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    Sofocada con las mejillas abochornadas, me ocultaba en el sanitario para damas del WSJ, tomé un poco de agua helada del grifo y la llevé hasta mi rostro, este se encontraba en su habitual tono blanco marfileño con un rubor carmesí en el área de los pómulos. El señor Stan me había hecho hervir la sangre. Esa mirada, ese porte, y esa aura de poder simplemente me habían idiotizado. Y debo admitir que la arrogancia con la cual me ignoró al abandonar la oficina me había, más que molestado, yo diría que atraído.

    Me sentí tan pequeña, tan vulnerable e indefensa frente a él. Como dije, nunca había conocido un hombre físicamente tan atractivo ni con una personalidad tan fuerte.

    Decidí alejar los pensamientos abrumadores sobre el hombre en cuestión y abandonar el edificio, aún tenía tareas por entregar y cosas pendientes por realizar, así como organizar mis quehaceres para preparar mi primer día de trabajo.

•••


    Me dirigía a mi último día de trabajo (de la semana). «¡Por fin viernes!» pensé mientras subía por elevador a otra divertida jornada de cuatro horas siendo achichincle de Angela, quién me ponía a hacer de todo, menos labores de redacción. Y no estaba pidiendo que me dieran mi columna en el diario ni nada de eso, pero al menos algo que no implique prepararle el café ni recoger sus vestidos de la tintorería.

    —¡Qué bueno que llegaste Amy!— me recibió aliviada Angela. —Necesito que me hagas un favor.

     —Claro, dime en que te puedo ayudar— respondí con la intención de aparentar ser la chica que disfruta de hacerle favores a su jefa por la módica cantidad de 400 dólares semanales.

    —Tengo el primer borrador de la entrevista con el señor Stan, necesito que vayas a verlo y se lo muestres, que lo lea y me dé su autorización para la publicación el día lunes.

    Angela, de todos los favores que me pudiste haber pedido, este es el peor, preferiría cualquier cosa menos ir a tener un encuentro con el señor-sin educación-Stan.

    Me tendió el folder membretado, mismo que metí en mi maletín que seguía colgando de mi hombro derecho. Antes de bajar fui al tocador, creí sentir una pestaña en el ojo, o no, tal vez solo creí sentir la necesidad de acomodar mi cabello y ajustar mi ropa.

    Durante el camino no hacía más que tratar de mentalizarme a que recibiría un mal trato o simplemente sería ignorada.

    Bajé del taxi frente a un imponente rascacielos situado en una de las principales avenidas de Manhattan, al entrar me sentí abruptamente fuera de lugar; todo aquel que transitaba por ahí vestía ejecutivamente, mientras que el vestido azul marino que combinaba con la gabardina color caqui causaba un contraste muy notorio.

    Bajé del taxi frente a un imponente rascacielos situado en una de las principales avenidas de Manhattan, al entrar me sentí abruptamente fuera de lugar; todo aquel que transitaba por ahí vestía ejecutivamente, mientras que el vestido azul mari...

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    Caminé hacia la recepción con la pelirroja en turno, avisé que iba a ver a su jefe como una de las tantas encomiendas que mi jefa me asigna. Ella telefoneó a alguien, y a su vez, ese alguien telefoneó al jefe para que así me dieran el acceso.

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