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Todos se encontraban en la sala de espera: Nora West y su esposo, Elizabeth Stan con Arthur siempre a un lado, Jay y Lauren en llamada con Jessica quien venía en camino a la ciudad.

Cada quien con su cada cual, no se conocían entre todos, pero tenían un lazo en común, esperaban el despertar de Amelia.

Los médicos se habían estado mostrando bastante renuentes a proporcionar más información de la que ya se conocía.

Nora había cesado su llanto, su expresión se volvió un claro reflejo de angustia, la mujer se mantenía únicamente a base de café. Charles también estaba muy preocupado, demasiado a decir verdad, pero sabía que uno de los dos debía mantenerse firme, y en este caso sería él.

En un inesperado momento, Elizabeth se movió de lugar, sentándose junto a Nora, le frotó el hombro como gesto de consuelo.

—Se que es difícil, pero mantente serena, Amelia estará bien —le dijo la madre de Sebastian.

Los labios de Nora se curvaron en apenas una sonrisa.

—Eso espero, Elizabeth —suspiró —¿Sebastian está mejor?

—Él está en reposo, mañana domingo podrá retirarse a casa por su propio pie. Una vez esté dado de alta ejercerá presión sobre los médicos.

—Se ha preocupado tanto por Amelia, no pude dejar a mi hija en mejores manos.

Claramente, Nora no tenía ni idea de lo que había ocurrido en la vida de la pareja los últimos tres meses, Amelia siempre decidía ocultarle a su madre los pormenores que pudieran causarle alguna preocupación.

La madre del empresario sabía que su hijo no era del todo un santo, pero definitivamente no era el momento apropiado para reventar la burbuja de la afligida mujer. Así que se limitó a darle la razón y optó por cambiarle el tema a algo más trivial.

Si había alguien que estuviera enterado de todo lo que acontecía en la vida de Amelia, definitivamente ese era su mejor amigo Jay. Y, ¿cómo no estarlo?, cuando él fue quien le dio la entrada al mundo de las sugar babies junto con la flamante Jessica.

Había sido testigo de cada triunfo y caída de la joven, él estaba sufriendo por ella tanto como su madre o su padrastro. Quería mucho a su amiga y no soportaría perderla.

Arthur se reprendió internamente un par de veces, pues sus ideas le traicionaban, no podía evitar en pensar que la señorita West podría no salir de aquel hospital con vida, también pensó en que tal suceso afectaría demasiado a su jefe.

—¿Viene Jess en camino? —preguntó Lauren a Jay.

—Tal vez el lunes por la tarde —le respondió sin dejar de mensajear —Se retrasó porque le costó trabajo sacar un permiso en el hospital.

Jay no soportaba mucho la presencia de Lauren, porque aunque la rubia no tenía ni idea, él estaba enterado de la traición que había cometido. Si de su cuenta corriera, ya la habría exiliado de la isla, pero Amelia le pidió manejar las cosas con calma.

—Me preocupa A, cuando dijeron accidente solo me imaginé algún hueso roto y ya —miró sus pies pensativa —Jamás pensé en coma o algo así.

¿A? ¿Acaso había llamado a su mejor amiga de esa forma en que solo se llamaban entre ellos: J y A? Lauren definitivamente no conocía el descaro.

—¿Vamos por un café? —le sugirió con amabilidad a la rubia.

—Si —animosa aceptó y se dirigieron a la cafetería.

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