Chapter Twenty Four

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Información borrosa

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Los tres —Bianca, Percy y yo— permanecimos parados delante de la tienda con cierta incomodidad en el aire. 

—Bonita rata —dijo Bianca, rompiendo el silencio.

Percy la dejo en la barandilla del porche.

—¿Y cómo va eso de ser cazadora? —le preguntó.

Ella frunció los labios. Los bellos de mi nuca se erizaron, un escalofrío recorrió toda mi piel y no exactamente por el clima. A lo lejos, detrás de una caseta abandonada, note como una masa de sombras se formaba. Me aleje de mis amigos diciendo un “ya vengo”, ellos no protestaron.

—¿No estarás enfadado aún porque me uní a ellas? —fue lo último que escuché, pues, ya estaba lejos de ellos.

Ande hasta llegar al lugar.

—Muy bien —hable soltando aliento invernal, estire mi brazo para que las sombras tocaran mi mano—. Díganme, quiénes son los Di Angelo.

Esperé.

Esperé por una rato. Pero nada.

Absoluta nada.

Solo había una imagen borrosa de una mujer de cabello oscuro con la misma sonrisa que Bianca y los ojos similares a los de Nico. Y eso que la encontré en la recónditos, casi en el abismo del olvido, cubierta de una inmensidad de abrumadora energía.

Frustrada, aleje mi mano y marche de vuelta con los chicos.

¿Quién es la mujer? ¿Es su madre?

¿Por qué no hay nada de información de ellos?

Hay algo misterioso en los Di Angelo. Era como si alguien los hubiera borrado o los estuvieran ocultando.

Llegando al porche donde los dejé, escuché la voz animada de Bianca. La observé, tratando de decifrar el enigma. Al contrario de la primera vez que la ví, se la veía más segura, más tranquila. Aunque, claro, que niño no tendría miedo de un monstruo como el doctor Espino. Llevaba el pelo recogido y me miró a los ojos cuando estuve frente a ellos.

—Escuche lo que hiciste por mi hermano —murmuro Bianca—. Gracias.

—No fue nada —respondí—. Él estará bien en el campamento.

A unos cien metros, vi que Zoë y Grover salían ya de la cafetería cargados de pasteles y bebidas.

—¿Y cómo se la han arreglado hasta ahora tú y Nico? —le preguntó Percy—. ¿A qué colegio fueron antes de Westover?

Ella arrugó la frente.

—Creo que estuvimos en un internado de Washington. Parece como si fue hace muchísimo tiempo.

—¿Nunca vivieron con sus padres? Es decir, con su progenitor mortal—pregunte está vez yo, tratando de sacar información.

—Nos dijeron que nuestros padres habían muerto. Había un fondo en el banco para nosotros. Un montón de dinero, creo. De vez en cuando aparecía un abogado para comprobar que todo fuese bien. Luego tuvimos que dejar aquel colegio.

¿Un abogado?

—¿Por qué?

Ella volvió a arrugar la frente.

—Teníamos que ir a un sitio. Un sitio importante, recuerdo. Hicimos un largo viaje y nos alojamos en un hotel varias semanas. Y entonces... No sé. Un día vino otro abogado a sacarnos de allí. Nos dijo que ya era hora de que nos fuéramos. Nos llevó otra vez hacia el este. Cruzamos Washington, subimos hasta Maine y tomamos el camino a Westover.

Una historia bastante extraña –y parecida– que aumentaba más lo misterioso en ellos. Si bien, Bianca y Nico eran mestizos y nada es demasiado normal en estos casos, había algo. Una vocecita en mi cabeza me decía que investigará. Lo que ella a dicho solo es la punta del iceberg que descubriré eventualmente.

Resolveré el enigma que son los Di Angelo.

—¿O sea, que tú te has ocupado de Nico durante casi toda tu vida? —
preguntó Percy, alejándome de los pensamientos—. ¿Simplemente ustedes dos?

Ella asintió.

—Por eso me moría de ganas de unirme a las cazadoras. Ya sé que suena egoísta, pero quería tener mi propia vida y mis propias amigas. Quiero mucho a Nico, no me entiendan mal, pero necesitaba descubrir cómo sería vivir sin ser la hermana mayor las veinticuatro horas del día, ¿Tú me entiendes, Mayven?

—Sinceramente, no —le dije, ella se veía decepcionada por mi respuesta—. No soy hermana mayor. Pero hay una niña que es muy importante para mí y su padre le enseño a actuar con responsabilidad desde muy pequeña así que con ella no tengo problema.

—Hay otro pero, verdad —asegura Percy.

—Si —sonreí divertida—. Tú y Thalía.  Siguen siendo impulsivos e inmaduros en algunos casos y me provoca mandarlos a China de una patata, así que en parte te comprendo, Bianca —Percy se quejo—. Es la verdad sireno, no te quejes.. aún así no me atrevería a dejarlos por nada del mundo y si lo hiciera me encargaría de dejarlos bien cuidados o controlados en su defecto.

—Zoë parece confiar en ti —le dijo Percy, rompiendo el silencio que mi respuesta había dejado—. Y por cierto, ¿qué era eso que estaban hablando? ¿Algo peligroso de la misión...?

—¿Cuándo?

—Ayer por la mañana. En el pabellón del campamento —dijo delatando se—. Tenía que ver con el General...

Su rostro se ensombreció.

—¿Cómo es posible...? Ah, la gorra de invisibilidad. ¿Nos estabas espiando?

—¡No! O sea, en realidad, yo sólo...

Lo salvó la llegada de Zoë y Grover con las bebidas y los pasteles. Chocolate caliente para Bianca y para mí. Café para ellos. Me comí el brownie, y estaba tan bueno que casi voy a comprar otro.

—Deberíamos probar el conjuro de rastreo —dijo Zoë—. ¿Aún te quedan
bellotas, Grover?

—Humm —farfulló. Estaba masticando una magdalena integral, con envoltorio y todo—. Creo que sí. Sólo tengo que... —Se quedó petrificado.

Iba a preguntarle qué ocurría, cuando una cálida brisa pasó por mi lado, como si en mitad del invierno se hubiera extraviado una ráfaga primaveral. Aire fresco perfumado de sol y flores silvestres. Y algo más: como una voz que tratara de  decir algo. Una advertencia.

Zoë sofocó un grito.

Grover dejó caer su taza decorada con un estampado de pájaros. De repente, los pájaros se despegaron de la taza y salieron volando: una bandada de palomas diminutas. La rata de goma soltó un chillido; correteó por la barandilla y se perdió entre los árboles. Una rata con pelaje y bigotes reales.

Grover se derrumbó junto con su taza de café, que humeó en la nieve. Lo rodeamos de inmediato y tratamos de reanimarlo. Él gemía y parpadeaba.

—¡Escuchen! —dijo Thalia, que subía por la calle corriendo—. Acabo de...¿Pero qué le ha pasado a Grover?

—No lo sé —declaré—. Se ha desmayado.

—Aggg... —gemía Grover.

—¡Pues levantenlo! —ordenó Thalia. Empuñaba la lanza y miraba hacia atrás—. Hemos de salir de aquí.

Daughter of Shadows || PJO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora