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Multimedia | "Bitter and Sick" One Two.

La casa de California era simplemente bellísima. Muy diferente al penthouse de Nueva York, pero hermosa a su manera. Con amplios espacios, colores claros y ventanales con vista a la playa. La idea de Sebastian de pasar un fin de semana en esa casa era maravillosa y acertada, nos encontrábamos en el lugar ideal para dejar de lado el estrés de la ajetreada ciudad y nuestros ritmos de vida tan pesados. Y así, tal vez, podríamos relajarnos y eliminar esa tensión que nos venía abrumando los últimos meses.

El ambiente en casa era turbio. A raíz del suceso de la fotografía nuestra relación había cambiado drásticamente, me era inevitable no vigilar sigilosamente los pasos de mi novio y volverme un tanto paranoica. A su vez, él había desarrollado una especie de amor-odio hacia mi; algunas veces quería comerme a besos y otras veces solo quería estrangularme.
No lo decía, y no era necesario que lo hiciera. Yo simplemente lo sabía, lo sentía.

Era cuestión de tiempo para que la bomba entre nosotros estallara. Ambos con temperamentos difíciles, personalidades autoritarias.

Casi a diario pensaba en retrospectiva sobre la evolución de nuestra relación. ¿Cómo llegamos a esto?

¿En qué momento me perdió la paciencia?
¿En qué momento le perdí la confianza?

—Vaya —recorrí la sala de estar con la mirada —¿Por qué nunca me habías contado de esta casa? —pregunté confusa.

—Hay muchas cosas que no te he contado —musitó él mientras subía las escaleras con el equipaje en mano.

Aceleré mi paso y fui tras él.

—¿A que te refieres con eso? —pregunté indignada.

Entró a la habitación principal y dejó las maletas en el suelo.

—Amelia por favor, para de malinterpretar cada cosa que digo —pidió mientras me tomaba delicadamente por los hombros —No te oculto nada, yo me estaba refiriendo a que todavía no he alcanzado a decirte puntos y comas de mis propiedades y demás cosas.

Inhalé y exhalé para apaciguar mi mal genio.

—Vale, si, tienes razón. Discúlpame.

—No te preocupes —besó mi frente —Ve y disfruta la casa, yo trabajaré un poco.

—Si a esas vamos, hubiera preferido quedarme en Nueva York, de igual manera iba a estar sola.

—Entiende por favor que liderar una empresa no es lo mismo que estudiar la universidad, no me puedo deslindar de mis responsabilidades.

Hablaba con mucha calma y tranquilidad. Aunque en el fondo sabía que se retorcía y luchaba internamente por no explotar.

—Estás un poco irritable por el calor, ve a nadar un momento y por la tarde haremos algo juntos. ¿Te parece? —su tono era más amigable y convincente.

Me sonrió, como antes, y me tembló hasta el alma.
Le sonreí de vuelta, y me inundó la idea de qué tal vez no estaba todo perdido y las cenizas pudieran ser fuego de nuevo.

La piscina era invitante, inmensa y no pude negarme a entrar en ella. Me cambié el vestido azul por un bañador de una pieza color blanco.
Decidí no usar protector solar para ver si lograba coger un poco de color sobre mi piel casi traslúcida.

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