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Multimedia | "Boys Like You" Anna Clendening.



No sabía los motivos por los cuales había decidido terminar mi compromiso con Sebastian, pero, en aquel momento le necesité sobremanera, tenía la sensación de que si me soltaba me iba a hacer polvo.

El reloj plateado en su muñeca marcaba una hora después de las dos de la madrugada. Intenté calmarme, en sus brazos me estaba resultado fácil mantener la calma.

Finalmente me separó de él, tomándome por los hombros y examinando mi semblante, siempre con una expresión dulce y serena.

—¿Mejor? —me preguntó.

—Un poco —respondí sincera, no podría decirle que estaba bien —Estoy comenzando a desesperarme, quiero respuestas y quiero irme de aquí, estoy fastidiada de estar acostada.

Él suspiró con pesadez y torció el gesto, como si supiera de lo que le estaba hablando aunque claramente nadie aprende en zapatos ajenos.

—Solo dos días más y estarás libre —anunció.

Esbocé una sonrisa, estaba feliz, muy feliz ante esa noticia.

—¡Si! —chillé por lo bajo —Odio este lugar y esta ropa, quiero mi vida de vuelta.

Sebastian se sentó de nuevo en la silla acojinada al pie de la cama.

—Bueno, saldrás del hospital pero necesitas terapia y cuidados, no fue algo sencillo lo que sufriste.

—Lo sé, pero será más fácil en mi apartamento y en mi rutina.

Carraspeó y se frotó la barbilla pensativo. Claramente algo de lo que dije no le había cuadrado.

—No podrás trabajar, al menos dentro de tres meses según dijo el médico.

Me miró temeroso, tal vez.

—Pero me van a despedir entonces —añadí angustiada, no quería perder mi empleo.

—Tal vez después puedas retomar el puesto, pero por el momento alguien deberá cubrirte.

—Mierda —chisté, rodando los ojos. Sebastian rió ante mi gesto pero aun así sus ojos lucían cansados —¿Por qué nunca te vas a descansar?

—¿Quieres que me vaya? —preguntó fingiendo indignación.

Reímos juntos.

—No, solo preguntaba porque luces realmente cansado.

Alzó la mano hasta alcanzar un mechón de cabello estancado en mi hombro y lo acomodó detrás de la oreja, su toque era cálido contra mi piel helada.

—Porque quiero estar contigo siempre, en las buenas y en las malas —admitió mirándome a los ojos.

No supe que responder. No sabría que decirle hasta no tener conocimiento de los motivos por los cuales terminé con él.

—¿Por qué rompí contigo? —le pregunté apreciando su rostro angelical, era tan guapo y amable que no entendía cómo fue que decidí alejarme de él.

Más que preguntarle a él, parecía que me lo estaba preguntando a mí misma. Parpadeó un par de veces con rapidez, estaba nervioso.

—No es momento para hablar de ello. Prefiero que cuando estés fuera lo hablemos y veamos qué pasa —me hablaba como un padre a su pequeña.

«¿Tan grave fue?», pensé.

—Dímelo... ahora —le ordené.

Sebastian bufó, exasperado.

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