Capítulo 45

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La mañana llegó con una luz suave que se filtraba por las cortinas del apartamento de Ethan, pero la tensión en el aire no se había desvanecido. Aunque el cuerpo de Ethan aún estaba agotado por la agitada noche anterior, su mente seguía trabajando a toda velocidad, intentando trazar un plan. Kai, como había prometido, se quedó con él toda la noche, y aunque no intercambiaron muchas palabras, su presencia fue un bálsamo para los pensamientos oscuros que lo acosaban.

Ethan se levantó del sofá, sus músculos rígidos por la incomodidad de haber dormido allí, y caminó hacia la pequeña cocina para preparar café. La fragancia amarga llenó el aire, y mientras servía dos tazas, escuchó los pasos de Kai acercándose.

—¿Dormiste algo? —preguntó Kai con voz ronca, su cabello desordenado y su expresión relajada pero alerta.

Ethan sacudió la cabeza y le pasó una taza.

—No mucho —admitió, tomando un sorbo largo y dejándose envolver por el calor del café—. Mi mente no para.

Kai se apoyó en el marco de la puerta, observando a Ethan con sus ojos profundos, siempre tan tranquilos, pero llenos de una intensidad subyacente que Ethan había llegado a conocer tan bien. No era el tipo de persona que se apresuraba a hablar o a ofrecer soluciones rápidas. Kai sabía esperar, sabía dejar que las cosas tomaran su curso, pero esta vez, parecía haber algo más en su mirada.

—Ethan —comenzó lentamente—, he estado pensando en lo de anoche. Dylan no se va a detener hasta que lo enfrentes de verdad. No solo con palabras o amenazas. Tienes que hacerlo de manera definitiva, antes de que esto se salga de control.

Las palabras de Kai eran duras, pero necesarias. Ethan lo sabía. Había pasado años evitando la confrontación directa con Dylan, creyendo que con la distancia y el tiempo sería suficiente para dejar atrás ese pasado. Pero no era suficiente. Y ahora, todo estaba volviendo, amenazando no solo su seguridad, sino la de Kai, y eso era algo que Ethan no estaba dispuesto a tolerar.

Ethan dejó la taza en la encimera y se volvió hacia Kai, decidido.

—Tienes razón. No puedo seguir escondiéndome —dijo, su voz más firme de lo que esperaba—. Necesito enfrentar a Dylan, y lo haré hoy.

Kai lo miró con una mezcla de orgullo y preocupación.

—No tienes que hacerlo solo, Ethan.

Ethan sonrió, un gesto pequeño pero sincero.

—Lo sé. Pero esto es algo que necesito hacer por mí mismo. Dylan siempre ha controlado cada aspecto de mi vida, incluso cuando no estaba físicamente presente. Si no lo enfrento ahora, nunca voy a poder avanzar. Y no quiero vivir el resto de mi vida con miedo.

Kai dejó su taza sobre la mesa y se acercó a Ethan. Su presencia era cálida y sólida, como un ancla en medio de la tormenta. Colocó una mano firme en el hombro de Ethan, y este levantó la mirada hacia él.

—Voy a estar cerca, por si me necesitas —dijo Kai con suavidad, pero con una determinación férrea—. No estás solo en esto, Ethan. Nunca lo estarás.

Ethan sintió una oleada de gratitud. En cualquier otro momento de su vida, habría sentido miedo de depender tanto de otra persona, pero con Kai era diferente. Era como si hubiera encontrado una paz que no sabía que estaba buscando, una fuerza que no venía de él mismo, sino del vínculo que estaba construyendo con Kai.

—Gracias —susurró Ethan, su voz baja, pero cargada de emoción.

Los dos hombres se quedaron en silencio un momento más, compartiendo ese pequeño instante de conexión antes de que Ethan se apartara suavemente.

—Voy a llamarlo —dijo Ethan con una mezcla de resolución y ansiedad—. Hoy, voy a ponerle fin a esto.

Kai asintió, y sin más palabras, Ethan se dirigió a la mesa donde estaba su teléfono. Mientras lo sostenía en la mano, pudo sentir su corazón acelerarse. Marcó el número de Dylan, un número que no había eliminado pero que tampoco había usado en mucho tiempo. La señal sonó una, dos, tres veces antes de que la familiar voz de Dylan llenara la línea.

—Sabía que llamarías —dijo Dylan con su tono habitual de superioridad, esa voz que tanto tiempo había manipulado a Ethan—. Siempre vuelves a mí, Ethan. Siempre.

El nudo en el estómago de Ethan se apretó, pero no se dejó amedrentar. Esta vez no.

—Esto se acaba hoy, Dylan —dijo Ethan, su voz más firme de lo que esperaba—. No más mensajes, no más amenazas. Se acabó.

Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, antes de que Dylan soltara una carcajada oscura.

—¿De verdad crees que es tan fácil, Ethan? —su tono era burlón, pero había un toque de irritación detrás—. Sabes que no puedes deshacerte de mí. Siempre he sido parte de tu vida, y siempre lo seré. Lo que tenemos no es algo que puedas romper con una simple llamada.

Ethan apretó los dientes. Sabía que Dylan iba a jugar ese juego. Siempre lo hacía. Pero ya no era el mismo chico asustado que solía ser.

—No somos nada, Dylan. Lo que tuvimos se acabó hace mucho tiempo. Y tú no eres más que una sombra del pasado que se niega a desaparecer. Pero te aseguro que hoy, vas a desaparecer de mi vida.

Dylan guardó silencio por un momento, y Ethan pudo imaginarlo, probablemente apretando los dientes, irritado por no poder controlarlo como solía hacerlo.

—Bien —dijo Dylan, su voz en un susurro bajo y amenazante—. Si quieres terminar esto, hazlo en persona. Hoy. A las seis. Sabes dónde encontrarme.

Ethan colgó antes de que Dylan pudiera decir algo más. Se quedó mirando el teléfono por un segundo, sus manos temblando ligeramente, pero luego respiró hondo, tratando de calmarse.

—¿Estás listo? —preguntó Kai desde el umbral, su voz baja pero llena de preocupación.

Ethan asintió lentamente, aunque no estaba seguro de si alguna vez lo estaría completamente. Pero lo que sí sabía era que no podía seguir huyendo.

Broken Minds, Healing Hearts #1 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora