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  Se había recuperado. Es decir, la visita de Laura la había dejado muy triste, pero ya estaba más calmada, o al menos eso pensaba. —Vane —escuchó que la llamaba Chris.

Ella ni siquiera alzó la cabeza, estaba cortando zanahorias. —...Tengo un problema —prosiguió él.

— ¿Qué tipo de problema? —Preguntó sin mirarlo.

—Económicos.

Ella se giró para observarlo. —Explícate.

—Tomé prestado dinero y puse de garantía mi antiguo auto. Tengo que pagarle al banco la deuda, y también necesito pagar otras cosas.

Nirvana asintió. — ¿Por qué no me lo habías dicho antes?

—No quería preocuparte, Cielo... En serio, no quería darte más preocupaciones. Pensé que podía pagarlo por mí mismo, pero sabes que no gano mucho dando clases.

Ella respiró hondo. —Tengo una chequera, está firmada, solo tienes que escribir la cantidad y retirarlo.

—Gracias —dijo él con una sonrisa, abrasándola.

Pero ella por alguna razón sintió algo dentro de su interior, como un mal presentimiento.

En los días siguientes Chris se fue del país, participaría en una convención pagada por la universidad. Se encontraba en el comedor sacando unos cálculos cuando vio a la niña entrar y sentarse frente a ella, poniendo los codos sobre la mesa y resoplando tristemente.

Nirvana alzó la vista unos segundos y siguió calculando las facturas del mes. — ¿Qué pasa? —Preguntó anotando una cifra en una libreta.

—Quiero ver a papi —dijo la niña con voz diminuta.
Nirvana la miró. Hacía dos semanas que la niña no lo veía, solo habían hablado por teléfono, él había estado ocupado. Observó el reloj, eran las ocho de la noche, era viernes, lo más probable era que debía de estar en casa, él no era un hombre de frecuentar bares.

—Vamos a ver a papi —dijo parándose del asiento, tomando las llaves del auto y de la casa.

La niña prácticamente saltó de la silla. Estaba en pijamas, pero no importaba, no iban a salir a ninguna parte, solo pasarían un rato con Justin.

Nirvana introdujo lentamente el código de seguridad del ascensor, para su fascinación, él no lo había cambiado. Ella abrió lentamente la puerta, solo la luz de la cocina estaba encendida, le indicó a Sarah que lo buscara en el estudio, y sonrió cuando la vio correr en silencio hasta ahí.

Solo esperaba que no estuviera interrumpiéndolo. Es decir, él era libre, podía estar teniendo sexo con alguien, y no lo podía culpar.

Entró en el estudio y sonrió aliviada al verlo con la niña en brazos. Ella le estaba pidiendo que la llevara de viaje con él, pudo notar que él llevaba camiseta y pantalones de chándal, estaba descalzo, y su pelo estaba desordenado, se lo había dejado crecer mucho, incluso ahora tenía algo de barba. Se veía algo extraño, como si estuviera descuidado, pero seguía estando guapo de todas formas.

—La niña quería verte —dijo ella recostándose en el marco dela puerta—. No pude negarme. ¿Ya has cenado? —Preguntó.

Él negó. —Entonces... Estaré en la cocina preparando algo —dijo saliendo del estudio.

Se sintió algo extraña al entrar a la gran cocina, era muy ostentosa, comparada con la que ella tenía en casa, pero por alguna razón no se sintió incomoda o fuera de lugar, al contrario, luego de comprobar que todo seguía justamente donde ella solía dejarlo, se sintió cómoda. Era como... Era como estar en casa.

Preparó tortilla de patatas. Luego de media hora, las llevó a la mesa, Justin y la niña estaban sentados ahí, Nirvana sirvió jugo de naranja y se sentó a cenar con ellos. Sarah le hablaba de como le estaba yendo en la escuela. Él la observaba con atención, y la ayudaba a pronunciar bien las palabras en las que ella se equivocaba.

Nirvana no participó en la conversación, estaba al lado de él, y eso la seguía poniendo algo nerviosa. Además se sentía bien solo escuchándolos conversar y reírse. Y sin pensarlo, pasaron al menos una hora hablando de todo y de nada.

Cuando el reloj marcó las diez, él hizo el intento de pararse del asiento. —Debo volver a trabajar, estoy planificando un viaje, y necesito terminar unos asuntos antes de irme...

—No —lo interrumpió ella, poniendo una mano en su hombro. —Basta, Justin. ¿Por qué tienes que trabajar tanto? Tienes más empleados para eso, deja de querer hacerlo todo tú.

Él se quedó mirándola unos segundos. —No tengo un personal tan eficiente, como antes.

Nirvana respiró hondo. —Busca a Laura —dijo lentamente—. Sí, sé que me dirás que he perdido la cabeza, pero ella ama este estilo de vida tan estresante, lo sabe llevar mejor que tú.

Él tomó su mano y la llevó hasta sus labios. — ¿Estás segura de eso?

Ella asintió. Ella ni siquiera estaba en la empresa, así que no era un obstáculo para nadie, Laura podía volver y encargarse de todo, así Justin estaría más tranquilo. —Dormir te hará bien —dijo ofreciéndole una sonrisa.

—Tengo que... —empezó a decir él, pero ella se paró del asiento y prácticamente lo arrastró a la habitación.

—Deja de preocuparte tanto, tienes dinero de más... Lo sabes.

Él rodó los ojos, y al final sonrió, se acomodó en la cama, y cuando trató de encender la tv, Nirvana le quitó el control remoto. — ¿En serio es tan difícil para ti descansar? —Preguntó irritada, saliendo de la habitación.

Fue en busca de Sarah, ya era hora de irse, la encontró en su habitación, acostada en la cama, abrasando sus muñecas. —Bebé... —La llamó dulcemente—. Vamos a casa.

La niña frunció el ceño. —Estamos en casa —dijo lentamente.

—Sarah... —dijo nirvana en tono de advertencia, pero la niña respondió arropándose de pies a cabeza.
Eso la hizo resoplar. Odiaba cuando le ponían las cosas difíciles. Regresó a la habitación, para informarle a Justin que se iría, se detuvo en medio de la habitación al comprobar que él estaba dormido, se veía tan relajado y cómodo. Ella se sentó en la cama. — ¿Por qué me estás poniendo las cosas difíciles? —Preguntó más para sí misma que para él.

Luego de unos segundos, sintió su mano acariciando su brazo. Ella se giró y sus miradas se conectaron. Por unos segundos no supo que decir, él entrelazó sus dedos con los de ella, y se le acercó.

La abrasó por la espalda, y recostó su cabeza en el hueco de su hombro, su mano acarició tiernamente su vientre. —Quédate esta noche —le susurró y luego le dio un beso en el cuello—. Prometo que no te haré nada... Nada que no quieras.

Ella respiró hondo. —Está bien —aceptó finalmente. La realidad era que no quería volver sola a casa. Se desvistió frente a él y buscó en el armario una bata negra, se sintió extraña, todo era tan familiar, parecía como si ellos nunca hubieran roto su relación.

Nirvana se acomodó en la cama, dándole la espalda, pensó que él mantendría la distancia, pero no fue así, prácticamente la apretó contra su pecho y la abrasó. Eso la hizo sonreír, siempre le gustaba cuando él hacía eso, a decir verdad, hace mucho tiempo que nadie la apretaba tan fuerte, como si tuviera miedo de que ella se fuera.

Ella entrelazó sus dedos con los de él. Lo amaba tanto que su corazón sufría de tan solo imaginar que no estaban destinados a estar juntos. Eso la hizo reaccionar. Ella tenía pareja, no podía estar acurrucada con otro hombre. Estaba mal.

Se sentó en la cama lentamente. —No puedo hacer esto —dijo negando—. Estoy con alguien más.
Él también se sentó, y por un momento pensó que le diría algo, pero contrario a eso la besó, la besó tiernamente, acariciando su mejilla, y apretándola contra él, de esa forma tan romántica, como ella leía en los libros, y no pudo retroceder no tuvo la fuerza para rechazarlo.

Sintió la pérdida, cuando él se separó de ella y la observó. —Te amo —le dijo lentamente—. Sabes que estoy loco por ti, desde siempre.   

Amor Destructivo II (Disponible en físico & PDF) Links en bio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora