¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...
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León de Nemea ┕━━━━━━┑💀┍━━━━━━┙
Una cosa enorme saltó rampa arriba. Era del tamaño de un camión de mercancías, con uñas plateadas y un resplandeciente pelaje dorado. Yo había visto una vez a ese monstruo. Dos años atrás, lo había divisado brevemente desde un tren. Ahora, visto de cerca, parecía todavía más grande.
—El León de Nemea —dijo Thalia—. No se muevan.
El león rugió con tal fuerza que me puso los pelos de punta. Sus colmillos relucían como el acero inoxidable.
—Separaos cuando dé la señal —dijo Zoë—. Intentad distraerlo.
—¿Hasta cuándo? —preguntó Grover.
—Hasta que se me ocurra una manera de matarlo. ¡Ya!
Presione a σκιά y rodé hacia la izquierda, junto con Percy. Silbaron varias flechas y Grover se puso a gorjear un agudo pío-pío con sus flautas. Zoë y Bianca treparon por la cápsula Apolo. Le disparaban flechas incendiarias al monstruo, pero todas se partían contra su pelaje metálico sin hacerle nada. El león le asestó un golpe a la cápsula, ladeándola, y las cazadoras salieron despedidas. Grover cambió de tercio y se puso a tocar una melodía frenética. El león se volvió hacia él, pero Thalia se interpuso en su camino con la Egida y la fiera retrocedió rugiendo.
—¡¡Grrrrrr!!
—¡Atrás! —gritó Thalia—. ¡Atrás!
El león gruñó y dio un zarpazo al aire, pero continuó reculando como si el escudo fuera un fuego abrasador. Por un momento creí que Thalia lo tenía controlado, pero entonces vi que el león se agazapaba con todos los músculos en tensión. Sabía lo que venía. El león estaba a punto de saltar sobre ella.
—¡¡Eeeh!! —gritó Percy con todas sus fuerzas.
No sé en qué estaría pensando, pero arremetió contra la bestia. Y yo le seguí. Lo único que quería era alejarlo de mis amigos. Intente darle un mandoble en el flanco con mi espada, pero lo esquivo, Percy le dio un mandoble y este sí lo asestó, el golpe debería haberlo hecho picadillo, pero la hoja de contracorriente se estrelló contra su pelaje con un ruido metálico y sólo le arrancó un puñado de chispas.
El león dio un zarpazo que desgarró un buen trozo del abrigo de Percy. Ambos retrocedimos contra la barandilla y, cuando cargó contra mí, no tuve más remedio —ya que evitaba mi espada— hacer un viaje en sombra que me dejara abajo.
Aparecí en el suelo. Percy, quien había saltado, cayo en el ala de un antiguo avión plateado, que se balanceó.
El león también saltó y aterrizó sobre el avión. Los cables que lo sostenían empezaron a gemir. La fiera se abalanzó sobre Percy, el cual saltó a la siguiente pieza: un extraño artilugio espacial con aspas de helicóptero. Invoque a las sombras del lugar y las guíe hasta el felino. Una nube de oscuridad rodeo al animal haciéndolo rugir.
—¡Zoë! —gritó Percy—. ¡Apunten a la boca!
El monstruo saltó, dejando atrás a las sombras. Una flecha silbó a su lado sin acertarle. Percy se dejó caer en lo alto de la pieza que había expuesta en la planta donde yo estaba: una reproducción inmensa del globo terráqueo. Me preparé para atraparlo por si el truco le salía mal.
Realmente me sentía inútil. No podía hacer nada.
Percy llegó a la planta baja. Cayó al otro lado —de donde me encontraba— del globo terráqueo.
El León de Nemea dio un rugido e intentó mantener el equilibrio sobre la nave espacial, pero pesaba demasiado. Uno de los cables se partió. Mientras la nave empezaba a balancearse como un péndulo, el león cayó de un salto sobre el Polo Norte.
—¡Grover! —grité—. ¡Despeja la zona!
Varios grupos de niños corrían dando gritos de pánico. Grover trató de reunirlos en un rincón, lejos del monstruo. El otro cable de la nave se partió entonces y ésta se desplomó al suelo con gran estruendo. Thalia saltó desde la barandilla de la segunda planta y cayó a mi lado, mientras Percy se encontraba al otro lado. El león nos miró desde el Polo Norte, tratando de decidir a cuál de los tres destrozaba primero.
Zoë y Bianca estaban arriba, con los arcos listos, pero tenían que moverse continuamente para buscar un buen ángulo.
—¡No tenemos un disparo claro! —gritó Zoë—. ¡Hacedle abrir la boca otra vez!
El león gruñó desde lo alto del globo terráqueo.
—Thalia, Mayven —dijo el pelinegro—, mantengan lo distraído.
Las dos asentimos.
Thalía apuntó con su lanza y un arco eléctrico azul salió disparado de la punta y fue a darle al león en la cola.
—¡Grrrrr!
El animal giró y saltó hacia nosotros. Thalia se hizo a un lado, sosteniendo la Égida para mantenerlo a raya, mientras yo trataba de sostenerlo y abrumarlo en medio de oscuridad.
—¡No es momento para souvenirs, chico! —gritó Zoë.
Zoë y Bianca seguían rociando al monstruo con una lluvia de flechas. Pero no servía de nada. El león se cuidaba mucho de no abrir la boca en exceso. Trataba de darnos un mordisco a Thalia y a mí o de arañarnos con sus garras, pero mantenía los ojos apenas entreabiertos para protegerse.
Thalia lo hostigó con su lanza y yo intenté golpearlo con mi espada, pero en lugar de avanzar, retrocedimos. El león nos estaba arrinconando.
—¡Percy —grité—, si piensas hacer algo...!
El monstruo dio un rugido y barrió a Thalia de un zarpazo inesperado como si fuese un muñeco, mandándola por los aires contra un cohete de la serie Titán. Thalia se dio un buen golpe en la cabeza y quedó atontada en el suelo. Yo estaba cansada, pero no lo suficiente para dejarme vencer. Di un salto así atrás antes que el león encajara sus garras en mi piel.
—¡Eh, tú! —le gritó Percy al león. Estaba demasiado lejos para alcanzarlo, de modo que le arrojo su espada como si fuera un puñal. Le rebotó en un flanco.
Genial. La versión humana de Siren se volvió loco.
El felino se volvió hacia él gruñendo. Percy se lanzó al ataque y, cuando el animal se disponía a saltar, le embutio entre las fauces una bolsa de comida espacial: una buena ración de helado de fresa liofilizado, envuelto en celofán.