¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Eso es lo que le sucede a Mayven Monroe, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su...
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Abrigo nuevo
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El león abrió los ojos de par en par y empezó a sufrir arcadas, como un gato atragantado con una bola de pelo. No era de extrañar. A mí me había pasado lo mismo la primera vez que los probé, en un viaje de fin de semana que hizo Paul. Era una cosa sencillamente asquerosa, prefería comer tomates.
Y eso que los tomate no me gustan.
—¡Zoë, prepárate! —ordena Percy, devolviendome al presente.
La gente gritaba a nuestras espaldas. Grover tocaba otra canción espantosa con sus flautas.
Ahora que el león ya había logrado tragarse el paquete, miraba con odio al pelinegro.
—¡Hora del aperitivo! —chillo.
El animal cometió el error de soltar un rugido, así que Percy aprovecho para lanzarle otro bocado espacial al gaznate. Antes de que el león dejara de sufrir arcadas, otros dos sabores distintos de helado y una ración de espaguetis liofilizados fueron lanzados a su boca. Los ojos se le salían de las órbitas. Abrió la boca del todo y se alzó sobre sus patas traseras.
—¡Ahora! —grito Percy.
De inmediato, las flechas cruzaron sus fauces: dos, cuatro, seis. La bestia se retorció enloquecida, dio una vuelta sobre sí misma, cayó hacia atrás y se quedó inmóvil.
Las alarmas aullaban por doquier en el museo; la gente salía en manada por las puertas de emergencia y los guardias de seguridad corrían de un lado para otro, muertos de pánico, aunque sin entender qué sucedía.
Grover y yo corrimos a Thalía, juntos la ayudamos a levantarse. Parecía estar bien, sólo algo aturdida. Zoë y Bianca saltaron desde la galería y aterrizaron al lado de Percy. Regresamos con ellos.
—Interesante... estrategia —escuche decir a Zoë.
—Bueno, ha funcionado —le contesto Percy.
El león había empezado a derretirse, como sucede a veces con los monstruos muertos, hasta que finalmente no quedó nada en el suelo salvo su reluciente pelaje, reducido al tamaño de un león normal.
—Agárrala —le dijo Zoë.
Me quedé mirándola. Bueno. Al menos la cazadora ya no quiere matar a mi amigo.. o al menos eso parece.
—¿La piel del león? ¿No será una violación de los derechos de los animales o algo así?
No trate de ocultar la risa que me provoco el comentario Percy.
—Es un botín de guerra —contestó muy solemne, la cazadora—. Os lo habéis ganado con todo derecho.