Existían varias razones por las cuales no deseaba que él le acompañara a dar un recorrido por la ciudad mientras hallaba algo que le convenciera para el esperado día de Navidad. Una de ellas era porque resultaba ser tremendamente conocido por las calles que cada cuadra era abordado por chicas y hombres de impecable vestimenta; era claro que algo así iba a pasar si se anda por allí con el hijo de un ricachón conocido en toda Francia.
—¡Me estás empezando a fastidiar, Marko! —le gritó el moreno a su carismático acompañante; uno que se estaba despidiendo de las últimas personas que se acercaron a saludarle.
—No es mi culpa, Aomine —se excusó—. Mejor sigamos recorriendo las tiendas. Seguramente hallaremos algo que le guste a Axelle —prosiguió mientras continuaban avanzando.
—De saber que esto iba a ser así de fastidioso hubiera venido con Hadrien —masculló.
—Él salió desde temprano a comprar no sé qué cosas. Además con él tendrías que soportar el que le abordara una chica en cada esquina... —le comunicó, haciéndole saber su suerte de haberse ido con el alemán—. Y con Leo seguramente hubieras terminado en una librería o una tienda de ropa demasiado aseñorada...
—Como sea, sólo terminemos con esto de una buena vez por todas.
—Parece que los dos tuvieron la misma idea este día —indicó el italiano, señalando con su mirada una tienda que se ubicaba a un par de metros de donde estaban. Alguien estaba más que concentrado viendo cuál de todas esas piezas de joyería era la más bella de todas.
—¿Aominecchi? —el rubio estaba más que absorto en su tarea que no se dio cuenta de la presencia de su amigo hasta que le echó el hombro encima.
—Así que aquí andabas, Kise.
—¿También de compras para regalarle algo a Kimura en Navidad? —cuestionó con una sonrisilla el castaño—. Aomine también estaba en ello.
—Aominecchi, sabía que dentro de ti existía un hombre detallista y romántico —lo último que Ryouta diría si no lograba zafarse del agarre en el que se convirtió la camarería del moreno—. ¡Lo siento Aominecchi!
—¿Y entonces vas a regalarle joyas? —preguntó tras soltarle. El blondo por su lado intentaba recobrar el aliento-.
—No lo sé. Aoi es una chica muy particular; no tiene gustos como muchas chicas con las que he salido anteriormente —se le notaba pensativo, como si el regalo a comprar fuera una misión de vida o muerte. Y de alguna manera así era.
—Bueno siempre podemos probar en comprar algo como "eso" —y las miradas de Marko y Ryouta se postraron sobre el moreno. Deseaban saber a qué se refería.
Sin importar cuántos días viviera en aquella "humilde" casa, no podría acostumbrarse por completo a cada uno de los detalles que le conformaban y que le hacían pensar que aquello era algo que únicamente había logrado apreciar en las revistas de hombres adinerados y que adoraban vivir bien. Aunque ahora mismo se encontraba pasando sus vacaciones de diciembre en una de esas alucinantes casas que muchos desearían poseer.
Además de situarse en una elegante comunidad privada, cerca de la Place de L'Étoile, esa exclusiva casa, lujosamente reformada, gozaba de una tranquila y prestigiosa ubicación en el codiciado Distrito XVI de París. Contaba asimismo con grandes superficies de terrazas y preciosos jardines, salas de recepción, una excepcional biblioteca, un estudio, una sala de juegos, una sala de cine y gimnasio con acceso a la piscina, más de diez dormitorios y una casa de invitados con cuatro dormitorios y un loft.
Le sorprendía no perderse en ese monstruo de casa, si es que se le podía llamar de esa manera. Para ella era una mansión en toda la extensión de la palabra.
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Addicted to U [EN EDICIÓN]
Hayran KurguNo había manera de que él, Aomine Daiki, perdiera contra ella; contra aquella chica que apareció repentinamente en su vida para imponer sus normas y burlarse de su persona cada vez que tenía la oportunidad. Definitivamente él no iba a ceder ante alg...