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Nunca tendré certeza del momento exacto en que pasamos del rosa al azul. Simplemente lo supe, en su despacho, un jueves por la noche.

Sebastian trabajaba en su estudio mientras yo trabajaba en un proyecto escolar de vinculación con la UNICEF, organización en la cual buscaría realizar mis pasantías y después trataría de acomodarme en algún puesto, un politólogo encaja perfectamente en una ONG, y eso era exactamente lo que quería, brindar servicio comunitario y aportar algo a la sociedad.

Mi celular sonó, era Jessica.

—Responde si o no, nada más.  ¿Estás con Sebastian? —fue lo primero que dijo ella al atender su llamada.

—Si —respondí obediente.

—Aléjate un momento de él, finge que vas al baño y revisa tu bandeja de mensajes —ordenó como quien planea alguna misión.

Sebastian seguía con la mirada clavada en la computadora, revisando documentación, jamás se percató de mi salida.

Me alejé tanto como pude del espacio. Acercándome a la terraza, ahí nadie podría escucharme, me encontraba nerviosa de no saber que era lo que estaba tramando Jessica, definitivamente no era nada bueno pues su voz llevaba una nota de preocupación la cual logró transmitirme con facilidad.

Un mensaje entrante hizo sonar mi celular. Dicho mensaje contenía una fotografía. Un hombre en la barra de un bar tomando a una mujer rubia por los hombros.
No me llevó muchos minutos analizar la imagen para deducir a quién pertenecía ese porte tan peculiar.
El estómago me dio un vuelco y el piso se movió debajo de mis pies.

Con las manos temblorosas por el coraje le devolví la llamada a Jessica.

—¿Lo has visto? —atendió en seguida.

—Si Jess, lo he visto, ¿tu la tomaste?

—Si, es de anoche. Salí con un prospecto y lo vi. Debo confesar que te mentiría si te digo que los pillé besándose o algo más pero definitivamente era él.

Suspiré con pesadez. Intentando calmarme y enfriar mi cabeza.

—Si, anoche salió, tenía una cena con unos socios —me quedé pensativa analizando una vez más la fotografía en mi mente —Ahora mismo iré a confrontarlo.

—¡No! —gritó ella —Así no son las cosas Amelia, ahorita estás alterada y causarás un disturbio. Cuando estés más serena le preguntas.

Negué con la cabeza como si ella pudiera verme al mismo tiempo que daba vueltas sobre la terraza como tigre enjaulado.

—Perdóname Jess pero no puedo quedarme con la duda — colgué ignorando sus negativas.

Subí rápidamente hasta el estudio donde él trabajaba, entré y cerré la puerta de un azote. Sebastian levantó la mirada ante el sonido de la puerta, perdiendo la concentración.

Caminé hasta su escritorio y coloqué el celular con la fotografía en frente de él. Miró la foto, me miró a mi y me dedicó un gesto de indiferencia.

—¿Qué significa esto? —pregunté alterada.

Sorbió un poco de vino y bajó la mirada a unos documentos que estaba revisando.

—Significa que estás siendo paranoica —respondió sin darme la cara.

—¡Sebastian no soy idiota, eres tú, anoche, con esta zorra! —dije esta vez alzando mucho más la voz.

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