"Él me mostraba el lado más amargo y crudo del amor, pero también me mostraba lo más dulce y maravilloso".
🏅No. 1 || #novelajuvenil || 05.08.18
🏅No. 3 || #sebastianstan || 10.09.18
🏅No. 1 || #sebastianstan || 08.11.18
🏅No. 2 || #novelaromantica...
—Insisto, esto es innecesario —repelaba en el asiento trasero del Tesla, Sebastian compartía asiento conmigo. Esta vez conducía Arthur, su chofer de origen escoces que había contratado para aquellas ocasiones en las cuales no podía o no quería conducir.
La intención de traer a Arthur con nosotros era que una vez recibido mi coche, Sebastian me enseñara a conducir por la ciudad, por lo tanto no habría quien se llevara su flamante automóvil de vuelta a casa.
—No podemos arriesgarnos a que te pase algo en la calle, un coche siempre es más seguro —inquirió él, con ese tono de sobreprotección que usaba conmigo.
—Arthur, por favor, dile a tu jefe que no sea tan cabeza dura —le pedí al pelirrojo mirándole a través del espejo retrovisor, a lo cual solo se limitó a sonreír sin apartar los ojos del camino. Él sabía que no se podían discutir las órdenes del jefe.
Sebastian no respondió más, me ignoró el resto del camino, su concentración estaba puesta en el teléfono celular, movía los pulgares a diestra y siniestra enviando correos electrónicos.
Manhattan se caía a cantaros y el cielo nublado hacía a la mañana parecer un anochecer. El aire húmedo me erizaba la piel y la cercanía de cierto caballero apuesto, también.
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Me impresionaba que llevando solo un par de jeans, una camisa de vestir y una cazadora oscura parecía recién salido de alguna pasarela o revista de modas. Por el contrario; mis pantalones de chándal, el hoodie y las zapatillas de converse me hacían parecer recién salida de un hospicio.
Amaba Nueva York, a pesar de que ella no me amara a mí. Salir cada día y admirar su impresionante arquitectura, la mezcla de incontables culturas, el ruido ensordecedor de los autos, el olor a combustible, su lluvia y todo lo que la contextualizaba. Disfrutaba mucho vivir ahí, mi evolución de estudiante británica a universitaria neoyorquina de la ivy league.
Finalmente llegamos a la agencia de autos, ágilmente Arthur llegó hasta mi puerta antes de que pudiera salir por mi propia cuenta, era el hombre más atento que haya conocido, al menos conmigo lo era.
Mini Cooper, debí suponerlo.
Yo habría preferido algún auto de segunda mano, lo más económico posible. Los autos son el reflejo de sus conductores; Sebastian, el deslumbrante hombre un millón de dólares, claramente manejaría un Tesla. Un Mini era un auto fresco, pero sofisticado, costoso, y yo claramente no era eso.
Mis pies perdieron el control al entrar en contacto las suelas húmedas de mis tenis con el piso exageradamente pulido de la agencia, haciéndome caer sobre mis sentaderas al mismo tiempo que se acercaba una bonita y exuberante rubia, agente de ventas; Sebastian caminaba a mi lado derecho y Arthur detrás de nosotros. Al ver a la chica supe que me tendría que levantar por mis propios méritos, pues la escultura andante captaría la atención de mi acompañante.