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Multimedia | "Capital Letters" Hailee Steinfeld.




Mi celular sonaba insistente. Una y otra vez ese tono espantoso.
Atendí la llamada.

—¡Feliz cumpleaños! —canturreó Jay con exceso de emoción.

Parpadeé un par de veces para terminar despertar bien.

—Gracias J —le respondí mientras miraba fijamente la puerta del vestidor, no le podía quitar la vista de encima.

—¿Qué harás? Deberíamos salir a desayunar o almorzar.

—Mmm... —lo medité dos segundos —Vamos a comer, te veo a las dos. Puedo ir a recogerte a tu oficina.

Chilló entusiasmado.

—¡Perfecto! —lo imaginaba dando saltitos.

Nos despedimos y me levanté de la cama con un movimiento brusco que me hizo marearme.
Ni rastro de Sebastian por la habitación. Revisé el reloj y recién daban las ocho de la mañana.

Se me ocurrió qué tal vez quiso llegar temprano a la oficina.

Mientras lavaba mi cara y cepillaba mis dientes examiné mi rostro como pocas veces lo hago, detenidamente. No aparentaba mis recientes veinticinco.
Nunca lograría verme así de madura como se veía mi novio, estos rasgos aniñados siempre me iban a delatar.

«Veinticinco... diablos», chisté. Son muy pocos años para tantas vivencias que he tenido.

Reemplacé el pijama de satén rosa por unos jeans y un hoodie gris. Así como el día, nublado y grisáceo. Usualmente elegía mi color de ropa dependiendo del clima. No me parecía adecuado un atuendo colorido cuando estaba lloviendo, o ir de negro en pleno verano.

Aunque si pudiera, vestiría de azul marino todos los días. Era mi favorito.

•••

El living se había convertido en un jardín. Un jardín con las flores más hermosas en mis colores favoritos. El lugar estaba inundado del olor tan exquisito.

Recorrí con las yemas de los dedos la textura suave de las peonias.

Conté veinticinco arreglos en total.
Ese ingenio sólo pudo haber venido de una persona en particular.

La señora Parker apareció saliendo del cuarto de lavado.

—Buenos días, señorita West. Están preciosas, ¿verdad? —me preguntó enternecida, contemplando la escena.

—Buen día, señora Parker —le saludé con una sonrisa, ella siempre me había agradado mucho —Y si, son bellísimas.

—Por cierto, feliz cumpleaños. ¿Qué le apetece de desayunar?

Nada, hasta él hambre se me había quitado.

—Por ahora nada. ¿Tiene mucho que se fue su jefe?

—El señor no se ha ido, está en su despacho.

—Gracias.

Antes de dirigirme al despacho hice una fotografía del living y se la envié a Jay.

Sebastian tenía la mirada fija en la computadora, revisaba papeles al mismo tiempo que sorbía café desde su taza favorita. Nunca me escuchó entrar, fue hasta que sintió mi presencia cuando levantó la vista.

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