y dándole un beso en la mejilla, pero la niña no le prestó atención, su vista estaba concentrada en su padre.

—Justin... —empezó a decir Nirvana—. La niña no tiene que pagar por...

—Cierra la boca —dijo él bruscamente, liberándose de los brazos de Adam y caminando a paso lento hasta la habitación.

—Estás débil aún —dijo Adam tratando de sostenerlo, pero él se liberó nuevamente de su agarre—. ¡No necesito ayuda! —Gritó enojado.

Nirvana respiró hondo. Todo iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Y en efecto lo fue.

Él no quiso verla, no quiso hablar con ella, ni siquiera con la niña, él estaba en una especie de confinamiento mental, en donde la interacción con los demás era inexistente.

Justin estaba vestido con pantalones de chándal y sudadera, estaba sentado en el sofá, parecía enojado, pero en las últimas 72 horas también había estado en ese estado. Sinceramente, ella no podía permitir su rechazo hacia la niña, odiaba ver a Sarah triste.

—Bien —dijo llamando su atención—. Basta. He dicho que lo siento. ¿Qué más quieres que haga? —Le preguntó llevando ambas manos a sus caderas.

Él alzó la vista hacia ella y nirvana pudo notar que la mirada de decepción que había tenido hace unos días había sido sustituida por una enteramente de odio. Odio hacia ella.

—La niña no tiene que pagar, odiame a mí, no a ella.

Él se levantó lentamente del sofá y caminó hasta ella, por un momento pensó que la iba a golpear, pero las palabras que le susurró al odio dolieron mucho más que golpes.

—No sabes cómo me siento, no te llegas a imaginar la impotencia que siento ahora mismo al ver que tú... Que eres mi esposa, prefieres a un maldito perdedor antes que a mí. Te engañé con Sonia, pero ¿Cuántas veces me lo vas a hacer pagar? Dime cuántas veces más tendré que soportar que estés como una maldita puta con otro hombre. Me estás rompiendo el corazón, ¿No te das cuenta? ¿Dentro de toda tu maldita bondad y tus buenas intenciones no te das cuenta de que estás hundiendo a la única persona que ha estado contigo en las buenas y en las malas? ¿Qué pasa? ¿No soy merecedor de tu amor? Porque me siento como un completo imbécil en estos momentos —su voz se quebró—. ¿Por qué no solo te largas? ¿Por qué no solo me dejas enterrarme en mi miseria?

Nirvana sintió que las lágrimas caían por sus mejillas, acarició su mejilla. Y aunque sabía que el trasfondo de sus palabras gritaba "Quédate conmigo", también sabía que él necesitaba estar solo. A base de odio no arreglarían la relación. —Está bien —dijo lentamente—. Está bien. Me iré —dijo bajando la mano de su cara y caminando hasta la habitación de Sarah.

—Prefieres irte antes que aceptar que digo la verdad ¿No? —preguntó a gritos, pero ella no lo escuchó, tomó a la niña en sus brazos y salió de la habitación con las llaves del auto en su bolsillo.

— ¡No vuelvas más! —Le gritó él—. Espero que tengas una maldita mejor vida con ese imbécil, luego no vengas hacia mí cuando ni siquiera tengas para comer. Sarah aún es mi hija. Tú aún eres mi esposa. ¡Ustedes son mías, maldita sea!

Ella ni siquiera se volteó a mirarlo, lo próximo que escuchó fueron objetos estrellándose, pero ni siquiera eso la detuvo. 

Amor Destructivo II (Disponible en físico & PDF) Links en bio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora