49.

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Definitivamente amó volver al ajetreo de su vida. Omar estaba algo apagado. Ella se le acercó y le sonrió. — ¿Pasa algo? —Le preguntó. 

Él negó, y miró hacia otro lado. —hey, puedes decírmelo...

—En serio... No es nada —agregó él, mirándola fijamente—. Te echaba de menos.

Nirvana se quedó en silencio unos segundos. —Yo también —respondió rodeando el escritorio y abrasándolo. 

Apenas eran las seis, cuando pasó a recoger a la niña, no se acostumbraba a tenerla en la guardería, pero a decir verdad, cuando estaba sola podía realizar sus actividades con mayor facilidad. Había pocos niños ya, divisó a una sola chica vestida de rosa. 

—Soy Sabrina, ¿En qué te puedo ayudar? 

—Yo ya sé quién eres —respondió Nirvana, y en efecto lo sabía, era la estúpida que había encontrado en su apartamento porque supuestamente le había hecho el favor de llevar a la bebé a casa. —Vengo por la niña. 

— ¿Cuál es el nombre?

Nirvana frunció el ceño. — ¿Qué? Su nombre es Sarah... Sarah Bieber. 

Sabrina sonrió y buscó algo entre unos papeles. —Según lo que leo aquí, solo el señor Justin puede venir por ella.

—Soy su madre, ¿Cómo es que no me puedes dar a mi propia hija?

— ¿Cómo sé que es su madre? 

Nirvana rodó los ojos. —Estabas en mi casa, estúpida. ¿Cómo diablos no me vas a recordar?

Sabrina sonrió maliciosamente. —No la recuerdo, señorita. Hasta que su padre no lo autorice no podré darle a la niña. 

Ella respiró hondo y sacó su celular. —No me dejan sacar a la niña —dijo cuando escuchó la voz de Justin. Le tuvo que pasar el celular a Sabrina, para que Justin pudiera hablarle.

Que maldita estupidez. Se hacía la santurrona pero era una puta zorra. Ya conocía su jueguito, comportarse como princesita delante de su esposo, como la mejor. Menuda imbécil. 

—Bien —dijo entregándole el celular nuevamente. —Iré por Sarah —le restregó una falsa sonrisa.

Nirvana se la devolvió, y su expresión agria cambió cuando vio a su pequeñita, la acurrucó en sus brazos y le dio un beso en el pelo. — ¿Te trataron bien, amor? —Le preguntó cariñosamente, acomodándola en el asiento de atrás de su vehículo. 

Al llegar a casa, no se sorprendió al encontrarla vacía, es más, era una rareza encontrara Justin más temprano de las 8. Preparó algo para cenar, aunque muchas veces él le había insistido en que tenía que contratar a alguien para que se encargara de todo, ella tenía sus dudas.

Finalmente había cedido a alguna de sus peticiones, Justin había contratado a una señora llamada Cintia, para que limpiara la casa algunos días a la semana, pero solo eso. Ella disfrutaba cocinar, ir al supermercado y hacer la compra del mes, cuidar a su hija. ¿Para qué le pagaría a una persona por hacerlo que ya ella disfrutaba haciendo? 

Le dio la espalda a la niña, y sacó los canelones del horno. Escuchó a Sarah reír, se giró y la vio en brazos de su padre. Él se acercó a ella y le dio un beso. — ¿Cómo te fue hoy? —Le preguntó él. 

Ella sonrió. —Bien —respondió, manteniéndolo simple. ¿Para qué diablos lo iba a atormentar con el incidente de la guardería? Era genial estar todos cenando en la mesa, él le contaba acerca de todo lo que había hecho en el día, y de los planes en la empresa. Y aunque a veces no entendía totalmente lo que decía, de igual forma se sentía feliz al verlo dialogando con ella. 

Él frunció el ceño, tomó la llamada entrante y dijo algo sobre unas cifras que ella no pudo entender. —Estaré en el estudio —le dijo, parándose de su asiento y saliendo de la cocina.

Nirvana resopló. Al parecer no todo estaba bien en la empresa, o eso, o que él no podía vivir sin trabajar. Era entendible, pero en ciertas ocasiones era exagerado, su hermano Jake trabajaba con Justin de la mano, y sin embargo no era igual que su esposo. Tomaba un descanso y se desconectaba de todo lo que fuera trabajado, algo que aparentemente su esposo no podía hacer.

Dejó a Sarah en la cuna, y se tiró en la cama, se entretuvo viendo un documental sobre el suricato, miró el reloj y se propendió al notar que ya eran más de las doce, se paró de la cama y entró al estudio, Justin estaba recostado en el asiento con los ojos cerrados, y la laptop encendida.

Eso la hizo sonreír, viéndolo así no parecía un hombre atemorizante, sino más bien, un chico indefenso, se acercó y le dio un beso en la mejilla. Él abrió los ojos lentamente y miró a los lados. —Es hora de dormir —le dijo ella, tomándolo de la mano, bajando la laptop y sacándolo del estudio. 

Lo ayudó a desvestirse, él estaba medio dormido, así que sus movimientos eran lentos, ella quitó su camisa, sus pantalones, y cuando quiso ayudarlo con sus zapatos, notó que él ya lo había hecho, nirvana acarició su pelo y lo acomodó en la cama. Se metió debajo de las sabanas y se acurrucó contra él. —Te amo —le dijo dándolo un beso en los labios. 

Cuando llegó a la oficina, no le faltaron ganas de regresar a casa y acurrucarse con su hija y su esposo. Tenía muchas cosas que hacer, Omar llamó, anunciando que llegaría tarde, al parecer Irene estaba en el hospital, eso la dejaba sola con todo el trabajo.

Su asistente tenía licencia médica, así que ella tuvo que tomar todas las llamadas, redactar documentos, y todo lo demás que surgió. — ¿Todo bien? —escuchó que preguntó Omar.

Ella saltó del susto. —No —respondió cerrando con frustración la laptop.

Y él con su llegada casi salvó su día, él era muy eficiente no lo podía negar, ella tenía las grandes ideas pero él se encargaba de materializar la operación. — ¿Todo bien con Irene? —Preguntó, bebiendo un sorbo de café. 

—Está embarazada —respondió él, de repente.

Eso la hizo expulsar el café de su boca. — ¡¿Qué?! —Preguntó alarmada. Y no sabía realmente qué sentir, pero definitivamente no era alegría. 

Amor Destructivo II (Disponible en físico & PDF) Links en bio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora