El reloj en la pared apenas marcaba las 2:00 a.m., y ya la noche en Seúl parecía haber absorbido cualquier rastro de luz o esperanza. Las calles estaban desiertas, y el brillo de los carteles luminosos en los rascacielos le daba a la ciudad un aire artificial, frío, como si hasta el mismísimo cielo hubiera dejado de interesarse en los que vivían abajo. Dentro de un penthouse de lujo, en lo alto de uno de esos edificios, Kai Minho estaba sentado, solo, en una sala que se sentía demasiado grande y demasiado vacía para una sola persona.
Afuera, el mundo lo veía como el joven heredero del imperio Minho Corp., un conglomerado de empresas que se extendía por todo Asia. Tenía todo: riqueza, poder, y un futuro que cualquiera envidiaría. Pero esa imagen, la de un hombre seguro y exitoso, era una farsa. Porque Kai, en realidad, era prisionero de su propio cuerpo y su mente.
Frente a él, en una pequeña mesa de café, había un espejo. No uno grande, no uno caro, solo un pequeño espejo redondo, que le permitía ver los ojos de la persona que más temía en el mundo: él mismo. Esos ojos que miraban de vuelta no siempre eran suyos. A veces eran de Daesung, el niño aterrorizado que habitaba dentro de él, clamando por la seguridad que nunca tuvo. Otras veces eran de Jiwon, el protector violento, siempre preparado para pelear, siempre a punto de explotar. Y cuando era Rain... bueno, Kai nunca sabía qué esperar de Rain. Esa personalidad jugaba con el peligro, lo buscaba, lo disfrutaba.
Esta noche, sin embargo, era Kai quien estaba al mando. O al menos eso creía. Cada vez que escuchaba un susurro en su mente, se preguntaba si en realidad estaba perdiendo el control, si alguna de sus otras personalidades estaba acechando, esperando el momento justo para tomar el mando.
—¿Por qué sigues mirándome? —murmuró, casi sin darse cuenta de que estaba hablando en voz alta.
En ese momento, el sonido de la puerta al final de la habitación lo sacó de sus pensamientos. El eco de los pasos que seguían a la apertura resonó en la sala vacía, haciendo que un escalofrío recorriera la espina de Kai. Sabía quién era. Sabía que su terapeuta, su psiquiatra, estaba a punto de entrar.
Ethan Lee entró con paso seguro, su bata blanca ondeando ligeramente detrás de él mientras cerraba la puerta con calma. Desde el primer momento en que conoció a Kai, Ethan supo que este caso sería diferente. Que este hombre, aunque rodeado de riquezas, era uno de los pacientes más complicados que había tratado. Y por alguna razón, Kai le generaba una curiosidad que nunca había experimentado antes. Había algo en esos ojos, en esa forma en la que las diferentes facetas de su personalidad emergían, algo en su lucha interna, que lo atraía más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Ethan tomó asiento frente a Kai, observando en silencio por un momento antes de hablar. Kai seguía con la mirada clavada en el espejo, como si buscara respuestas en ese reflejo quebrado de sí mismo.
—¿Es Daesung el que está conmigo hoy? —preguntó Ethan en voz baja, con una calma estudiada. Era parte de su rutina con Kai, intentar identificar quién estaba presente en cada sesión. Sabía que Kai no siempre estaba en control, y que en ocasiones, alguna de las otras personalidades podía ser quien respondiera.
—No. Soy yo —respondió Kai, con una voz apenas audible, pero llena de una determinación cansada—. No te preocupes, el niño está dormido por ahora.
Ethan asintió, manteniendo el contacto visual. Aunque había algo en la mirada de Kai que parecía apagado, podía ver el dolor detrás de esos ojos. No era solo la fatiga de las batallas internas, sino algo más profundo, algo que Kai probablemente ni siquiera quería admitir. Su trabajo como psiquiatra lo había llevado a enfrentarse con muchos casos de traumas severos, pero con Kai era distinto. Había una complejidad emocional que lo desafiaba a cada paso.
—Dime qué pasó hoy —pidió Ethan, cruzando las manos sobre su regazo—. ¿Qué fue lo que te hizo volver a esa oscuridad?
Kai dejó escapar una risa amarga. El sonido reverberó en la sala vacía como una burla. Levantó la mirada hacia Ethan, dejando caer sus hombros como si el peso de todo lo que cargaba fuera insoportable.
—La oscuridad nunca se fue, Ethan. Solo aprendí a ignorarla... por un rato. Pero siempre está ahí. Siempre —Kai giró el espejo para no ver más su propio reflejo—. Hoy fue diferente porque... Rain apareció.
Ethan se tensó. Rain era la personalidad más impredecible de Kai, aquella que lo llevaba a situaciones de peligro, que lo empujaba al borde de un abismo que a veces parecía imposible de evitar. Sabía que cuando Rain aparecía, había caos. No podía controlarse, no podía detenerse.
—¿Qué pasó con Rain? —preguntó Ethan con un tono suave, pero directo, buscando no alarmar a Kai más de lo necesario.
Kai bajó la cabeza, las palabras atascadas en su garganta. Sentía que si las decía en voz alta, el caos que había ocurrido se volvería más real, más tangible.
—Salí esta noche... sin recordar. Una parte de mí... fue Rain —los ojos de Kai se encontraron con los de Ethan, llenos de una mezcla de vergüenza y desafío—. Cuando volví a ser yo, estaba en un club. Solo. Con un hombre...
El silencio llenó la habitación, pero no era incómodo, era el tipo de silencio cargado de preguntas sin respuestas, de momentos no contados que se desplomaban sobre ellos.
Ethan no apartó la mirada. No porque estuviera sorprendido o preocupado, sino porque sabía lo que eso significaba para Kai. Las incursiones de Rain a su vida diaria siempre dejaban rastros caóticos que Kai luego debía limpiar, emocional y físicamente.
—¿Y cómo te sientes ahora? —preguntó Ethan, suavizando su tono. Sabía que lo que había sucedido no era lo relevante en este momento. Lo importante era cómo Kai estaba lidiando con lo que Rain había hecho.
—Vacío. Siento que cada vez que él aparece... pierdo más de mí —Kai tragó saliva, forzando a su cuerpo a mantener la calma—. No sé cuánto más puedo aguantar. Siento que, si no hago algo, él va a tomar el control por completo. O uno de ellos. Cualquiera de ellos.
Ethan no podía ignorar el peso emocional de las palabras de Kai. Lo había visto antes: pacientes que luchaban con sus propios traumas hasta que, finalmente, uno de sus alter egos se convertía en el dominante. Pero con Kai, la amenaza parecía más real, más inmediata.
—No estás solo en esto, Kai —respondió Ethan suavemente—. Estoy aquí para ayudarte. Vamos a superar esto juntos.
La mirada de Kai se suavizó por un momento. No estaba acostumbrado a escuchar palabras de consuelo, no de verdad. Ethan era diferente. Desde el principio, había algo en la forma en que lo miraba, en la manera en que lo trataba, que lo hacía sentir algo más que un paciente. Había una conexión silenciosa entre ambos, una que Kai no podía definir, pero que lo hacía aferrarse a la poca cordura que le quedaba.
—No sé si puedo confiar en ti —admitió Kai, bajando la mirada hacia sus manos—. No sé si puedo confiar en nadie, en realidad.
—Confía en ti mismo primero —le dijo Ethan, su voz suave pero firme—. Yo estaré aquí mientras lo descubres.
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Broken Minds, Healing Hearts #1 [✔]
Подростковая литератураPRIMERA HISTORIA 🌟 Broken Minds, Healing Hearts🌟 En un mundo donde las heridas invisibles a menudo duelen más que las visibles, se cuenta la historia de jóvenes que navegan por la complejidad de sus emociones y desafíos internos. "Broken Minds, He...