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La oferta que me realizó Jessica resultaba bastante tentadora, sin embargo, no sentía que fuera la mejor idea. Me gustaría que me costara más trabajo ganarme las cosas, y no solo por salir con hombres ricos. Me sentiría perezosa. Por otra parte, no era el tipo de chica que disfrutaría de sacar provecho de su físico, porque ni siquiera consideraba que mi físico fuera algo digno de promocionarse.

—¿Jess?— pregunté mientras ella se encontraba en su ordenador, probablemente haciendo tarea.

—¿Ya te decidiste?— respondió enseguida.

—Sí, hablando de eso, no lo haré. Discúlpame.

—Ah vale, no pasa nada, no todas se sienten cómodas con ello. Es normal. Si te animas, dime.—me sonrió muy amablemente, no se había molestado.

•••

Pocos días después de haber rechazado la oferta de Jessica para convertirme en sugar baby, caminaba por los pasillos de la facultad cuando me topé con la profesora de Teoría del Lenguaje quien me interceptó en el camino.

—Amelia— me llamó la profesora Smith quien sostenía algunos libros en mano.

Y aquí venía el sermón por no acudir a clases en días. Cerré mis ojos ante la resignación.

—Dígame profesora Smith—tratando de sonar lo más relajada posible.

—Mejor dime tú, ¿por qué no has asistido a clases? No creas que no he notado tu ausencia.

Escondía mis manos entre el abrigo frotando mis dedos entre sí, sudados por los nervios.

—He estado enferma.

—¿Y por qué a las otras clases si has asistido?

Bien Amelia, deja de mentir, te han pillado en la movida.

—Profesora, no crea que es un pretexto pero no entrar a sus clases pero... no he tenido dinero para adquirir el material que nos pidió.

—¿Y por qué no le has notificado a tus padres? Para que te envíen dinero.

—No se si sepa pero, solo tengo a mi madre, ella vive en Londres, fregando pisos, con un salario que a duras penas le da para los gastos básicos, llegué aquí con una beca y una amiga que pagó los gastos de traslado. La universidad me costea todo, pero los materiales adicionales no. Y no sé qué diablos voy a hacer si no quiero terminar de patitas fuera de aquí.

Me sentí un poco grosera por la contestación pero me abrumó la impotencia. Su expresión pasó de ser de maestra regañona a mujer conmovida.

—Amelia yo, no sabía todo esto. Discúlpame, desconocía tu situación.

—No se preocupe, ya veré que haré con ello. Debo perpetuar mi estancia en esta escuela.

—¿No has pensado en trabajar? Columbia tiene programas de vinculación con algunas empresas, dependiendo la carrera que estés estudiando y los horarios que tengas.

—¿En serio?— estaba confundida.

—¡Si!, muchos de ustedes nunca leen bien los boletines escolares ni todo lo que Columbia ofrece, pero la vinculación laboral es una de ellas. Mira, ten.

Me tendió una tarjeta, Angela Hyland, Jefa de Redacción, The Wall Street Journal.

—Después del medio día llama a este teléfono, pregunta por ella, preséntate y dile que hablas de parte de Christina Smith, ella sabrá que hacer.

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