"Capitulo 3"

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Frustrada, enojada y sintiéndome sucia por quedarme afuera de una clase el primer día, fui donde estaban Adela y Poncho. Ambos al verme caminar hacia ellos fruncieron el ceño y esperaron a que llegara hasta donde estaban, cuando estuve frente a ellos, tome asiento y puse mi cabeza sobre la mesita.

— ¿Que paso? Creí que aun tenías una clase — pregunto Adela confundida.

— Llegue tarde y me dejaron afuera — dije preocupada y levante mi rostro para ver a ambos chicos.

— Tranquila, no es tan malo Isa, cuando iba a la prepa me sacaban de clase casi siempre — dijo Poncho, tratando de levantarme el ánimo.

— Poncho, aquí ya no es lo mismo que en la prepa — comente y solté un suspiro — Lo siento, solo estoy estresada por lo sucedido — él asintió restándole importancia.

— Bien, ya no te angusties, todo saldrá bien amiga, relájate y ¿qué tal si yo te invito la cena? Para que no te sientas tan mal por lo de tu clase. — hablo Adela poniendo una enorme sonrisa.

— Gracias — les sonreí.

— ¿Y yo que? — pregunto Poncho.

— ¿Perdiste una clase? — respondió Adela con otra pregunta levantando una ceja.

— No

—Entonces solo a Isa — comento y soltó una risa, y yo me uní a ella

**

Entre a mi apartamento, me dirigí a mi cuarto lance mi mochila a la esquina de mi recamara y posteriormente me tire a la cama soltado un suspiro,

— Uff — mire el póster— ¿Porque tienes que estar tan guapo, Jos? — Solté una risa — Insisto en que parezco una loca hablando con un pedazo de papel.

Me levante de la cama, tome mi abrigo y salí de ahí para encontrarme con mis amigos. Ellos ya estaban a fuera esperándome.

Habíamos quedado en ir caminando a un restaurante cercando, así podríamos familiarizarnos más con la ciudad y disfrutar su belleza.

— Jovencitos... — una ancianita interrumpió nuestro camino, nos detuvimos y la miramos — ¿podrían regalarme una moneda? — aquella anciana lucía un poco extraña, pues no se le veía el rostro ya que lo tenía cubierto por un rebozo color negro.

— Lo siento pero...No tengo cambio — dijo Adela y me miró, Poncho rebuscó en sus cosas.

— Yo tampoco tengo — comento mi amigo triste.

— Creo que yo si tengo —busque en mi bolsillo trasero y tenía cinco pesos en monedas de un peso, le tendí el dinero, ella estiro su brazo y acepto el dinero.

— Muchas gracias hermosa, eres muy generosa por agradecimiento déjame obsequiarte algo — de su bolsillo saco una piedra preciosa de color rojo — Toma linda — abrí los ojos como dos lunas llenas y tome la piedra que parecía que tenía flamas carmesí en su interior — es de buena suerte, cuando tengas algún problema solo ponla debajo de tu almohada, y todo se calmara, es de buena suerte y puede cumplirte los deseos más anhelados de tú corazón.

— Amm... muchas gracias, señora — dije un tanto dudosa.

— Pero debes saber que solo funciona una vez, cuídala mucho — toco la mano donde tenía la piedra.

Asentí. La anciana comenzó a caminar en dirección contraria a la nuestra y desapareció entre la multitud de gente.

— Woow eso sonó tan creíble — dijo Poncho con sarcasmo.

— Déjame verla —dijo Adela, se la di — ¡Oye es genial!, leí acerca de estas piedras, se llaman "Deseos" en realidad son muy raras, casi no hay... pero tienen una leyenda — dijo Adela tomando la piedra entre sus manos.

— ¿Así? — levante una ceja.

— Si ya no recuerdo muy bien, pero decía algo como de que la usaban los antepasados para regresar a sus muertos a la vida pidiéndole a la roca resucitarlos, algo así como un deseo de ahí viene el nombre de la piedra.

— Suena interesante — dije restándole importancia — vamos a cenar — Adela me devolvió la piedra y la metí en el bolsillo de mi abrigo.

— ¡Vaya! Algún día tendrás que prestármela para pedir que pase todos los exámenes que vienen — comento Poncho divertido, reí ante eso.

Entramos al restaurante. Yo soy muy escéptica, no creo en nada de deseos, fantasmas o cosas así, eso no puede ser real.

**

Había pasado un semana después de la cena que tuvimos mis amigos y yo, se imaginaran cuanta tarea ya tengo.

— ¿Entonces no puedes salir hoy? —pregunto Poncho.

— No, lo siento... no puedo amigo, tengo tarea— dije bajando del ascensor.

— Que lastima, buena suerte con tu tarea entonces — sonrio.

— Gracias — me despedí de Poncho con un beso en la mejilla y él entro a su apartamento.

Hoy era viernes, así que mi fin de semana se resumiría en hacer tareas. Entre a mi apartamento, mire el reloj y eran las 6:40 p.m. saque un cartón de leche del refrigerador y bebí de él.

Puse música, y comencé a sacar mis libros para hacer la tarea entre más rápido la acabe mejor. Estaba algo estresada, me senté frente a la computadora y la prendí.

— Comencemos con esto — dije, abriendo mis apuntes.

**

— Hace frío — dije y me levante de donde estaba y fui a mi habitación por un abrigo.

No quise encender la luz, así que fui a mi closet a oscuras. Saque un suéter y me lo coloque, iba de regreso a terminar mi tarea, pero había pisado algo, me agache para ver que era y me di cuenta que era la piedra roja que me había dado la anciana, la había olvidado... pero ¿Que hace aquí tirada?

No le di importancia y la deje sobre mi cama.

Mi Póster Cobró Vida |Jos Canela| [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora