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Multimedia: "Like A Star" | Corinne Bailey Rae.




En la parte baja de los campos elíseos están ubicado un lujoso hotel, mismo que a juzgar por lo concurrido deduje que ahí se llevaría a cabo la gala.

Coches y limusinas llegaban al mismo tiempo que nosotros. Todos esos empresarios europeos y americanos se daban cita para donar y apoyar a la fundación para niños con cáncer de escasos recursos.

Claramente detrás del altruismo estaba la intención de codearse con gente poderosa, asociarse y hacer negocios.

La prensa local obstruía la entrada obligando a todos y cada uno de los invitados -los importantes- a dar una pequeña entrevista.

Al percatarse de ello Sebastian tensó la mandíbula y endureció el gesto.

—¿Qué pasa? —le pregunté preocupada al bajar del vehículo.

—Nada, solo que no me gustan las muchedumbres.

Me tomó de la mano, entrelazando los dedos con los míos y caminamos hacia la entrada. Su expresión se volvió sombría. Como si en automático se pusiera la coraza para que nadie pudiera escudriñarlo algo de su vida privada.

Por más que trató pasar de ellos, los reporteros de un diario financiero le interceptaron y Sebastian se vio obligado a responder unas cuantas preguntas.

Me ponía tensa la sequedad con la que se comportaba. No era el mismo hombre que vivía conmigo, ahora estaba en su papel de empresario.

Saliendo del mar de cámaras y micrófonos pudimos accesar de lleno al salón. Estaba adornado con suma elegancia, ni de cerca había comparación con los eventos en Nueva York.

—¿Conoces a alguien aquí?

—Yo conozco gente en todos lados.

No podía evitar sentirme un poco incómoda pese a que Sebastian me presentaba con todas las personas que se acercaban a saludarlo. Necesitaba una copa de champagne para calmarme un poco. A decir verdad, me estaba aburriendo un poco.

—Estás aburrida, ¿verdad? —más que pregunta eso parecía una afirmación.

Asentí con la cabeza.

—Tranquila, la hora de socializar está acabando, pasaremos a nuestra mesa y después de cenar esto se ambientará.

Se inclinó para darme un beso fugaz pero esta vez su mirada no se postró sobre la mía, fue más allá, a un punto lejano del salón.

En su rostro de dibujó una expresión desconcertada, volteé para poder ver lo que él veía y el objeto de su mirada me cayó como balde de agua fría.

Un par de mujeres con piernas kilométricas, divina cabellera rubia, curvas de infarto y rostro de ensueño.

Ambas le sonrieron y caminaron hacia nosotros. No podía estar más confundida.

Sebastian enderezó la postura y aclaró la garganta. La más elegante que llevaba vestido negro y derrochaba sofisticación le sonrió ampliamente y extendió los brazos para darle un efusivo saludo. Mientras que la otra de cabello más corto y vestido verde fue la segunda en saludar pero con un poco más de recato.

—Mírate, te ves muy bien —dijo la pomposa.

—Muchas Odette, me alegro de verte también —hizo una pausa —Amelia, te presento a Odette Bourdeu, amiga de la universidad. Odette te presento a Amelia West, mi pareja.

¿Pareja? La palabra pareja quedaba muy abierta, no decía si era su pareja sentimental o su pareja de esa noche. Vaya lío en el que te estás metiendo Stan.

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