Capítulo 3

176 15 0
                                        

La mañana en la universidad llegó con la misma brisa fresca de otoño, pero Claire Rousseau sentía algo distinto. La conversación con Kathryn Mills en la biblioteca seguía rondándole la cabeza, un eco que no lograba acallar. Mientras cruzaba el campus, intentó convencerse de que no era nada importante, pero su mente volvía insistentemente a la mirada de la profesora y la forma en que había pronunciado su nombre.

Decidió llegar temprano a la biblioteca, refugiándose en su rincón habitual. La luz matutina iluminaba los estantes y proyectaba sombras sobre las mesas. Claire abrió un libro de poesía, pero no logró concentrarse; las palabras se deslizaban como agua entre sus dedos. El recuerdo de Kathryn y su presencia inquietante la distraían.

Una voz la sacó de su ensimismamiento.

—Siempre te veo aquí, en el mismo lugar.

Claire alzó la vista y se encontró con una chica de cabello castaño claro, corto y rizado, con mechones verdes pastel. Llevaba una chaqueta gris y una sonrisa cálida que la hizo sentirse extrañamente cómoda.

—Ah, sí... Me gusta este rincón. —Claire cerró su libro y le dedicó una pequeña sonrisa—. ¿Te molesta que esté aquí?

La chica negó con la cabeza y se sentó frente a ella.

—Para nada. Solo me llamó la atención. Soy Lena. —Hizo una pausa, estudiando la reacción de Claire—. La universidad puede ser solitaria. Pensé que sería bueno hablar con alguien.

Claire dudó un segundo antes de responder.

—Soy Claire. Y sí, supongo que puede ser un poco abrumadora.

Lena sonrió, y su expresión cálida desarmó a Claire. Hablaron de trivialidades: las clases, los profesores, el café mediocre del campus. Para su sorpresa, Claire encontró en Lena una compañía inesperadamente agradable.

—Deberías probar una cafetería al otro lado del campus. —propuso Lena—. Es pequeña, nadie parece conocerla, pero hacen un café increíble. Si quieres, podríamos ir juntas algún día.

Claire notó un leve nerviosismo en su tono, pero antes de poder responder, su mirada se desvió hacia la puerta. Allí estaba Kathryn Mills, con un abrigo oscuro y su característico aire imperturbable. Aunque parecía absorta en su propio mundo, Claire sintió que la mirada de la profesora se detenía un instante en ella antes de seguir su camino entre los estantes.

Lena percibió el cambio en Claire y giró la cabeza hacia la puerta.

—¿Conoces a la famosa Profesora Mills? —susurró, con un tono divertido.

—¿Famosa?

—Claro. Es una leyenda por aquí. Dicen que ha rechazado ofertas de universidades más prestigiosas para quedarse aquí, porque puede controlarlo todo. Tiene... algo, ¿no? Como si siempre supiera algo que el resto no. —Lena la miró con curiosidad—. ¿Qué opinas tú?

Claire tragó saliva, recordando la intensidad de Kathryn.

—Supongo que es... interesante.

Lena sonrió de nuevo, esta vez con un toque travieso.

—Bueno, si alguna vez necesitas un descanso de todo ese misterio, ya sabes dónde encontrarme.

Lena se levantó con naturalidad, como si supiera que debía dejar la conversación en ese punto.

—Nos vemos, Claire. Piénsalo: el café sigue en pie.

Claire la observó alejarse, su sonrisa quedando suspendida en el aire como un eco cálido. Sin embargo, cuando volvió a mirar hacia Kathryn, sintió un cambio en la atmósfera. La profesora estaba inmersa en un libro, pero Claire tuvo la sensación de que era plenamente consciente de su presencia. Sus miradas se cruzaron un instante, y Kathryn arqueó apenas una ceja antes de volver a su lectura.

Confundida por lo que aquello significaba —si es que significaba algo—, Claire guardó sus cosas y salió de la biblioteca. Aún podía sentir el peso de las miradas de ambas mujeres, cada una dejándole una impresión diferente: una calidez reconfortante y un misterio insondable.

GUILTY AS SIN?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora