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Nunca se sabe cuan hambriento se puede estar de algo hasta que se prueba por primera vez. Mi madre siempre me decía «Ten, pruébalo, para que se te quite la angurria» y funcionaba, una vez probado, pasaba de ello y lo dejaba detrás. Absurdamente creí que con los hombres sería de la misma manera pero me equivoqué rotundamente. El primer y único encuentro íntimo que tuve con el hombre que me hacía perder la cabeza únicamente me dejó con un desazón y síndrome de abstinencia.

Le necesitaba a él; su compañía, su presencia, su energía, su sexo, su aliento, sus fluidos y todo aquello que emanaba de él.

Desde que dejé el apartamento en abril no supe más de él; canceló su contrato en Seeking Arrangement, sé que debí hacer lo mismo, pero había algo que me incitaba a seguir. Y no, claramente no era un motivo económico, era la necesidad de aventura.

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La ola de calor estaba en su máximo apogeo, el clima de julio resultaba favorable para los neoyorquinos, dejando los abrigos detrás y desempolvando los atuendos veraniegos.

Había decidido dejar la residencia estudiantil de Morningside Heights, dejando a Lauren y Jessica un espacio más amplio. Por mi parte, alquilé un pequeño y austero departamento cerca del Upper West Side, la escuela me quedaba a unas cuantas manzanas y podía permitirme caminar, y a su vez, evitar ser vista en el Mini, no disfrutaba mucho llamando la atención. L y J tenían llave de mi departamento y de vez en cuando pasaban a visitarme, aunque diario nos frecuentábamos en el campus.

Si bien mi departamento no rendía culto al lujo como el pent-house de Sebastian o la mansión de Michael, al menos era un pequeño lugar totalmente disponible para mí, mi refugio, mi guarida donde me ocultaba de los problemas que me podían aquejar allá afuera. Últimamente disfrutaba la soledad más que nada, la atesoraba. Decorar mi espacio fue una de las experiencias más reconfortantes que haya experimentado; el lugar ya estaba amueblado, de igual manera disfruté la compra de flores, velas, y todo tipo de artículos de ornato.

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Las vacaciones de verano me dejaban mucho tiempo libre y lo aprovechaba gustosamente, pues entre la escuela y el WSJ rara vez tenía un momento para dedicármelo a mí misma. Decidí hacer una pequeña visita al portal de Seeking Arrangement, tal vez había algo interesante esta vez.

Visualicé una cantidad considerable de perfiles hasta que me topé con Charles Rolf, un cuarentón,  divorciado, empresario de Los Ángeles quien a menudo hacía escalas en Nueva York y deseaba pasar un momento agradable con alguien. Según la fotografía, mostraba a un tipo de cabello oscuro, ojos almendrados y facciones bastante agradables. Decidí contactarlo.

Vía telefónica, Rolf dejó muy en claro que él no buscaba una chica para establecer contrato pues sus estancias en la gran manzana no eran de más de tres o cuatro días.

Acordamos una reunión el viernes por la noche en la suite del hotel Palace dónde se hospedaría de viernes a domingo.

Esta vez no me importaba mucho encontrarme en un lugar privado con un perfecto desconocido, pues a diferencia del desagradable encuentro que tuve con Gilbert, ahora ya había perdido mi virtud. Un polvo más, un polvo menos. Tal vez en las sabanas de otro hombre lograba dejar impregnados los recuerdos de la primavera pasada.

Por la mañana de ese viernes, antes de ir a trabajar, tomé mi desayuno en Starbucks y emprendí un pequeño paseo por las tiendas de la quinta avenida, esperando encontrar alguna prenda decente para esa noche.

Para no errar en mi decisión decidí ir por lo seguro y entrar a Saks, estaba segura de que encontraría algo de mi agrado ahí. Aun me costaba trabajo adaptarme a este nuevo estilo de vida, por así llamarle. Nunca había tenido dinero, lo que sabía de reglas de etiqueta, los modales refinados, moda, diseñadores, cultura lo aprendí en la escuela.