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Se paró lentamente de la cama, empezó a quitarse las agujas que tenía incrustadas en el brazo. —No puede hacer eso —dijo un doctor, entrando A la habitación. —Ya estoy bien. Dígame ¿Dónde tengo que firmar?

Él respiró hondo, y la examinó, comprobó con sus propios ojos que ya estaba mejor, y la hizo firmar un papel. —Perfecto —dijo ella lentamente.

Había ropa en el asiento de la esquina, así que se vistió y se peinó, su apariencia no era la mejor, pero estaba presentable, o al menos algo presentable. Vio a Christopher entrar en la habitación. — ¿Estás lista? —Preguntó—. Vine tan pronto pude.

Ella asintió. Él trató de tomar a Sarah en sus brazos, pero la niña se resistió y lo pateó. —Está bien, me haré cargo —dijo Nirvana bajando a la niña al piso y tomándola de la mano. —Ahora llévame a casa.

Sinceramente no sabía a quién llamar, no quería recurrir a Lucía, porque de alguna forma ella era parte de la familia de Justin, no quería involucrar a Omar, porque sabía que lo primero que haría su esposo sería despedirlo, y no quería tener ese cargo de consciencia.

—Espera aquí un momento —dijo al verlo estacionarse frente al edificio en donde vivía. —Bajaré en unos minutos.

— ¿Segura? —Preguntó él, preocupado—. ¿Estarás bien?

Ella asintió, bajó del auto e hizo a Sarah caminar a su lado. La quería cargar, pero se sentía muy débil para hacerlo. La niña sonreía, era obvio que para ella esto era como regresar a casa, lástima que ya no podía seguir considerando el apartamento como su casa.

Abrió la puerta y notó que Justin estaba cruzado de brazos, observándola en medio de la sala. — ¿Qué haces aquí? —Preguntó bruscamente, Nirvana sintió como la pequeña niña se acobardaba, no esperaba encontrar a su padre enojado. — Seré breve —respondió avanzando a la habitación de Sarah e indicándole que buscara sus juguetes favoritos.

Nirvana sacó una maleta y empezó a echar ropa de la niña, lo necesario, luego fue a su habitación y buscó algunas piezas de ropa, Sarah corrió a su habitación mostrándole el peluche en forma de dinosaurio que Justin le había regalado. Eso la hizo sonreír. —Puedes traerlo —le dijo tomándolo y empacándolo.

Luego de unos minutos, salió a la sala nuevamente con la maleta, y Sarah a su lado, Justin se había mantenido en la misma posición, brazos cruzados delante de su pecho, ceja alzada y barbilla dura. —Esto te pertenece —empezó a decir vaciando su bolso. —Aquí están las tarjetas de crédito —dijo poniéndolas todas en la mesa—. Aquí están las llaves de los dos autos, la de mi apartamento y la de este apartamento —dijo dejándolas suavemente en la mesa.

Sacó su celular y lo dejó en la mesa. —Esto también te pertenece —Sacó además sus cuentas de banco—. Listo —concluyó sin mirarlo—. Todo es tuyo, de nuevo.

Alzó la vista y notó que aún seguía enojado, pero ya no tanto. —Hay muchas cosas mías que no me has devuelto —dijo él bruscamente.

Ella decidió ignorar el comentario, porque lo material se lo estaba regresando, y no iba a dejarle a Sarah. —Es también mi hija —dijo él.

—Y tendrás derecho a verla, tan pronto como encuentre un lugar donde vivir. Serás al primero que llame para comunicarte donde estoy para que veas a tu hija —le dijo mirándolo fijamente.

Él respiró hondo. — ¿Cómo llegaste aquí? —Preguntó él.

—Llamé a Christopher, él me trajo —respondió sinceramente.

— ¿Me estás cambiando por él? —preguntó él.

Ella negó. —Esto lo decidiste tú, no tiene nada que ver con él. Vamos Sarah, despídete de papi —animó a la pequeña.

Sarah caminó hasta él y sonrió cuando él la alzó en brazos. —Dile que lo amas —la animó Nirvana con los ojos llorosos.

Justin la observó, luego desvió su atención a la niña. —Te amo —dijo la niña dulcemente dándole un beso en la mejilla. Él la abrasó con fuerza. —Yo también, princesa —le dijo antes de dejarla en el piso.

Ella apretó los ojos y secó sus lágrimas, odiaba hacer esto, odiaba dejarlo, odiaba tener que alejarse de él, su corazón se estaba partiendo en muchos pedazos en ese justo momento, pero tenía que ser fuerte. —Nirvana... —dijo él lentamente.

—No —lo interrumpió negando y sonriendo tristemente—. No digas nada —dijo con la voz entrecortada—. Todo estará bien —dijo tomando la maleta con una mano y con la otra, ahuecó la pequeña mano de su hija.

Se paró en la entrada. —Si de algo te sirve —dijo lentamente—. A mí también me dolió perder al bebé —lo miró por última vez, y él se veía totalmente devastado. —Adiós —susurró entrando al ascensor y dejando que las puertas se cerraran. 


Amor Destructivo II (Disponible en físico & PDF) Links en bio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora