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Sorpresivamente Lauren y yo comenzamos una buena amistad, me aceptaron como trabajadora de medio tiempo por las tardes en la misma tienda que ella, y con lo que ganaba le ayudaba a mi mamá con los gastos de la casa mientras esperaba respuesta de la universidad.

Un mes había pasado desde que metí mi solicitud para el programa de becas en Columbia, al cual el rector Wargner, después de exponerle mi caso, personalmente hizo la llamada para dar su entera recomendación de mí como estudiante y ayudó a llenar mi solicitud.

Y el día había llegado. Pero la carta jamás llegó. La esperé toda la mañana. Por la tarde fui al trabajo. Lauren brincaba de felicidad, su carta llegó, había sido aceptada para la facultad de Medicina.

—Amy, dime que si quedaste por favor. No puedo creerlo. Nos vamos a Nueva York.

—Lauren, yo... no recibí mi carta— respondí cabizbaja.

—No, no, no, no puede ser, simplemente no puede ser. Debe haber un error. Hay que llamar y preguntar, tal vez tu domicilio estaba incorrecto.

—O tal vez no me aceptaron.

Golpeó mi brazo con el puño.

—¡No! No señorita, resolveremos esto.

—Auch— me quejé. —Está bien.

•••

La jornada concluyó y después de las diez de la noche estábamos cerrando la tienda, mientras esperábamos al papá de Lauren que vendría por nosotras y me haría favor de llevarme a casa, sonó mi celular.

—¿Quién será a esta hora?.

—Si no contestas no sabrás, duh.

Atendí la llamada.

—¿Hola?.

—Señorita West, habla el rector Wargner.

—Buenas noches rector, dígame en que le puedo ayudar.

—Pues ayudarme, no en realidad, pero podrías venir mañana temprano a mi oficina por tu carta de aceptación de Columbia.

Me quedé muda con la boca abierta.

—¿Amelia sigue usted ahí?— preguntó el rector ante mi silencio.

—Sí, sí, sigo aquí. Disculpe, me quedé estupefacta. Mañana mismo paso por ella.

Finalizamos la llamada y me giré a ver a Lauren quien me observaba ansiosa queriendo saber que me había dicho el rector.

—¿Y?— exigió.

—Mi carta llegó a las oficinas del St. Paul's.

—¡Joder, si!, ¡Lo sabía!, te dije que todo saldría bien. ¡Nos vamos a Nueva York!

•••

Llegué a casa y de un empujón cerré la puerta, corrí hacia mi madre que estaba en la cocina preparando panqueques para cenar. La abracé tan fuerte.

—Mamá, me dieron la beca completa en Columbia.

Gritó y me abrazó más fuerte.

—Sabía, sabía que te elegirían, me pone tan triste dejarte ir pero una oportunidad así no la puedes rechazar.

—No te preocupes, tan pronto tenga estabilidad económica, vendré por ti. Lo prometo mamá.

•••

—Por favor, cualquier cosa llámame y si algo no sale bien, solo dime y veré como traerte de regreso mi niña— me decía mi madre mientras me abrazaba.

—Si má, todo saldrá bien, ya verás.

Junto a nosotras, los padres de Lauren se despedían también de ella. Me acerqué a ellos para agradecerles una vez más con el apoyo de transporte que me brindaron. A lo cual ellos respondieron amablemente, prometiendo seguir en contacto con mi mamá por cualquier cosa. La señora Banks y mi mamá habían hecho buenas migas, y me quedaba tranquila de saber que no se quedaría sola.

—Ya anunciaron nuestro vuelo amiga, es hora de irnos— me decía Lauren.

—Nueva York, aquí vamos.

Y sin mirar atrás, tomé mi equipaje y subí junto con mi amiga al avión. Cargando con mis nervios y mis emociones, dispuesta a darlo todo en Columbia, con tantos sueños y metas por cumplir.

¿Qué me esperará en Nueva York?

•••





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