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Multimedia | "Give You What You Like" Avril Lavigne.

Después de aquella noche, cuando me besó por primera vez, Sebastian nunca comentó nada al respecto, como si hubiese estado lo suficientemente alcoholizado como para no recordar nada o lo suficientemente arrepentido como para no tocar el tema nunca más.

Por mi parte, no gozaba de la misma habilidad para olvidar las cosas, o en su defecto, pasarlas por alto. Pese a que habían pasado casi tres semanas desde aquella noche aún seguía llevando su sabor en mis labios, su textura seguía vigente en mi memoria.

A pesar que tratarme justamente igual que siempre, su actitud era un poco más libertina; sabía perfectamente que él no era hombre de una sola mujer, recuerdo a la perfección aquel almuerzo cuando me confesó que había perdido la cuenta de la cantidad de mujeres que habían desfilado por su cama.

Decía que nunca subía a las mujeres a la planta alta del pent-house, lugar donde tenía su habitación en el tercer piso; los encuentros siempre eran en un cuarto de la planta baja, así ellas nunca tendrían acceso a su privacidad, pues al ser polvos de una sola noche, no era necesario que supieran más de él de lo que deberían. Tampoco pasaban la noche con él, ni en la habitación especial, una vez concluido el asunto ella debía marcharse.

Nunca me atreví a preguntar el motivo de tanta renuencia hacia las relaciones estables, siempre consideré que eso era infringir demasiado en su intimidad.

Quien había perdido la cuenta de la cantidad de mujeres que habían pasado por sus sábanas ahora era yo, pues las noches que pasaba en su apartamento podía escuchar el ascensor activarse a media madrugada, debía ser alguna fémina retirándose después de haber recibido tremendo polvo celestial.

•••


El fin de semana decidí quedarme con él en su apartamento; mis amigas habían hecho planes por separado y no tenía con quien más estar.

El domingo por la tarde Sebastian trabajaba un momento en la oficina que tenía acondicionada en su hogar mientras yo le hacía compañía al hacer unas cuantas tareas que tenía que entregar la siguiente semana.

—¿Has repetido con alguna chica? —pregunté repentinamente.

Salió del trance en el que estaba inmerso con la computadora. Me miró atónito.

—¿Repetir que? —extrañado preguntó.

Suspiré exasperada.

—Sexo con alguien, dos veces —respondí como si de algo muy natural se tratara.

Carraspeó y bebió del vino que tenía en su copa.

—Depende, si es una mujer buena en la materia, sí, hay algunas a las que incluso yo las he llamado de vuelta, como tu jefa —respondió con la misma naturalidad, rayando en el descaro.

Asentí con la cabeza, procesando cada palabra.

—¿En qué te basas para elegir a las chicas que te vas a follar? —pregunté curiosa.

Entrecerró los ojos, tratando de descifrar el trasfondo de mi pregunta. Y al parecer, lo había notado.

—No tengo un patrón, pero las prefiero rubias y de mente abierta, que entiendan lo que es sexo casual y no pidan amor o una relación, sabes que no soy de tener novias —continuó escribiendo.

Si alguna vez tuve un poco de esperanza en medio de la penumbra que su rechazo representaba para mí, con esa contestación que acaba de recibir daba por concluidos mis esfuerzos por significar algo más para él y por mostrarle que ninguna de esas zorras lo iba a querer como lo quiero yo.

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