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El primer semestre en Columbia estaba por concluir y en el campus ya se respiraba el ambiente de receso de invierno; los profesores caminaban relajados por los pasillos y los estudiantes únicamente se dedicaban a la entrega de proyectos finales, mientras que en las oficinas de rectoría se elaboraban los cárdex con las calificaciones finales.

El primer semestre en Columbia estaba por concluir y en el campus ya se respiraba el ambiente de receso de invierno; los profesores caminaban relajados por los pasillos y los estudiantes únicamente se dedicaban a la entrega de proyectos finales, m...

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A causa del trabajo y las clases, cada día me encontraba más agotada, había perdido peso y lucía demacrada. Por las mañanas estaba en la facultad, por la tarde en el WSJ y en las noches era cuando aprovechaba a hacer tareas. Sin embargo no me quejaba, estaba orgullosa de mi misma, finalicé mi primer semestre y conseguí un empleo, que si bien no es el gran ingreso de dinero al menos puedo cubrir uno que otro gasto de improviso y darme algún gustito de vez en cuando.

—Chicas, ¿Qué planes tienen para estas vacaciones?— preguntaba Lauren a Jessica y a mi mientras bebíamos un café en la cafetería del campus.

—Pienso ofrecerme a trabajar la jornada completa con Angela, así gano un poco más y puedo ahorrar— respondí—Aunque nada me gustaría más que visitar a mi madre pero, no puedo costearme un viaje a Londres.

—Pues nos haremos compañía Amy, igual me quedaré aquí, cualquier lugar es más divertido que mi casa—bufó Jessica mientras vertía sustituto de crema en polvo en su americano.

A nuestra mesa se acercó una silueta femenina regordeta, Sonia, la trabajadora social interrumpiendo nuestra conversación.

—Señorita West— mis amigas y yo levantamos la mirada en su dirección al mismo tiempo—¿Puede acompañarme a mi oficina un momento?

Lauren y Jessica tenían pintado un gran signo de interrogación en el rostro. Me levanté de mi asiento dejando mi café y mis cosas en la mesa. Caminé siguiendo a Sonia hasta su oficina.

—Cierra la puerta y toma asiento por favor—me ordenó seriamente.

Intuí que algo no andaba bien.

Se acomodó en su escritorio, empujando un folder color manila en mi dirección, dejándolo a mi alcance. Estiró su mano ordenándome que lo abriera. Obedecí.

La carpeta contenía mi cárdex, con todas mis calificaciones del semestre.

9, 10, 10, 5, 8, 5, 6.

«Maldita sea, no puede ser» pensé al ver las calificaciones inferiores a nueve. Uno de los requisitos indispensables para perpetuar mi estancia en Columbia era mantener calificaciones superiores a nueve, y sobre todo, ninguna calificación reprobatoria.

Estaba fuera de Columbia. Nerviosa jugaba ansiosamente con mis dedos. Sonia seguía sin decir nada. Finalmente, suspiró y emitió comentarios.

—Amelia ¿Qué pasó?—preguntó muy atenta tratando de inquirir en mi situación—¿Si sabes lo que esto significa ,verdad?

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