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Multimedia | "Toxic" Sofía Karlberg (cover de Britney Spears).



Me encontraba en una aburrida gala, donde ni siquiera podía participar en las subastas ni conversar con nadie más que con mi acompañante, mismo que me estaba ignorando descaradamente por ir a ligar con el muchacho de las bebidas.

—Has ido más veces a esa barra que cruzado palabra conmigo —le reprendí entre dientes.

Él rodó los ojos.

—Calma, A, ve y tómate un trago, te hace falta —me animó.

Retiré la servilleta de tela de mi regazo y me levanté para ir en busca de un trago, en realidad si me hacía falta.

Me conduje entre las mesas hasta llegar a la barra y reconocí que el bar tender si era muy guapo, con razón Jay andaba tan alborotado.

—Una martini seco, por favor —le pedí.

—Que sean dos —añadió una voz aterciopelada detrás de mí.

Giré y le encontré ahora junto de mi, el movimiento me destanteó haciéndome sacudir la cabeza.

—¿De cuando acá tú vienes a la barra? —le pregunté con toque irónico.

Sebastian no era de las personas que llegaban a un evento y se dirigía al bar como simple mortal, a él siempre le llovían las atenciones y el buen trato. Dado a su encanto, fortuna y estatus social.

—Se me antojó un martini y decidí venir por él, ¿qué de malo hay en ello? —preguntó con falsa inocencia.

El ligue de Jay nos dejó ambas copas en la barra y hábilmente Sebastian tomó las dos, dejándome con la mano en el aire.

—Vamos —me ordenó dulcemente.

Mi rostro se convirtió en un signo de interrogación gigante. ¿Ir a donde?.

—¿Perdón? —respondí indignada.

Su expresión comenzaba a reflejar desesperación.

—Solo vamos a quitarnos de aquí, Amelia, estamos obstruyendo el paso.

Dicho eso capté que había estado malinterpretando y él solo quería moverse.
Caminó sin rumbo en particular por el salón y yo le seguí, siempre tan magnético atrayéndome hacia él. Finalmente me dio mi copa y le di un trago gordo. El alcohol era seco y dejaba un escozor en mi garganta.

Recorrimos la pequeña galería que se había montado en aquel salon, donde se exhibían los cuadros y demás artículos que se estaban subastando con la finalidad de recaudar fondos.
Compartimos un par de comentarios sobre la logística del evento, sobre las personas que habían comprado y sobre cosas demasiado triviales. Sin embargo ahí estaba, esa atracción casi palpable que siempre nos envolvía cuando estábamos en el mismo espacio.
Ni la baja temperatura me hacía cosquillas teniéndole a él a un lado, los bochornos eran inevitables.
Me pregunté si él sentía lo mismo.

—Y, ¿cómo has estado? —me atreví a preguntar.

Él se giró a verme, incrédulo, al parecer todavía no se acostumbraba a que alguien le preguntara sobre él.

—Bien, normal —respondió vacilante —Como siempre. Trabajando. ¿Tu?

—Igual, trabajando, es muy pesado estar como responsable de un área. Me toca llevarme trabajo a casa, a veces soy la última en irme de la oficina y es una locura. Espero manejarlo mejor con el paso del tiempo.

Sonrió, escuchando atentamente todo lo que le decía, como si le estuviera contando la historia más interesante.

—Eres demasiado lista, en un corto periodo eso será pan comido para ti. Organiza tus tiempos, agenda todo, eso es fundamental.

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