Capítulo 90

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El sonido de la lluvia cayendo contra el techo de la fábrica acompañaba los latidos de sus corazones, aún acelerados por la adrenalina de la huida. Ethan observaba a Kai con preocupación. El vendaje improvisado en su brazo no sería suficiente para detener el sangrado por mucho tiempo, y el color en su rostro era alarmantemente pálido. Sabía que necesitaban atención médica, pero cualquier movimiento hacia un hospital los pondría en la mira de Kellerman nuevamente.

—Necesitamos ayuda, Kai —dijo Ethan, rompiendo el silencio, mientras el eco de la tormenta llenaba el lugar.

—Lo sé —respondió Kai con la voz apenas audible—, pero no podemos arriesgarnos. Si nos encuentran... será el fin.

Ethan apretó los dientes, sintiéndose impotente. Por un momento, su mente volvió al momento en que había aceptado esta misión. Todo parecía tan claro entonces: infiltrarse, obtener la información necesaria y exponer a Kellerman y su red de corrupción. Pero las cosas nunca salen según lo planeado. El caos y la traición habían seguido a cada paso, y ahora, con la vida de Kai pendiendo de un hilo, sentía que estaban más lejos que nunca de su objetivo.

—Escucha —continuó Kai, inclinándose hacia adelante con esfuerzo—. La memoria USB que obtuvimos... tiene más de lo que pensábamos. No es solo sobre Kellerman.

Ethan lo miró con una mezcla de sorpresa y confusión.

—¿A qué te refieres?

Kai sacó el pequeño dispositivo de su bolsillo, con las manos temblorosas. Su rostro mostraba el peso de lo que estaba a punto de decir.

—Estuve revisando algunos archivos antes de que todo se desmoronara. Hay información... sobre una organización más grande. Kellerman no es el jefe. Es solo un peón.

El estómago de Ethan se revolvió. ¿Más grande que Kellerman? Habían pasado semanas desenterrando pruebas de su red de tráfico, sobornos y asesinatos. Si había algo más allá de eso, significaba que su lucha no había hecho más que comenzar.

—¿Qué clase de organización? —preguntó Ethan con urgencia.

Kai tragó saliva, como si las palabras le costaran salir. Su mirada se volvió más seria, y el dolor en sus ojos revelaba que esto no solo era una amenaza para ellos dos, sino algo que podía cambiar el destino de muchas más personas.

—La Red Umbra —respondió finalmente, en un susurro—. Es una organización secreta. Controla todo desde las sombras. Tráfico, guerras, gobiernos... lo manipulan todo.

Ethan sintió un frío recorrerle la espalda. Había oído rumores sobre ese nombre, historias que la gente contaba entre susurros. Algunos decían que era una leyenda, otros que era solo una excusa para justificar el caos del mundo. Pero si lo que Kai decía era cierto, entonces se enfrentaban a algo mucho más grande de lo que jamás habrían imaginado.

—No puede ser... —murmuró Ethan, sintiendo cómo la enormidad de la situación lo aplastaba.

—Lo es —respondió Kai, cerrando los ojos por un momento para controlar el dolor—. He revisado suficiente información para saber que la Red Umbra ha estado detrás de cada guerra reciente, de cada conflicto económico. Kellerman es solo uno de sus muchos agentes, encargado de manejar su operación en esta parte del mundo.

Ethan se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro. Esto lo cambiaba todo. No solo estaban luchando contra un hombre poderoso y sus secuaces, sino contra una red global, una organización que tenía sus garras en todo. Si querían exponer a Kellerman, ahora tenían que lidiar con la posibilidad de que la Red Umbra los aplastara antes de que pudieran dar el siguiente paso.

—¿Cómo podemos luchar contra algo así? —preguntó Ethan, sin detenerse—. No tenemos los recursos, ni las armas... ¡ni siquiera sabemos cuántos de ellos hay!

Kai lo miró, respirando con dificultad. Se veía cada vez más débil, pero había una chispa de determinación en sus ojos.

—No estamos solos, Ethan. Hay gente que ha estado luchando contra ellos durante años. Grupos pequeños, hackers, disidentes... personas que han visto la verdad y han intentado resistir. Tenemos que encontrarlos. La información en esta USB nos puede llevar a ellos.

Ethan dejó de caminar y se detuvo frente a Kai. La esperanza que había sentido momentos antes se mezclaba ahora con una sensación de inevitabilidad. Sabía que no podían hacerlo solos, pero también sabía que si no actuaban rápido, todo lo que habían hecho hasta ahora sería en vano.

—Entonces, lo primero que debemos hacer es encontrar a esas personas —dijo Ethan, decidido—. Pero antes, tenemos que sacarte de aquí y atender esa herida.

Kai asintió levemente, pero la expresión en su rostro indicaba que sabía que su tiempo estaba corriendo. El dolor era insoportable, y cada movimiento parecía llevarlo al borde de la inconsciencia. Ethan sabía que tenían que moverse rápido.

—Conozco a alguien —dijo Kai de repente, con la voz entrecortada—. En los suburbios... hay una doctora. Trabajaba en el ejército, pero ahora está fuera del radar. Nos puede ayudar. Ella no hace preguntas.

Ethan dudó por un segundo, pero no había otra opción. Si Kai conocía a alguien que pudiera mantenerlos fuera del radar y al mismo tiempo ofrecerles ayuda médica, tendrían que arriesgarse.

—Está bien —respondió finalmente—. Nos vamos ahora.

Con un esfuerzo visible, Ethan ayudó a Kai a levantarse. El peso de su amigo herido lo ralentizaba, pero no podía detenerse. Sabía que cada minuto que pasaban allí los acercaba a ser descubiertos por los hombres de Kellerman o, peor aún, por los agentes de la Red Umbra.

Salieron de la fábrica en medio de la lluvia, deslizándose por las calles desiertas como sombras. Ethan mantenía los sentidos alerta, buscando cualquier señal de peligro. Sabía que la tormenta podría ocultarlos momentáneamente, pero también dificultaba su avance.

Después de lo que parecieron horas de caminar, llegaron a una pequeña casa apartada, rodeada de árboles y casi oculta por la vegetación. La luz en el porche estaba apagada, y las ventanas estaban cubiertas por cortinas gruesas. Kai señaló con la cabeza hacia la puerta.

—Es aquí —susurró, su voz débil.

Ethan lo ayudó a llegar hasta la puerta y tocó tres veces, como Kai le había indicado. Pasaron unos segundos, y la puerta se abrió apenas lo suficiente para que una mujer mayor los mirara con desconfianza.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó la mujer, con una voz áspera y desconfiada.

—Me envió David —respondió Kai con dificultad.

El rostro de la mujer cambió al escuchar ese nombre. Sin decir una palabra más, abrió la puerta por completo y los dejó entrar.

Ethan no sabía qué les deparaba el futuro, pero mientras la mujer comenzaba a atender la herida de Kai, una cosa era clara: acababan de cruzar una línea sin retorno. Y, de algún modo, la lucha real apenas estaba comenzando.

Broken Minds, Healing Hearts #1 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora