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Multimedia | "I Knew You Were Trouble" Taylor Swift.



Sebastian dejaba determinada cantidad de llamadas perdidas a lo largo de los días.
No era capaz de aparecer o simplemente enviar un mensaje, solo llamaba.

En ocasiones estaba en media llamada con mi madre cuando me interrumpían sus llamadas.

Me encontraba elaborando una presentación que debía entregar en un par de días al consejo de UNICEF, ellos pedían resultados inmediatos.

Estaba presionada y hambrienta. A veces no tenía tiempo ni de comer. Acoplarme al puesto no era cosa sencilla. Jay pasaba un par de veces a la semana y me robaba mis durante mis dos horas de comida.

Conversar e ingerir algo me llenaba de energías para continuar con el trabajo.
En algunas ocasiones se aparecía con Lauren y ambos fingíamos que no pasaba nada. Disfrutábamos su hipocresía.

En punto de las seis de la tarde abandoné la oficina, estaban a punto de cerrar y yo por fin había concluido mi informe.
Tomé el maletín con mi laptop y el bolso de mano. No sin antes acomodarme el blazer y la gabardina encima. Era pleno diciembre y el frío no respetaba a ningún neoyorquino.

Al salir, el Tesla color negro estacionado frente a la oficina me hizo dudar sobre qué rumbo tomar. Decidí no mirar al interior, y caminé a mi lado derecho. De inmediato Sebastian salió del auto y me llamó haciéndome detener el paso.

—¿Qué pasa? —le pregunté confusa.

Él se llevó ambas manos al cabello, lo llevaba más largo que de costumbre, acomodado para atrás. Vestía una gabardina azul marino similar a la mía.

—Perdón por aparecer así pero necesitamos hablar —dijo él en tono de súplica.

Inhalé y exhalé el aire helado.

—Perdón, Sebastian, pero nosotros no tenemos nada de que hablar —traté de sonar lo más calmada posible.

—Tal vez tú no, pero yo si —continuó insistiendo.

Negué un par de veces con la cabeza. Le dediqué una mirada desaprobadora.

—Necesito que me dejes en paz, por favor —ahora quien pedía era yo.

Él tensó los labios en una línea recta.

—Hagamos un trato. Regálame una hora, escúchame y prometo esfumarme para siempre.

Se acercó al auto y abrió para mi la puerta del copiloto.

La idea sonaba tentadora. En verdad quería que dejara de interferir en mi vida. Si el precio de eso sería escucharle durante una hora, gustosa lo pagaba.

—Una hora, Stan, no más —le sentencié y subí al auto.

Dentro del Tesla me sentí como la niña de hace unos años. La que soñaba con el dueño de ese flamante auto, la que estaba a su merced, la que no tenía voluntad de rechazarlo.

Sebastian ocupó el asiento del conductor. De reojo logré ver su rostro; normal, sereno, demasiado tranquilo y eso me inquietaba.

Tomé una bocanada de aire y sin quererlo mis pulmones se llenaron de su fragancia. Se me hizo una maraña en el estómago.

—¿Haz comido algo? —preguntó rompiendo el hielo y sacándome de mis pensamientos.

—Una barrita energética y una Coca-Cola —respondí.

Él me puso mala cara.

—Bien, primero iremos a que comas algo —ordenó.

Condujo entre calles y no presté atención a la ruta.

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