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Multimedia | "Premonitions" Vaults.





La señora Parker apareció como por arte de magia, ni siquiera sabía que seguía en la casa, a veces no notaba su presencia pues sabía ser muy discreta. Supongo ella también tenía firmados acuerdos de confidencialidad en los cuales se le pedía discreción y demás.

—Sarah, que los periodistas esperen diez minutos y después los pasas a mi estudio, por favor —le ordenó él para después tomarme de la mano y arrastrarme con él.

Diez minutos a solas, algo no me olía bien.

—¿Me vas a instruir sobre lo que puedo y no puedo decir? —le pregunté burlona mientras me sentaba en una esquina del escritorio.

Sebastian me puso mala cara.

—Claro que no —respondió con recelo —Solo quería que coordináramos las respuestas que daremos a la prensa, porque ni de broma planeo decirles con puntos y comas todo sobre nuestro compromiso.

Solté una carcajada, en verdad era una idea muy buena y hasta cierto punto divertida.

—¡Genial! —celebré con pequeñas palmadas de entusiasmo —Por un momento pensé que en verdad tendríamos que abrirnos con ellos.

Ocupó una silla frente a mí y apoyé mis pies sobre sus rodillas, cuidando de no lastimarle con el tacón.

—No, jamás —hizo un mohín —No soy imbécil como para ir y dar detalles sobre mi vida privada a una revista de sociales. Eso fue lo que jamás comprendiste ni me permitiste aclararte, cuando me refería a hacer convenio con los medios era venderles nuestra versión de las cosas.

Visto desde esa perspectiva no sonaba tan descabellado como antes.

—¿Y si en alguna respuesta no coincidimos?

—Tu llevarás el control de esto, yo solo me acoplaré a lo que tú digas. Al final la experta en discursos e imagen eres tú. —hablaba como si sonara orgulloso de mi —Juega con ellos como quieras.

—¿Y después de la entrevista puedo jugar contigo? —pregunté en tono sugerente.

—O yo contigo —añadió con el mismo tono.

Mi mente viajó y recordó la última sesión de bondage consensuado, ese placer incomparable que me brindaba el estar vulnerable bajo su mando. Quería repetirlo.

Estaba en uno de mis "momentos especiales", así le llamaba yo a los ratos en los cuales me sumía en mis pensamientos agradables y me desconectaba del entorno.

Un par de palmadas suaves en mis pantorrillas me hicieron regresar a la realidad. Sebastian se levantó del ajustando su corbata azul marino y abotonándose el saco. Habían pasado ya los diez minutos.

La señora Parker abrió la puerta del estudio y entraron delante de ella dos mujeres y un hombre: una morena cuarentona de muy buen ver con un traje sastre color gris y tacones a juego, a juzgar por su estatus estaba segura de que ella era quien haría las preguntas. Con ella venía otra morena más joven, tal vez de mi edad, traía consigo herramientas de fotografía. Y el chico, un veinteañero que ayudaba a cargar el equipo.

La mayor de inmediato mostró una soltura propia de los entrevistadores, su aura era escandalosa, el estudio que siempre se mantenía en silencio a excepción de cuando se nos ocurría iniciar una pelea ahí ahora se sentía muy vivo y animado.

—Señor Stan, señorita West —nos saludó con efusividad —Katie Scott, corresponsal de New York Life. Un placer —estrechó mi mano y después la de él —Tienen un hogar divino.

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